Mientras escucha a Mariano y a Portocarrero, toma un vaso y bebe un líquido transparente. Lo apreciamos aparentemente distraído. Es, tal vez, por la ocasión: se han reunido tres amigos para hablar de asuntos del pasado, como tantas veces, pero con cierto énfasis en Mariano, porque existe un proyecto de documental sobre este pintor. De aquel encuentro solo vemos en pantalla unos fragmentos de cuanto pudo ser evocado por las tres partes. El audiovisual Mariano es un hecho a la altura de 1981. Es el mismo año de la partida física de David.
Ha llegado su momento y es entonces que cobra vida el caricaturista que tantas veces hemos visto en fotografías o hemos reconocido a través de sus obras. Ahora, es Juan David… hablando. Esta vez es muy distinto, con respecto a aquellas otras imágenes –también filmadas– en las que distinguimos al Bola de Nieve cantar y tocar el piano en una suerte de tertulia, donde la cámara que documenta el suceso pasa por algunos de los presentes sin apenas detenerse: David es un rostro más, uno entre varios, que disfruta de la velada musical. Sonríe con suavidad.
Habla apenas unos minutos. Es el tiempo suficiente –el que le destinaron– para dejar su huella sonora y cinético-visual en el ámbito de nuestra cultura. Otros no la han tenido. Sus palabras se remontan a 1938, al contexto de la II Exposición Nacional de Pintura y Escultura (Castillo de la Real Fuerza, La Habana, junio) de la cual, dice, fue integrante del jurado. El dato es bastante revelador, extraño. Ofrece pormenores para concluir que su voto fue por Mariano Rodríguez, autor del cuadro Unidad(1938) remitido al certamen. El óleo es premiado, se convierte automáticamente en una pieza patrimonial y Mariano percibe unos 200 pesos.
David quería defender al arte renovador, al de un joven, y apostó por la obra de uno de sus contemporáneos. Sin embargo, para esa fecha en la que David todavía no es David, ¿cómo pudo tener voz y voto en una de nuestras ya clásicas muestras colectivas?, ¿qué mano amiga intervendría en la posible recomendación del casi recién llegado dibujante a la urbe capitalina para que estuviese tras las cortinas de la segunda edición de ese salón expositivo?, ¿acaso la identificación de José María Chacón y Calvo, al frente de la Dirección de Cultura, con David y con la caricatura que este le hiciera al también organizador de la citada exposición y que Massaguer publicó a página completa en la edición de junio de 1937 de la revista Social? Es una de esas primeras señales sobre sus rumbos por el arte, y no exclusivamente, por la caricatura, que es cuanto ha sido aceptado en el imaginario.
Frente a él, sus dos amigos. Han cambiado de manera paralela con el devenir de los años. Casi tienen la misma edad. Bastarían sus caricaturas a Portocarrero y a Mariano, y sus autocaricaturas, para percatarnos. La posición ante la mesa de ese día nos brinda señales de los vínculos entre ellos, seres tan cercanos, aunque en orillas similares y distintas de un mismo territorio. Los unía además el arte, la diferencia radicaba en las maneras sobre cómo lo veían o deseaban expresarlo: pictórica, linealmente. Una cosa es cierta: las colecciones de arte son para todas las manifestaciones, pero las que pueden ofrecer dividendos extrartísticos algún día son solo las elegidas por consenso histórico y voluntades. Se trata de una tradición, de una norma, en las que la caricatura ha tenido las de perder desde la óptica arte-mercancía.
Aunque el mercado del arte no tiene razón de ser con el universo de la caricatura, Juan David es un diamante preciado, un candidato a la lógica del dando y dando: dinero por mercancía, caricatura por dólares (¿o euros?). Por ende, un original suyo vale por contenido –como toda caricatura– y vale dinero. Es uno de nuestros pocos ejemplos en el ámbito de la caricatura, aun cuando la posible oferta con él sea más abierta, porque socialmente era un cultor de la caricatura (personal) y, en sus espacios propios o más íntimos, un dibujante enamorado del color y de otras configuraciones lineales: a veces, muy distantes de los cánones de la caricatura o el humor gráfico.
Y no solo estoy pensando en el significado de su presencia en la Subasta Habana de 2003 con una pieza, sino en el “alboroto” que podrían despertar algunos de sus originales más tarde o más temprano, porque existen y su cifra es elevada. Y mucho más cuando el Archivo Juan David –así lo podríamos llamar– ya no existe desde el 2010 en un único núcleo, sino en parcelas y fragmentos los que, a su vez, simulan las leyes de la división celular. Eso parece. David es David, guste o no guste su “línea”, sea el ejemplar una obra acabada o en calidad de boceto: algo que hizo y mucho y preservó. Sus bocetos también originales son. Hablan por la obra definitiva que jamás pudo ser.
