El Partido Comunista de Cuba ha forjado una identidad propia a lo largo de su más de medio siglo de activismo político manteniendo los principios ideológicos fundacionales y en esos valores radica el concepto de continuidad. No tiene que parecerse a ninguna otra organización política de similar ideología, no hay que juzgar su proceder y métodos de trabajo sino por sus propias capacidades y preparación, por su experiencia y accionar.
Conducido por Fidel y Raúl durante décadas, el Partido Comunista de Cuba se aboca en este momento a un cambio que muchos califican de generacional, pero que no se refiere a un mero cambio en las edades de sus componentes, sino de un cambio a tono con las nuevas realidades. No tiene que ser el mismo partido de los primeros años, ni el de la época de la institucionalización, la rectificación o el período especial. Deberá ser el de esta época y es ante esa realidad que radica lo que dijo Fidel teniendo presente el sentido del momento histórico: “cambiar lo que deba ser cambiado”.
En el VIII congreso se entregarán las riendas del Partido a una nueva conducción política de la sociedad cubana, mientras existe un Gobierno constituido, cohesionado y trabajando con sistematicidad y rigor que continuará sus labores, quizá con cambios. Pero teniendo en cuenta el papel del Partido Comunista de Cuba en nuestra sociedad ese acto estará cargado de simbolismo, pues significa que la dirección histórica de la revolución socialista, cuyo legado será honrado en lo adelante y con cuya experiencia se podrá seguir contando, deposita en esa nueva conducción la responsabilidad histórica de continuar la construcción social de orientación socialista.
Un gobierno eficaz al servicio del pueblo, no puede ser improvisado. Gobernar con responsabilidad requiere no solo entrega, sino también capacidad y experiencia, espíritu de cuerpo, cohesión, articulación eficaz. El sistema político cubano tiene entre sus fortalezas la de construir y actualizar con toda la ciudadanía el programa de la Revolución socialista que pauta las acciones de todas las estructuras y componentes de la sociedad.
No es difícil ver cómo en no pocos países de la región a nombre de la democracia acceden a las riendas de los estados grupos de políticos que representan intereses corporativos, muchas veces sin una adecuada o con ninguna preparación cultural o política, cambian a todas las personas en los puestos de la administración pública, se pierden las experiencias que se hayan podido acumular, no cumplen las promesas hechas en las campañas electorales, son frecuentes los golpes de timón en la orientación del ejercicio del poder, se subordinan a intereses foráneos, aplastan las reivindicaciones populares viendo al Estado como botín y persiguiendo intereses corporativos e individualistas, y los pueblos pagando las consecuencias. Nuestra democracia no es perfecta, pero está al servicio de todos, es con todos y para el bien de todos.
El ciudadano cubano consciente, que se ha acostumbrado a participar con su voz y con su voto en todas las grandes decisiones que pautan la perspectiva socioeconómica y política del país, sabe que mucho tenemos que mejorar en todos los órdenes nuestra sociedad, a la vez que rechaza la politiquería, la demagogia, la corrupción y el entreguismo de esas pretendidas democracias.
Los militantes y el pueblo en general tendrán después de celebrado el VIII Congreso, la oportunidad de ejercer su criterio sobre los acuerdos que se adopten en el cónclave que no ha transcurrido en esta ocasión por los cauces participativos acostumbrados por la membrecía y por la ciudadanía, previo a sus sesiones finales. El proceso de comunicación del congreso del partido se viene desarrollando discretamente. Hubo anuncios sobre los pasos previos en las provincias, aparecen semblanzas de algunos de los delegados que participarán en él, también se han enunciado de modo general los principales temas que se propone debatir y habrá que esperar para ver cómo será la comunicación del propio proceso los días mismos de las sesiones finales.
Los retos que tenemos por delante son ingentes. No poco ha cambiado en este mundo entre el VII Congreso y el que culminará los próximos días. Hemos vivido la arremetida imperialista de la administración Trump, el bloqueo criminal contra nuestro país se ha arreciado a límites extremos agudizando la difícil situación socioeconómica; hay un cambio planetario en la correlación de fuerzas que influye en todos los confines del mundo, estamos sufriendo con estoicismo los rigores de la coyuntura mientras una ejemplar conducción política y gubernamental combate hora a hora junto con el pueblo los efectos de la pandemia, mientras están en marcha los cambios producidos por la tarea Ordenamiento, todo lo cual ha provocado y provoca en la sociedad cubana numerosos debates, disímiles criterios y una mayor expectativa acerca de cómo valorarán los participantes en el VIII congreso la situación del país, cómo será el análisis crítico de lo hecho en estos últimos años, cuáles serán los acuerdos que adopte.
