Por Elsa Blaquier
Hoy 8 de marzo, día dedicado en el mundo a la Mujer, me puse a pensar donde quedó aquella adolescente tímida en extremo, quien con quince años presenció admirada la alborada de aquel enero cuando Fidel hizo su entrada triunfal en La Habana. Creo que todo comenzó al escuchar su discurso memorable en Ciudad Libertad tras la apoteosis de un pueblo enardecido vitoreándolo en su recorrido desde el oriente cubano hasta la capital.
En ese mismo instante inició mi transformación acelerada de una jovencita que cambió los zapaticos de finos tacones y vestidito de saya amplia agrandada con los almidonados ruedos de tul dictados por la moda de entonces, por unas rústicas botas negras, con holgado pantalón bombacho verde olivo y una varonil camisa de mezclilla azul, en la que nunca faltó el toque femenino de una larga trenza rubia que sobresalía de la boina primero negra y después verde oliva, pero siempre colocada con gracia por la manos que sostenían firmes la metralleta checa o el pesado fusil en los acuartelamientos de los años 60, Girón y la Crisis de Octubre y hasta como alfabetizadora popular, en el propio batallón de milicias femeninas “Lidia Doce”.
El tiempo y la vida cambió el uniforme de miliciana por el de soldado e hicieron que disciplina, responsabilidad, abnegación, sacrificio, amor, alegría de ser madre, renunciamiento y dolor de perder a un ser amado, no fueran meras palabras y se enraizaran en el aprendizaje de la vida y el convencimiento de que por qué se lucha.
La alegría que me trajo aquel enero de 1959 no solo me desató las ataduras de las desigualdades sociales y de género, también liberaron las mentales, vencieron mi timidez e hicieron crecer el valor de enfrentar todos los riesgos. Las Fuerzas Armadas fraguaron mi carácter como el de miles de jóvenes que, como yo, estudiaron desde sus filas. Así llegó el día inesperado cuando visitó mi unidad un joven suboficial y dio como único nombre Lisanka, la primera reportera y corresponsal de guerra en las FAR, quien me inoculó el bichito del periodismo. Meses después daría los primeros pasos en esa carrera.
No salía de mi asombro cuando fui designada como reportera de la Revista Verde Olivo, órgano de prensa fundado por el Che, Camilo y Raúl, y formé parte de un colectivo singular donde los más experimentados no escatimaban compartir trabajos y enseñanzas con los novatos. Cada jornada era un día de aprendizaje donde todos podían recibir consejos, una felicitación o una crítica por su desempeño, pero siempre con respeto y ánimo de ser mejores.
Muchas fueron las misiones cumplidas en más de 25 años en esa publicación, pero ninguna me marcó tanto como la de ser designada al frente de un grupo de periodistas de órganos nacionales que reportarían la guerra en Angola. Miguel Hernández, con Orlando Cardona, de Granma; Omar George y Omar de la Cruz, de la televisión, Ariel Terrero, con el inefable Gaspar como fotógrafo, de la revista Bohemia, Roberto Palazón, de Radio Habana Cuba y Cesar Fernández, por la Radio Cubana, conformaron el grupo junto al cual recorrí gran parte del territorio angolano.
Algunos jóvenes, otros experimentados, pero todos decididos a transmitir al pueblo las experiencias que vivían las tropas cubanas en los días de los cruentos combates de Cuito Cuanavale. Yo, la única mujer del grupo, ya con grados de mayor y muy cerca de los 45 años, debía organizar su labor y enviar a Cuba sus trabajos. Allí me enfrenté a la encrucijada de ser jefe o periodista, y decidí optar por las dos variantes, como había aprendido en mi Revista, donde todos escribían.
Con traje de camuflaje, fúsil, grabadora, cámara, libreta de notas y el infaltable lápiz o bolígrafo recorrimos de Cabinda a Cunene junto a las fuerzas que avanzaban arrolladoras, decididas a derrotar la invasión del régimen del apartheid y lograr la liberación de Namibia.
En Cuito o en Cahama, en Cabinda o en Menongue, Huambo, Luena, Lubango, Malanje, Mozámedes, Donguena, Xangongo y muchísimos lugares más donde se libraban combates, pudimos ver las delgadas y juveniles figuras de Katiuska Blanco y Ledys Camacho, la sonriente presencia de Pastor Batista y Alberto Núñez o el serio rostro de Luis Lino Hernández. Siempre dispuestos a entrar en el combate e informar sobre la bravura de nuestras tropas terrestres, artilleros, tanquistas, zapadores, exploradores o pilotos.
Muchos fueron los calurosos días y las frías noches compartidos en los improvisados refugios entre la maleza semidesértica, a los que denominados Quimbo Press. Allí, junto a los también muy jóvenes camarógrafos de los Estudios Fílmicos de las FAR, vivimos alegrías y tristezas y sobre todo, aprendimos juntos la redacción de un periodismo de guerra, unido a las lecciones de solidaridad, compañerismo, modestia, abnegación y valentía que cada jornada nos daban nuestros soldados.
Hoy, en la distancia de los años, cuando escucho los cantos de los que intentan hacernos renunciar a nuestra historia, transformaciones, logros y glorias conquistadas, no me cabe otra respuesta que reiterarles la decisión de este pueblo y en especial de sus mujeres, de seguir luchando hasta nuestro último aliento, convencidos de que Venceremos.
(Imagen destacada: Esta foto de Korda fue portada a toda plana del periódico Revolución en 1960. La autora está en el centro de la imagen.)
Bravo por Elsa Blaquier, Felicitaciones en el Día de la Mujer para una periodista ejemplar, en todos los frentes; para una combatiente de todas las épocas. Ejemplo para los Pinos Nuevos del periodismo . Gracias a Cubaperiodistas por publicar la vida de una mujer del pueblo que escogió el periodismo como trinchera para defender la causa de los humildes y para los humildes y no olvidar nunca sus raíces.
Venceremos! Y conquistaremos toda la justicia social y la felicidad para nuestro heroico pueblo!