David es de los imprescindibles en la esfera del arte y la cultura cubana. Hay que contar con su creación para localizar sucesos y figuras, para disfrutarlos y conocerlos y, sobre todo, para tener los rasgos definitivos desde la caricatura personal de disímiles figuras de todos los horizontes y las profesiones, de Cuba y el mundo. El caricaturista personal retrata lo impensable, baste el “descubrimiento” un día de suerte o de propósito en el mar de páginas de nuestras publicaciones periódicas para la concurrencia inmediata de la sorpresa. Retratar para ellos es suma ilimitada con síntesis aparente y real, pero también, es persistencia con rostros de interés hasta el infinito. Retratar a base de trucos y mañas para complacer y servir. Y en algunos, como en él, la intención trasciende al papel impreso o coexiste con este. Es cuanto ocurrió con David por décadas. Él se salió de los periódicos, sin abandonarlos del todo. No podía hacerlo. Era como abandonar una tradición. Y al unísono quería modelar mejor una nueva, al recolocarse a la vista pública, a través de las exposiciones de caricaturas. Su primera ocurrió en 1931.
A diferencia de los trazos de sus caricaturistas contemporáneos, su obra es mucho más que la que yace entre páginas añejas de periódicos y revistas. Juan David, por suerte, está muy bien representado por medio de las piezas originales que, en los días actuales, constituyen –a veces– verdaderas revelaciones en la comarca del arte. No basta con ver expuestas, de manera transitoria o permanente, las que han trascendido los avatares de la vida. David y Conrado W. Massaguer son los mejores ejemplos para entender, aprender y memorizar los cambios de la caricatura en Cuba del siglo XX. Desde ellos es posible tejer sus trayectorias y las restantes, la de los caricaturistas cubanos… sin historia (escrita). A partir de ambos la salvación histórico-visual sería incluso colectiva.
Al igual que Massaguer, también Juan David tomó la pluma muchas veces para expresar ideas a través de la palabra. Sin embargo, el gran fallo histórico de David fue el no habernos dejado por escrito sus amplios testimonios sobre arte cubano, o más específicamente, sobre nuestra caricatura del ayer. Esa, en la cual tuvo participación, y ayudó a edificar desde los años 30. Se llevó en 1981 mucha información valiosa que, a lo mejor, pensó documentar alguna vez. Pero, en esta vida, su misión era otra. Bastante que guardó papeles –pistas históricas–, los cuales en su momento, le fueron muy útiles a su hermano Eduardo David para trazar el más preciso retrato humano que del artista y el hombre David tenemos hasta la fecha. Es cierto, antes habríamos tenido uno muy similar, pues el periodista Ciro Bianchi Ross en vida del caricaturista tuvo pretensiones de escribir la biografía de Juan David.
Por esos vericuetos de los libros impresos tenemos de y sobre el dibujante-caricaturista cuatro títulos más: Alejo Carpentier(1981), Nicolás Guillén(1982), David(1986) y La caricatura: tiempos y hombres(2002). Con ellos nos hemos conformado nuestra propia visión del caricaturista que, ya se sabe, es muy, pero muy aproximada. De él quedan asuntos que despertarán interés. En varias direcciones pudiera trabajarse. Creo que hay una con señales muy claras: estudiar, localizar y divulgar las más lúcidas y pertinentes piezas que de David existen en colecciones privadas e institucionales (Museo Nacional de Bellas Artes, Museo del Humor, Museo Provincial de Cienfuegos, etc.). Al menos un 95 por ciento de ese núcleo justificaría la tan necesaria antología visual que requiere un dibujante como él. Lógicamente, una labor semejante requeriría entrega desinteresada y la picardía de esquivar más de un obstáculo.
Cuentan, existen anécdotas en la oralidad, que tras su fallecimiento la familia quiso en su casa habanera de Miramar dedicarle un museo. De haberse aceptado la idea, la caricatura cubana habría tenido un gran triunfo por encima de todo. Creo que habría sido, teniéndose a Juan David como eje y pretexto, hasta un perfecto Centro de Estudios de la Caricatura. Cuando ocurre su partida, la década de los 80 estrenaba su juventud y era cuando además el museo consagrado a Carlos Enríquez surgía después de múltiples coordinaciones y persuasiones. Socialmente lo más que ocurrió con el caricaturista fue que una de las áreas del habanero Cine Yara mutara, para ser la Galería del Humor “Juan David”, destinada al género del humorismo gráfico. Poco tiempo duró.