Para la comunicación social, en particular para el periodismo, hay también retos. Si reconocemos que la sociedad está cambiando, si la democratización de la actividad económica nos presagia nuevas características de la economía mixta que multiplica los actores socioeconómicos y diversifica la división social del trabajo, es dable suponer que hay también un proceso de diferenciación y diversificación de intereses colectivos, grupales e individuales y en consecuencia una segmentación mayor de los públicos en un universo comunicacional en el que el acceso a Internet y a las redes sociales es creciente y dispersa y rehace la atención de los públicos. La unidad que proclamamos y defendemos hoy no está forjada sobre la base de una ciudadanía idealizada, sino de esa diversa y plural, la que existe realmente.
El fortalecimiento de la juridicidad y de la legalidad socialista, los compromisos legalmente contraídos entre las partes, el crecimiento del papel del control popular, plantean al periodismo, en particular al de investigación, nuevos retos. La exigencia pública de la necesaria transparencia en la comunicación de los procesos, hechos y acontecimientos no es únicamente un deber, es una necesidad sin cuya atención no será posible incrementar y fortalecer el caudal político de la revolución socialista.
El discurso político en proceso de elaborar respuestas eficaces a los nuevos tiempos y los modos de comunicarlo tiene que ser pensado. El término y concepto de “masa” o “masas” para referirse al conglomerado nacional de interlocutores del discurso político no da cuenta del grado de diferenciación social en curso, no solo como resultado de la política educacional de la revolución socialista, sino también por las sucesivas medidas económicas y por la compleja evolución del planeta, y queda reservado para enfoques muy generales, en particular los que se refieren a intereses sociales que nos resultan comunes a todos, que se resumen en principios ineludibles: la independencia y la soberanía nacional, la identidad cultural, la defensa del país, la solidaridad, la justicia social, la dignidad nacional. Se ha abierto un panorama mucho más complejo en la valoración y análisis crítico de lo político en nuestra sociedad, y esa complejidad, universal, está presente en todos los ámbitos del país.
En consecuencia, el contenido crítico del discurso político es condición sine qua none de su eficacia. El que falte en el discurso político el enfoque crítico, no elimina las fallas ni con ello desaparece el enfoque crítico de la ciudadanía.
La dirección política de nuestro país viene dando el ejemplo de cómo hay que proceder en las nuevas circunstancias. Lo demostró una vez más la reciente reunión del presidente Díaz-Canel con los productores agropecuarios en la que interactuaron la crítica y la autocrítica, la consulta, el aprovechamiento de la sabiduría de los productores, científicos, expertos y el discurso político se enriqueció y reelaboró colectivamente con representantes del segmento de nuestra población que más sabe de esos problemas.
En esa reunión se fortaleció la democracia socialista, cristalizó el consenso sobre un tema en el que se venía pensando y trabajando, sobre el cual la sociedad cubana tenía y tiene múltiples criterios, consenso que será ahora el apoyo principal a las medidas adoptadas, las cuales además serán precisadas sobre la marcha.
Hay que multiplicar ese proceder que demostró la importancia que tiene para el socialismo la articulación de la actividad socioeconómica, organizativa, jurídica normativa e ideológica política. Lo acordado no será ni podrá serlo una varita mágica para que todo funcione, pero no cabe duda que expresa lo mejor que en estas circunstancias podemos hacer y tal como expresó nuestro presidente a partir de este momento, queda abierto un grupo de temas en los que se seguirá trabajando. Lo que se hace con todos compromete a todos.
No será tarea fácil y requerirá del máximo cuidado para minimizar errores, el propósito de destrabar todo lo que impida las soluciones de continuidad a los problemas sociales, que no se circunscriben solamente a la producción agropecuaria, sino que están presentes en no pocos procesos de la vida nacional, incluyendo la comunicación social.
Hoy en día, la sociedad cubana es mucho más crítica, mucho más analítica. Quien no reconozca esa realidad no podrá enfocar eficazmente el discurso político. La continuidad del legado de la enorme autoridad moral de la dirección histórica solo puede ser conducida eficazmente por la próxima conducción política desde la autoridad moral de un ejercicio que tendrá que abrirse paso y consolidarse en una sociedad que comprende y analiza los procesos y acontecimientos sociales y los comportamientos políticos, procesa, valora, opina, aprueba o disiente.
Un pueblo inteligente, instruido, portador de valores y valiente, que se ha ganado todos los derechos con el sacrificio de más de 60 años frente a los embates del imperialismo y en la construcción del país, es un interlocutor insustituible y valioso que no solo aprende, sino también puede enseñar. Tener el oído pegado a la tierra es útil, solo si se acepta la crítica y el disenso.
La revolución socialista es una constante rectificación. Es cambiar lo que debe ser cambiado, y en ese tenor su continuidad es la continuidad del cambio revolucionario que debe encontrar soluciones nuevas a problemas nuevos y viejos.