A Michel Moro la sorpresa se le dibujó en el rostro cuando anunciaron que era suyo el Eduardo Abela. El joven nunca pensó que a diez años de iniciar de manera sostenida su andar por el camino del humor gráfico le llegara tan importante lauro.
Recibir el diploma acreditativo de manos de Ares es muy simbólico—dijo—, pues fue al reconocido caricaturista a quien primero se acercó cuando decidió convertirse en un cultor del cartoon político.
“Esta es una motivación para seguir trabajando. Es un premio que da mucha alegría obtener y, ante todo, constituye un impulso”, acotó Moro que tuvo en la Bienal el primer impacto para medir su manera de contar, y ahora le llega un segundo con este importante reconocimiento que supone, también, “ser aún más consecuente con la calidad de su línea creativa”.
Brady Izquierdo, entre menciones del salón competitivo y premios colaterales, manifestó sentirse emocionado con que el Eduardo Abela recayera, por segunda ocasión consecutiva, en un joven exponente del humorismo gráfico de la Isla, a quien lo unen lazos estrechos de amistad.
El joven avileño se llevó también un segundo premio por la caricatura a Nelson Mandela en la categoría Caricatura personal; a lo que sumó dos primeros premios en los apartados de Historieta humorística y Humor general.
La visión creadora de Moro se vale de piezas que desnudan el contexto nacional e internacional mediante el uso de técnicas como la acuarela y el acrílico, donde asienta texturas y colores que apoyan en una línea gruesa la contundencia de su mensaje y le ofrecen, asimismo, dimensionalidad y realismo a las piezas que acaba mediante las tecnologías digitales.
Formado entre 2003 y 2007 en la Academia Provincial de Artes Plásticas “Raúl Corrales” y luego graduado de Conservación y Restauración en el Instituto Superior de Arte (ISA), parecen lejanos los años adolescentes en que el hoy joven de 32 años viajaba desde la región central del país, para participar en los eventos organizados por el Museo del Humor de San Antonio de los Baños. Así lo recordó Isel Chacón, directora de la institución artemiseña, bienales atrás cuando Moro se llevaba algunos lauros del certamen.
Él mismo le confesó a una publicación digital chilena las horas y horas que de pequeño se pasaba reproduciendo personajes de las películas de Disney recogidos en revistas extranjeras compradas por su padre. “Creo que esta es una de las causas de mi cercanía a ese gusto pop, esa cultura visual que adquirimos. Pero dibujar en serio fue un poco más acá, cuando era estudiante de la Academia de Artes. El dibujo me apasiona. Creo que ante todo soy un dibujante, el color es un complemento”.
Uno de los tópicos recurrentes en la línea creativa de Moro es Internet y la manera en que las tecnologías de la información y la comunicación signan la vida de las sociedades modernas, sirven de vehículo potenciador para la interconexión humana y la socialización, pero también aprisionan al ser humano en dinámicas que lo aíslan del mundo real y reproducen códigos y estereotipos culturales hegemónicos.
La del artista no supone una mirada complaciente ante un asunto que, dentro de su impronta, resalta como leitmotiv. Sin embargo, como nativo digital, el creador conoce de las potencialidades de ese universo para sortear los pocos espacios de publicación que encuentra el género en los medios tradicionales, y de ellas se vale.
Acerca de la Bienal de Humorismo cubana, cuando ni imaginaba ser dueño del Eduardo Abela, Moro destacaba el papel del evento en la visibilidad de su obra; y en ser la primera vía para probarse como cultor del género y confrontar sus trazos con los de otros artistas de la Isla y del mundo que allí participan.
—¿Deudas del evento?
—La Bienal debe de reinventarse, porque el mundo evoluciona. Debe seguir desarrollándose en promoción, en participación, en aglomerar más a los humoristas gráficos.
(Foto de portada: Omara García Mederos).