Para los sedientos de caricaturas originales, por medio de un museo, algo bueno sucedió con la reapertura en el siglo XXI del llamado Edificio de Arte Cubano, una de las sedes del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA). Quedaban expuestos en las Salas Cubanas varios ejemplares de algunos caricaturistas. Como toda museografía, se partió de una selección que, con David, otra vez resultó ser excluyente. ¿Acaso porque los fondos del caricaturista en el MNBA no lo representan bien?, ¿porque resulta “vergonzoso” exhibir bocetos con una apariencia un tanto sospechosa?, ¿lo ocurrido fue producto de un olvido, un descuido o de la falta de espacio? No importa mucho que esté o no expuesto en nuestro Museo Nacional, donde sí está muy bien representado, sino que cuanto allí existe de él guardado, esté disponible a la hora de un proyecto editorial con mucho peso en el orden visual. Se podría prescindir de la colección de sus originales del MNBA, pero no sería correcto, jamás algo así debe suceder. Su arte es la suma de todas las partes que por ahí dormitan.
El triunfo de la caricatura cubana no reside de manera exclusiva en la exhibición desde un museo, sino además en el éxito y la conclusión de investigaciones sólidas, pensadas como libros muy visuales. Solo así se podrían salvar de la desmemoria cultural Rafael Blanco, Conrado W. Massaguer, Juan David y los restantes: sus predecesores, sus contemporáneos y sus sucesores. Cada paso será un verdadero aporte.
Las exposiciones humorísticas pretendían además otros fines. Vender un original, por ejemplo, algo que era un poco raro, pues coleccionar caricaturas originales no era una costumbre: más bien un hábito excepcional. No obstante, con las exposiciones se demostraba que algunos de los dibujantes de prensa, los de los muñequitos, eran tan artistas como los aceptados o los renegados entonces por ciertas cúspides académicas en el terreno del grabado, la pintura y la escultura. Por eso, las exhibiciones sobre caricatura cubana nos articulan un universo interesante que debemos tener en cuenta, a pesar de que muchísimos de esos originales hoy día estén perdidos para la historia.
José Lezama Lima tampoco figuró de la mano de Juan David en una exposición antes del 59. Cosa extraña, puesto que Lezama como editor fue uno de los primeros en defender al caricaturista cienfueguero que, en 1937, exhibía por primera vez en La Habana. Justamente, en el año de su segundo nacimiento público como caricaturista, Lezama aceptó y entendió que esa muestra tenía fibra y requería un posible eco editorial. Guy escribió del asunto, que era casi como decir el mismo Lezama. Por eso Verbumtomó partido, aunque no fuese una revista conocida, a diferencia de varias fuentes periódicas del momento, de las cuales a veces ignoramos lo expresado sobre la muestra Exposición de caricaturas de David(Lyceum, La Habana, mayo, 1937). En el presente resulta conveniente citar a la primera de las revistas de Lezama, entre otros motivos, por la precisión de los criterios esgrimidos sobre la citada exhibición de Juan David: con ella se demostró que “la caricatura no es propiedad exclusiva de los semanarios políticos, y que puede aspirar a ser obra definitiva y de valor”.1
No conocemos un texto temprano, ni tardío, de Lezama sobre su parecer referente a nuestra caricatura o al menos sobre uno de sus representantes. De ambas cosas tuvo sus criterios, pues además de lector de caricaturas fue un espectador de ellas.
Para David el poeta-inmóvil entra en su reino visual, según algunas pruebas, después de 1959. Lo esbozará infinidad de veces hasta lograr el gesto y la postura poética, esos que su ojo exigía. No obstante, la relación Lezama-David rebasa a la esfera de la caricatura. Me inclino por la más sorprendente y enigmática: entre uno de los núcleos de los papeles de Juan David existe una guía del orden de todos ellos y, en una parte de ese listado, es inevitable que la mirada se detenga y comiencen, en ese preciso instante, las fabulaciones. Resulta que hay constancia de una posible relación epistolar entre el poeta y el caricaturista. A la inversa no conocemos de la existencia de ninguna carta. Asumamos que se trate de una misiva. ¿Será solo una?
Quisiera también pensar en otra posibilidad menos ficticia: que al dorso de una de las maravillosas caricaturas exhibidas en los años 50 por David(2) existiera un Lezama desechado, aunque esbozado, no importa si a medio terminar. Solo que estuviera. Es una doble esperanza… cultural.
Por lo pronto, voy en busca de la epístola perdida. Es un escrito desconocido de José Lezama Lima (3) un (gran) inédito para sus obras completas.
*Versión abreviada de “Horizontes inadvertidos de un dibujante”, uno de los ensayos que integran el conjunto de homenaje editorial (4) por el centenario de Juan David (1911-1981) y que, en 2011, publica La Gaceta de Cuba(No. 4, julio-agosto).
