Por Sergio Hernández-Ranera Sánchez, Corresponsal en España
La muerte de David Beriain y Roberto Fraile en Burkina Faso se añade a una larga lista de periodistas españoles fallecidos en violentas circunstancias durante el ejercicio de su profesión en zonas conflictivas. Desde 1980 son 12 los reporteros caídos, algunas de cuyas circunstancias han sido ominosas y no solo producto de los gajes del oficio.
Los periodistas asesinados en ese país se hallaban realizando un documental sobre la caza furtiva en el país africano y los esfuerzos de sus autoridades para combatirla y proteger a las comunidades que allí habitan. En espera de los resultados de su autopsia en Uagadugú, la capital burkinesa, los trámites para proceder a la repatriación a España de los cuerpos en avión del Ejército del Aire están completados.
En palabras de Arancha González Laya, ministra española de Exteriores, Beriain y Fraile hallaron la muerte en una “zona peligrosa por ser campo de operaciones de terroristas, cazadores furtivos y bandidos”. Es decir, en un territorio si no de conflicto, sí al menos conflictivo. Hacía 18 años que hubo que lamentar la pérdida de un periodista español durante el ejercicio de su profesión. La última vez fue el 8 de abril de 2003, cuando José Couso, camarógrafo de Telecinco, perdió la vida en Bagdad producto del ataque de un blindado del Ejército de EEUU contra el Hotel Palestina, donde se hallaban alojados los representantes de la prensa internacional.
En los puntos calientes del globo, el riesgo va asociado al cumplimiento de la tarea de informar. Sin embargo, hay diferencias en todos los casos, pues no es lo mismo perecer a consecuencia de los peligros inherentes a un conflicto armado (como Julio A. Parrado, víctima de un bombardeo en Irak), que ejecutado por sus captores (el caso de Julio Fuentes, en Afganistán) o ser tiroteado por soldados de EEUU aun cuando conocían su condición de periodistas (Juantxu Rodríguez, en Panamá, Ricardo Ortega en Haití o el propio Couso).
Una trágica lista
En 1978 el grupo terrorista vasco ETA asesinó a tiros en Portugalete a José María Portell Manos, director del periódico La Hoja del Lunes y redactor jefe de La Gaceta del Norte. Fue un crimen premeditado, de motivación política y en forma de atentado. En una línea similar, el sacerdote y periodista Luis Espinal, que conducía en Bolivia programas dedicados para denunciar la corrupción y los abusos de poder en ese país, fue secuestrado, torturado y asesinado allí en 1980 por un grupo paramilitar.
En adelante, hasta 10 profesionales más hallaron la muerte mientras se hallaban cubriendo noticias en distintas partes del globo, incluyendo el reciente fallecimiento de David Beriain y Roberto Fraile. Y la lista puede completarse con José Luis Percebal, corresponsal de la emisora COPE en Rabat, acuchillado por la espalda en su domicilio en el transcurso de un robo.
Fotógrafos como el ya citado Juantxu Rodríguez, Jordi Pujol Puente (del diario Avui, caído en 1992 en Sarajevo por la explosión de una granada) y Luis Valtueña (Agencia Cover, asesinado en Ruanda en 1997 por guerrilleros); camarógrafos como Miguel Gil Moreno (Associated Press, muerto en Sierra Leona en 2000 a manos de soldados rebeldes) o José Couso; y reporteros como Julio Fuentes y Ricardo Ortega.
El primer asesinado
Juan Antonio “Juantxu” Rodríguez (1957-1989) tiene el dudoso honor de ser el primer fotorreportero español muerto en una zona de conflicto. Ocurrió el 22 de diciembre en Panamá, durante la invasión del país a cargo del Ejército de EEUU. Acudió al país centroamericano en calidad de freelance para el diario El País y en compañía de una de sus mejores plumas, Maruja Torres. Un disparo efectuado por un marine estadounidense acabó con su vida.
A finales de 2019 su familia anunció la solicitud de una indemnización ante el Gobierno de EEUU. Los trámites se iniciaron a raíz de un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), donde se pide a Washington que adopte medidas de compensación económica y de satisfacción por las víctimas civiles de la invasión. Rodríguez fue la única víctima extranjera.
“Una bala le atravesó el ojo izquierdo y así murió, abrazadito a su cámara”, recordaba Maruja Torres en un artículo en El País en 2006. “Fue una pesadilla y una premonición. Porque regresé a España con un féretro y con la convicción de que Estados Unidos inauguraba una nueva era de intervenciones imperialistas ajenas a la legalidad internacional, en las que la presencia de la prensa libre no iba a ser bienvenida. Con los soldados habían aterrizado sus propias cadenas de televisión, que instalaron sus estudios en las bases del canal y empezaron a difundir información embustera y sesgada”, escribió.
