La primera vez que supe algo acerca de Tamayo fue en el año 1989 por un escrito de Enrique Núñez Rodríguez acerca de la IX Bienal Internacional del Humor y la Sátira en el Arte, evento que aún se realiza en la ciudad búlgara de Gabrovo y en el que Reynerio Tamayo Fonseca se había alzado con el máximo galardón del concurso, el Esopo de Oro. Recuerdo haber leído aquel texto intentando descifrar alguna señal que describiera el dibujo, pero no logré hacerme la más mínima idea de por cuál camino transitaba el estilo de ese caricaturista. Cuando algún tiempo después pude ver una reproducción de aquella imagen tuve una muy grata impresión y una escueta y definitiva convicción: este tipo es un genio.
Luego aprecié sus historietas galáctico jodedoras, también una carga al machete interrumpida por un ómnibus urbano que transita entre el ejército español y los mambises, un descubrimiento arqueológico pintado en una piedra quebrada con mayas y egipcios que juegan al beisbol… Y conocí al Tamayo artista y conocí al Tamayo amigo. Un día, cuando tenía su Estudio en la calle 23, hablábamos como siempre y me dijo: “Ares, mi estilo es que no tengo estilo…”. Y es que él puede pintar como Leonardo Da Vinci, Goya y Van Gogh. Hacer uno o cientos de carteles y portadas de discos e ilustraciones para libros, inventarse en metal una lámpara de Aladino que se transforma en una letal nave de guerra o lanzarse a la construcción de una aleta gigante de un taxi-tiburón que avanza cortando la ciudad.
El humor gráfico es una nota más en esa descomunal sinfonía que es su obra y él llega a este por un sendero particular. Tamayo viene de transitar por una formación académica completa. Es un creador muy bien informado sobre la historia y las tendencias del arte, a lo que suma un envidiable dominio de las técnicas pictóricas. Desde hace unos años ha retomado nuevamente el dibujo de humor y se lo ha tomado tan en serio que el resto de los caricaturistas lo han estado animando para que dedique más tiempo a otras cosas y deje de avergonzarlos con tanta frecuencia con esas ideas y esos dibujazos.
Las temáticas de sus obras pueden desbordar cualquier listado: dibuja contra la guerra, nos habla de los medios de comunicación, del dinero, del amor, de la mentira y la ecología… Y en cada tópico hace evidentes su sapiencia y sus herramientas. Tienen sus dibujos un grafismo peculiar y de mucha fuerza. Él ha elegido para su trazo al pincel y, esto, les otorga un alto contraste muy propio del cartel a sus trabajos. A la vez, sabe utilizar el color sin recelo y casi siempre lo coloca en sus dibujos como áreas planas que son también partícipes del mensaje.
La oportunidad de tener una selección de ellos en esta colección impresa es un suceso muy afortunado para Tamayo y, asimismo lo es para nosotros, sus espectadores. Son obras que se insertan dentro de lo mejor que se ha hecho en el humorismo gráfico cubano de los primeros veinte años del siglo XXI.
Y en esta caótica centuria en la que hay gente que destruye y miente, siembra odios e, incluso, se devora a nuestro planeta, existe la que apuesta cada día por todo lo contrario. Hay algunos elegidos que nacieron para crear y, entre estos, hay una rara especie que emite luz desde su espacio… desde su lámpara. Ellos descubren y se molestan con las cosas terribles que suceden a su alrededor. Disfrutan al mostrar lo que saben y lo que opinan, nos hacen reír, nos hacen pensar, nos animan a ir por más y, además, lo hacen con arte.
Entonces… pidan sus deseos, que el genio Tamayo tiene su luz en ese grupo.
Centro Habana, febrero de 2021.
*Este texto es el prólogo del libro “Cannibal Plannet”, una compilación de dibujos de humor de Reynerio Tamayo próximo a publicarse.