Notas
1 Guy Pérez Cisneros: “David, caricaturista”, Verbum, La Habana, año I, No. 1, junio, 1937, p. 69. Este texto ha sido incluido en el libro Las estrategias de un crítico. Antología de la crítica de arte de Guy Pérez Cisneros. Prólogo de [Graziella] Pogolotti. Selección y notas de Luz Merino Acosta. Editorial Letras Cubanas, [La Habana], 2000, pp. 77-80. (La cita en p. 79).
2 Me baso en lo que pude ver al dorso de una de sus más célebres autocaricaturas (Yo, 1952, tempera sobre cartulina, 68.9 x 56.2 cm): apunte o boceto, una caricatura, hecha al pintor Mario Carreño. Por tanto, esta sobredimensionada cartulina tiene dos obras originales: una visible y, una segunda, desconocida. Si de los pintores de la “antigüedad” aparecen a cada rato trazos y composiciones debajo de varias capas de pigmentos en la pieza asumida, en un caricaturista como Juan David, las posibles otras imágenes podrían estar en la cara restante. Entonces, atención con los dorsos de sus originales.
3 Nota de 2021. Indagando, reagrupando pistas de lo que fuera el Archivo Juan David –en esencia, su papelería, hoy día dispersa en distintos conjuntos–, gracias a eso di con esa pista cultural y pude leer el contenido de la breve carta de Lezama a David. Es una hoja mecanuscrita y, al final, se visualiza larúbrica en tinta oscura de Lezama Lima. Está fechada el 6 de agosto de 1966. Por supuesto, prosigue inédita.
4 Se titula “En los cien de Juan David”, consta de tres textos entre las páginas 34 y 42 y así comienza su nota introductoria: “A propósito del primer centenario del natalicio de Juan David Posada (1911-1981), tres de nuestros colaboradores han escrito sobre quien está considerado uno de los más originales e importantes caricaturistas personales de Cuba. Por consiguiente, de su arte, nos ofrecen particularidades y juicios muy diversos Jorge R. Bermúdez, Ciro Bianchi Ross y Axel Li. Sus acercamientos ilustran al dibujante que fue capaz de maravillar, tanto con las líneas y el color, como por medio de retratos humorísticos y otros esbozos más libres.David nos acompaña, es un eslabón singular en y para nuestra cultura, pues varios de sus trazos fijaron el rostro artístico de centenares de cubanos célebres –sobre todo– de muchas ramas (televisión, radio, prensa, política, artes visuales, literatura, música, danza…). Con este dosier, coordinado por el último de los autores antes citados, hemos buscado el principio de la utilidad desde la exégesis y el recuerdo, aunque bien pudo tener otra estructura: Juan David presentado desde algunas porciones de su propia papelería, hoy un tanto dispersa. La idea quedará como una iniciativa futura, porque varias son las puertas que hay que tocar para alcanzar un sueño así. Y cuando nuestro editor invitado tocó a las de Bianchi y Bermúdez, enseguida dieron el sí. Tenían sus motivos para hacerlo, aun cuando jamás tuvieron su propia caricatura hecha por el diestro artista. Sobre todo Ciro Bianchi, que sí lo trató, y casi llega a ser su primer biógrafo.La celebración por el centenario de Juan David había comenzado a finales [de 2010] con la exposición colectiva Así lo vieron (Museo del Humor, San Antonio de los Baños, 9 de diciembre de 2010-15 de febrero de 2011). Tendría una continuidad en el contexto de la XVII Bienal Internacional de Humorismo, de [2011], con una muestra de varios de sus originales en el mismo San Antonio de los Baños, un mes antes del 25 de abril, día de su onomástico.En las páginas de La Gaceta de Cuba, una y otra vez, ha tenido y tendrá una presencia vital y visual este genial David: preciso, experto e inimitable en el arte de la caricatura personal. Prácticamente el único caricaturista cubano que algunos (in)expertos coleccionistas se deciden a colgar en las paredes. ¿Por qué?
Ilustración de portada: LAZ
Buenas tardes Axel. Tengo en mi posición una caricatura original de Juan David de Gabriel García Márquez. Y estoy interesado en venderlo. Quisiera de tu parte me informes dónde podría hacerlo. Atte Carlos Baptista
Señor Carlos: como crítico de arte me interesaría ver, al menos, una referencia visual de su pieza. Como no galerista, poco podría auxiliarlo quizás en su pedido. [Mi correo: saintpaullia2@gmail.com].
Ha lanzado usted una botella al ‘océano digital’, algo que me recuerda además una anécdota asociada con el ‘océano impreso’: en un ejemplar de la vieja revista OPINA fue promocionada/anunciada hace décadas una cerámica de Portocarrero de los años 50, pues estaba en venta. Era una bella pieza original y, desde entonces, la atesora un emblemático creador de nuestras artes visuales.
Juan David dibujó más de una vez a García Márquez. Al parecer, tiene usted una de esas teselas.