La muerte en directo
Durante la invasión estadounidense de Irak de 2003, cientos de periodistas extranjeros se alojaban en el Hotel Palestina, dato ampliamente difundido. Sin embargo, el 8 de abril un tanque norteamericano disparó contra las plantas superiores del edificio. El periodista ucraniano Taras Protsyuk, de Reuters, murió en el acto. El camarógrafo de Telecinco, José Couso (1965-2003), lo hizo horas después.
La repercusión en España fue total. El hotel no era un objetivo militar y así estaba consignado. La lucha de la familia Couso por sentar en el banquillo de los acusados a los autores del disparo y a quien dictó la orden, ha durado largos años. El juez de la Audiencia Nacional, Santiago Pedraz, viajó hasta Bagdad para recabar pruebas, interrogó a testigos y llegó a dictar una orden de arresto contra tres militares estadounidenses, pero una reforma judicial del Gobierno de Mariano Rajoy obró un cambio en el concepto de justicia universal, provocando el archivo de la causa en 2015.
“A mi hermano no le gustaba ese mundo, era contrario a eso que se llama corresponsal de guerra”, declara el exeuroparlamentario Javier Couso a Sputnik, hermano de José. “El decía que era periodista; igual cubría una información política, una noticia de sociedad o una guerra. No era el primer conflicto al que iba. Pero no estaba en zona de combate cuando lo mataron. Si lo hubiera estado, habría sido un gaje del oficio, pero no fue así”.
“José fue asesinado deliberadamente junto a otro periodista para impedir la señal en directo, como se comprobó en la instrucción. La cámara que tenía por encima, en la planta 15, era la de Abu Dabi, Al-Yazeera y Reuters, era la que estaba en directo y a la que presuntamente atacaron, pero cuando empleas munición de 120 mm, le das a todo lo que hay alrededor”.
En 2003 José Couso se encontraba en Bagdad perfectamente localizado en un punto neutral y protegido a priori por las partes en conflicto. “Si mi hermano hubiera muerto en medio de un fuego cruzado, no habríamos acusado a nadie”, admite Javier.
El 11 de diciembre de 2020, la Audiencia Nacional condenó al Estado a indemnizar con cerca de 182.000 euros a su viuda y sus dos hijos por no haberles prestado ayuda diplomática para que EEUU “reparara el daño causado”. En la sentencia, los magistrados de la Sala de lo Contencioso-administrativo subrayaron que la Administración española abandonó a la familia del periodista y “se limitó a recibir y aceptar las explicaciones ofrecidas por Estados Unidos”.
Balazos en Haití
La revuelta de 2004 apoyada por EEUU contra el presidente Jean-Bertrand Aristide concitó en la capital haitiana, Puerto Príncipe, la afluencia de numerosos periodistas. Entre ellos figuraba Ricardo Ortega, corresponsal de Antena 3 en Moscú y Nueva York que se hallaba en excedencia y decidió aterrizar en la isla en calidad de freelance para este canal televisivo.
Durante una manifestación en Puerto Príncipe el 7 de marzo contra Aristide, el reportero español recibió dos disparos en el pecho supuestamente procedentes de una zona donde se hallaban sus partidarios. Su traductor resultó muerto durante el mismo tiroteo, que produjo también varios heridos. El calibre de las balas halladas en sus cuerpos se correspondieron con el empleado por los marines.
“Malditas sean las guerras”
Un día antes de la muerte de José Couso, el 7 de abril de 2003, el periodista de El Mundo Julio Anguita Parrado (1971-2003) falleció en las afueras de Bagdad a consecuencia de un ataque iraquí con misiles contra posiciones estadounidenses, donde se encontraba.
El reportero era hijo del histórico dirigente del PCE e Izquierda Unida, Julio Anguita González, a quien se comunicó la fatal noticia esa misma tarde en el Teatro Federico García Lorca de Getafe (Madrid), donde tenía previsto intervenir en un acto, finalmente suspendido. Subió al estrado y anunció a los presentes que su hijo acaba de perder la vida “cumpliendo con su obligación como corresponsal de guerra”. Muy significado contra la guerra de Irak, Anguita realizó unas breves declaraciones a Radio Nacional de España, que quedaron para la posteridad: “Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen”.
Ejecutado por talibanes
En noviembre de 2001 el enviado especial del diario El Mundo a Afganistán, Julio Fuentes (1954-2001), fue asesinado junto a otros tres periodistas en una carretera. Su convoy marchaba en dirección a Kabul proveniente de Jalalabad y fue emboscado por un grupo de talibanes.
