El compositor y pianista, el maestro José María Vitier García-Marruz, tiene asegurado un lugar cimero dentro del quehacer musical contemporáneo cubano y su trabajo abarca un amplio abanico de medios de comunicación: ha escrito obras para televisión, teatro, cine y radio y varias de sus composiciones están basadas en canciones populares o en versos de relevantes poetas. Su obra se caracteriza por un profundo lirismo matizado con sonoridades que vienen del rock, el jazz y la trova, así como una asimilación creadora de la tradición clásica europea.
No solamente es un gusto sino un aprendizaje intercambiar con el maestro Vitier, hombre que tiene la fortuna de provenir de una de las familias cubanas más honestamente patrióticas y dignas: su padre el poeta, ensayista y cítrico Cintio Vitier y su madre la también destacadísima poeta, Fina García Marruz.
-En estos tiempos de “estar en casa”, ¿ha variado su rutina ante el teclado?, ¿acaso ahora le dedica más tiempo al ejercicio diario?, ¿cuántas horas del día invierte en ello?, el aislamiento ¿ha sido para bien o para mal?
-En realidad el hecho de estar confinado no es una circunstancia nueva para mí. El trabajo como compositor me ha habituado a ese “estar en casa” por largos períodos de tiempo. Y así ocurre igualmente con mi rutina con el piano. Pero en ambos casos (en la creación y en el estudio) siempre suelo combinar esas rutinas caseras con frecuentes y breves “salidas” a cualquier parte, (cerca, dentro del barrio), y con cualquier motivo, o solo para desconectar y tomar distancia en lo que hago.
Podría decir que soy por naturaleza, sedentario pero, a la vez, inquieto, y el contacto con el entorno exterior estimula mi imaginación y me devuelve al trabajo más fresco. En este tiempo he extrañado eso, pero mi sistema de trabajo, básicamente no ha cambiado. El asunto del tiempo en este momento de mi vida tiene más que que ver con la calidad que con la cantidad de tiempo invertido. Dicho esto, prefiero pensar que el tiempo que dedico al “ejercicio diario” no suelo contarlo en horas. La música -como el amor-, te lleva “el Tiempo, todo el Tiempo”.
-¿Qué experiencia ha sacado -está sacando- del presente aislamiento?
-La experiencia más importante para mí ha sido intentar un ejercer mi actividad como creador de un modo mucho más concentrado y sosegado. He dedicado mucho más tiempo a pensar y enfocar mis proyectos. Por otra parte, como miembro de la sociedad, en mi condición de artista, y en mi condición humana, la experiencia ha sido reveladora de las sombras y las luces del mundo globalizado que vivimos (un sitio realmente peligroso, pero al mismo tiempo, vitalmente hermoso y retador) y de cual es el papel que nos toca para tratar de preservar y extender solo las luces.
-Sé que ha quedado aplazado por la pandemia el estreno de Habana Concerto: un regalo sinfónico a La Habana en sus 500 años y un homenaje -desde el alma- al doctor Eusebio Leal, fallecido el pasado 31 de julio, ¿han continuado ensayando?, en cuanto a contenido ¿han variado en algo los temas con el paso de los meses?, ¿se ha ampliado desde la composición?
-Efectivamente, dos semanas antes de la fecha prevista para el estreno y grabación de mi obra Habana Concerto, la pandemia paralizó todos los planes. Ante la imposibilidad de ensayos masivos con la orquesta hemos convocado a los solistas y al director para hacer lecturas en casa de la obra, discutir detalles y madurar conceptualmente juntos diversos aspectos de su ejecución. La obra se ha beneficiado de estos contactos y ensayos. Y puedo añadir que en estos días he sacado partido de uno de los temas de Habana Concerto para crear una habanera, para voz y piano, con texto de mi esposa Silvia Rodríguez y, estoy procesando algunos otros fragmentos para versionarlos como piezas para piano solo, o en formatos de cámara.
-Sinceramente para usted, ¿qué ha sido lo más duro de este período?, ¿y lo más reconfortante?
-Lo más duro creo que tiene que ver con la separación física de mucha gente querida, el alejamiento forzoso, e, incluso, en los escasos contactos, la limitación impuesta a los hábitos del cariño. Ello unido a la incertidumbre de no saber cuanto ha de prolongarse esta calamidad. Frente a eso, lo positivo quizás sea que aprendamos lecciones de convivencia solidaria y buenvivir, de respeto al prójimo y a nuestro hábitat natural. Quiero pensar que esta experiencia confirme la percepción de que los problemas que afectan a la humanidad nos conciernen a todos y que una nueva conciencia global debe prevalecer sobre las cosas que nos separan.
-La soledad, la incertidumbre… ¡el miedo!, son sentimientos humanos que se experimentan en situaciones límites como la que vivimos hoy, ¿alguno de ellos ha primado en usted?, ¿será en el futuro motivo de inspiración para alguna obra, teniendo en cuenta que, a veces, de lo feo emergen cosas bellas?
-En estos días creo que todos hemos sentido, de un modo u otro, temor. Digo temor a lo que conocemos sumado al temor de lo que imaginamos, (quizás el peor de todos). Es humano y natural. Nadie quiere sufrir ni ver sufrir. Ese temor es una expresión de sensibilidad. El problema no es tener miedo de algo. El problema es que se vuelva un signo de impotencia e inacción, y perdamos ese don humano que convierte el temor en el valor de comprender y de actuar. Pero a la hora de crear trato de enfocarme de un modo absolutamente positivo.
Mencionas la soledad… Aquí podría deslindar la soledad “impuesta” por las circunstancias de la soledad “elegida” por el espíritu. La primera es dolorosa. La segunda, un dato a favor de la creatividad. Y esa soledad es una condición esencial de la entrega amorosa y artística. (Publicada en la web de Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau).