En los años setenta del siglo XX INTERNET no existía en Cuba, y el mundo aún navegaba en los orígenes, cuando se estableció la primera conexión entre computadoras, conocida como ARPANET y se desarrolló entre tres universidades de California.
Yo era una joven periodista en el periódico Ahora de Holguín. Escribía algunas cosas de cultura, pero me dedicaba mucho más a otros sectores. En 1969 se estrenó la película La vida sigue igual, dirigida por Eugenio Martín y protagonizada por Julio Iglesias, que se exhibió en mi tierra tres o cuatro años después.
Yo me di gusto desmontando la cinta, a partir de que sostuve que no era autobiográfica. Julio sí había jugado fútbol pero no era cantante cuando eso, en fin, es un melodrama para quedarse dormido en noches de insomnio porque las canciones son tan elementales como el filme.
Dije más o menos esas ideas y no miento, si aseguro que fueron múltiples las cartas que llegaron al periódico por parte de sus lectores, o los oyentes de Radio Angulo, donde leyeron mi comentario.
Leí todas las cartas y me asombré cuando una afirmaba que Julio Iglesias era comparable con Ángela Davis. En fin, aterrada, fui a hablar y tirar alguna lagrimita con mi maestro Cuqui Pavón, Jefe de redacción del Ahora y con un altísimo bagaje cultural. Él me dijo “nadie escarmienta por la cabeza de otro, si te hubiera dicho esto cuando vi tu texto me habrías dicho; es que a Usted le gusta la película”.
Miré a Cuqui y pensé que sí, esa hubiera sido mi reacción, yo tendría 20 o 21 años, y creía que lo sabía todo. Entonces me dijo “de la forma en la que escribiste, agredes al lector, es como si le dijeras Ud es un imbécil por gustar de esa película”. Y siguió: “Eso mismo que escribiste lo pudiste hacer de otra manera, y si, habría gente que no estaría de acuerdo, pero no con esa explosión de cólera”.
Nunca olvidé aquel episodio, pero también he aprendido que cuando uno ejerce la crítica debe estar consciente de que sale al ruedo, recibirá aplausos, chiflidos o indiferencia que es lo peor.
En los tantos años que llevo valorando el audiovisual, especialmente la televisión, sigo recibiendo sorpresas. A veces con textos simples en Cubadebate, que repica mis textos desde aquí, llueven los cometarios a favor, otras cuando apenas toco con el pétalo de una rosa a un actor, director, trama, música, edición o cualquiera de los componentes de una obra, recibo una andanada de críticas.
Y es que no existe un público, son varios y lo que le gusta a una parte, le parecerá mal a otra. Pero la crítica ni de la manera más sutil debe ofender al destinatario, porque una escribe para los demás.
Ese es un elemento que siempre tengo en cuenta (aunque siempre no logre cumplirlo), otro es que no critico lo que no conozco. Por ejemplo, la música yo la disfruto de una manera virgen, no sé de solfeos, ni de notas, aunque la que me gusta generalmente es la buena, o mejor dicho, la que una parte del público considera buena. Si tengo que referirme en un texto a una melodía o música compuesta para una obra, le pregunto a alguien que sepa de ese arte.
El tercer elemento (puede ser el primero) que considero vital para hacer un comentario es la honestidad. Tú dices lo que piensas aunque lo que estés juzgando es la obra de un amigo o amiga, que si de verdad lo es, no se molestará por tu opinión.
Añado la ética (¿acaso no encabeza la lista?) porque si vas a evaluar la obra de alguien que te ha hecho acciones feas, no puedes llevarte por los hechos, sino sólo por la obra.
Es imprescindible que se conozca la pieza, sea un cuento, un teatro o una novela, no se debe opinar de productos que no has visto de manera completa.
En esta profesión me ha sucedido de todo: me han realizado un trabajo de brujería, no me han dirigido la palabra por meses y años; pero también he encontrado a creadores que esperan mi criterio, otros que me han dicho “tu profesión es juzgarme y la mía hacer la obra, dijiste lo que sentías y yo hice lo que creí o pude”.
Para resumir: el ejercicio de la crítica lleva:
- Usar el lenguaje adecuado sin ofender al receptor del mensaje.
- Se debe conocer el objeto de análisis
- La honestidad debe atravesar cada expresión del crítico
- Sin ética no hay critica válida.
- Se impone el conocimiento de toda la obra, no de forma parcial
Por supuesto, con la mejor de las intenciones el comentario puede ser desacertado. Los que ejercemos el criterio no somos infalibles ni podemos mirar desde arriba. Cada día, en un minuto puedes aprender, y si no tienes esa visión de tu entorno no crecerás ni como profesional, ni como ser humano. Crecer hasta la muerte debe ser el anhelo del que ejerce el criterio.
(*)Primer Taller de la Critica y el periodismo cultural, dedicado al Día del idioma, organizado por la UNEAC en Pinar del Rio, y que se publico en su página de FB. Publicado originalmente en el Portal de la TV Cubana.