Enviado al país centroasiático para cubrir la invasión estadounidense y el derrocamiento del régimen talibán, Fuentes era un curtido corresponsal de guerra con experiencia en Centroamérica, Yugoslavia, Asia y África. Los otros tres informadores fallecidos fueron María Grazia Cutuli, corresponsal italiana del diario Il Corriere della Sera, Harry Burton, camarógrafo australiano de Reuters, y el fotógrafo afgano Azizula Haidari. El responsable del asesinato de todos ellos, Reza Khan, fue ejecutado en 2007 junto a otros 14 presos, acusados de asesinato y terrorismo.
“La situación ha empeorado”
Ante los últimos hechos, cabe plantearse si este tipo de situaciones son producto del azar o si la indefensión de los reporteros y su falta de protección, incluso institucional, es una cuestión en la que todavía hay mucho que avanzar.
“La situación ha venido empeorando, sobre todo para los corresponsales que trabajan en conflictos o que tratan temas espinosos”, afirma rotundo Javier Couso. “Y cada vez más, porque si nos vamos a los años 60 y 70, durante el proceso de descolonización las guerrillas de liberación respetaban a los periodistas. Pero desde la guerra de Yugoslavia se han convertido en un objetivo, tanto de las fuerzas en conflicto como las de aquellas que se dicen democráticas, como en el caso de Juantxu Rodríguez o mi hermano José”, explica, señalando también a los “grupos criminales” como los que operan en México en el negocio de la droga. “Y con la irrupción del terrorismo islamista, la cosa es aún peor”.
Javier Couso lamenta que lo dispuesto en los Convenios de Ginebra relativos a la protección de periodistas en los conflictos suele quedar en papel mojado. “Por que cuando no hay investigaciones, se torpedean todas ellas, como hemos visto en mi caso o con la familia de Juantxu”. “En el nuestro, con una instrucción prácticamente hecha por el juez Santiago Pedraz, se cambió hasta la ley para que no pudiéramos seguir investigando”.
El muro de EEUU
El asesino de Julio Fuentes fue capturado, juzgado y ejecutado. Aunque todavía no está claro si los culpables de la muerte de David Beriain y Roberto Fraile son cazadores furtivos o grupos islamistas de la zona, Javier Couso no obstante cree que este caso será “mucho más fácil” de investigar. “A pesar de que el Gobierno de Burkina Faso es débil, va a ser mucho más fácil investigar que si te enfrentas al Gobierno de EEUU o al gran crimen organizado”, afirma.
“Yo solo espero que sus familias [de Beriain y Fraile] puedan tener sus cuerpos cuanto antes y que tengan el máximo apoyo del Gobierno para investigar y capturar a los culpables, porque es la única manera de proteger a los periodistas: que haya castigo para los asesinos de periodistas”.
La precariedad como enemigo
¿Qué es peor para un periodista, el riesgo o la necesidad? “El mundo del periodismo está absolutamente precarizado, abrirse un hueco en la profesión es muy complicado”, señala Javier Couso.
Días antes de morir, Ricardo Ortega afrontaba una posible situación de ERE (expediente de regulación de empleo) y se propuso como freelance para poder seguir informando desde el continente americano, y a tal fin se desplazó hasta Haití. “Yo trabajé muchas veces ayudando a mi hermano José, pues le obligaron a externalizarse en Telecinco”, cuenta Javier Couso. “Mi hermano tuvo que comprarse un coche, por ejemplo. Aunque iba con un reportero de plantilla, él no cobraba dietas ni cosas por el estilo. La diferencia era abismal. De hecho, el cámara del reportero que fue con mi hermano a Irak no quiso ir con él, porque lo había pasado mal en Kosovo, así que en su lugar fue mi hermano. Pero ganando prácticamente lo mismo que en Madrid; lo que ganaba más era por las horas extra, pero no tenía plus de peligrosidad”, recuerda.
Javier Couso asegura que ha sido la concentración de medios de comunicación en España lo que ha provocado la precarización del empleo periodístico. “Y si no tienes una seguridad, no puedes investigar. Porque si tocas cualquier información de los propietarios de los medios de comunicación ‒ y apenas dos oligopolios dominan el panorama español‒, pues vas para fuera”.
“Han matado la profesión. Yo cuando fui eurodiputado trabajé mucho con las asociaciones de reporteros europeos que pedían precisamente eso: intervenir frente a la concentración de medios de comunicación, que es el ataque más grande que hay, yo creo, fuera de un golpe de Estado o un dictadura contra la pluralidad democrática que recoge nuestra Constitución”, concluye.
(Tomado de Sputnik)