A tres semanas de la Cumbre de las Américas en Panamá la Subsecretaria de Estado para América Latina, Roberta Jacobson, debería estar concentrada en la preparación de ese evento, el más importante para su país en el subcontinente. Sin embargo, pareciera que lo que más ocupa a la funcionaria es el restablecimiento de las relaciones con Cuba que no es lo mismo pero es igual.
La tercera ronda de conversaciones con ese objetivo concluyó en la capital cubana este 17 de marzo. La cancillería cubana dijo que el encuentro “se desarrolló en un clima profesional” y la portavoz del Departamento de Estado Jen Psaki afirmó en su habitual rueda de prensa:
“… la discusión de ayer fue positiva y constructiva y se llevó a cabo en una atmósfera de respeto mutuo que se centró en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y la reapertura de embajadas. Ciertamente, pueden haber tenido progresos en sus deliberaciones, pero no voy a dar lectura a eso específicamente. Creemos que habrá muchas más discusiones.”
Antes de que se celebrara esta tercera ronda de conversaciones una fuente del Departamento de Estado no identificada había dicho en rueda de prensa telefónica: “”Vamos a hablar, a pulir lo poco que queda”. Jen Psaki incluso llegó a decir sobre la visita de la señora Jacobson: “Su atención se centra en arremangarse la camisa y tener conversaciones difíciles y completar el trabajo”.
Las conversaciones que acaban de concluir en La Habana llamaron la atención por dos cosas: su cercanía con la segunda ronda efectuada en Washington el pasado 27 de febrero y su hermetismo comunicacional, contrastante con las nutridas conferencias de prensa de ambas partes en los encuentros anteriores. Preguntada sobre si la decisión de no tener acceso a los medios de comunicación “tiene algo que ver con el contratiempo con Venezuela”, la señora Psaki respondió negativamente. Cierto o o no, es obvio que luego del atolladero en que ha colocado a sus relaciones con América Latina la orden ejecutiva de Barack Obama, declarando a Venezuela una “amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos”, Washington necesita mucho más que antes llegar a la Cumbre de las Américas en Panamá con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba.
Los efectos para Estados Unidos de la decisión sobre Venezuela no pueden haber sido peores. Buscando complacer a los sectores anticubanos del Congreso con asiento en Miami, disgustados con el acercamiento a Cuba, Barack Obama ha caído en una trampa cuyos resultados están a la vista. Dio razón a las denuncias del Presidente Nicolás Maduro sobre la injerencia de Estados Unidos en Venezuela y la participación de la embajada estadounidense en Caracas en un complot contra su gobierno. También ha fortalecido internamente al gobierno de Maduro, obligando hasta que sectores opositores critiquen la postura estadounidense. La fracción parlamentaria de la opositora Mesa de la Unidad Nacional llamó a Washington “a hacer la imprescindible distinción entre sanciones a un país y sanciones a unas personas” y en otra declaración afirmó preferir “la acción preventiva que implica el acatamiento de los métodos, reglas e instituciones que la comunidad internacional dispone dentro del derecho, que acciones sancionatorias unilaterales”.
En la política exterior, Maduro ha sido respaldado por UNASUR, y acaba de concluir una Cumbre del ALBA en Caracas que llama al respaldo en Panamá de CELAC y UNASUR a Venezuela.
En Cuba, la acciones contra Venezuela han barrido cualquier signo de simpatía que el discurso de Barack Obama del pasado 17 de diciembre pudo haber despertado en algunos. Las sanciones contra Caracas han movilizado el antiimperialismo de los cubanos, con decenas de miles de familiares trabajando como colaboradores de la salud, el deporte y la cultura en Venezuela, y les han demostrado que tener relaciones diplomáticas con Washington no es sinónimo de paz ni garantía de que cesen las agresiones desde allí.
El respaldo explícito y contundente del gobierno cubano a Nicolás Maduro -antes de la participación del Presidente Cubano en la Cumbre extraordinaria de este 17 de marzo en Caracas, donde estuvieron en menos de una semana también el canciller cubano y el Primer Vicepresidente Miguel Díaz Canel-, además de los dos mensajes de Fidel a Maduro, han fortalecido la imagen internacional de Cuba y a lo interno han borrado cualquier duda sobre concesiones de principios a Estados Unidos en las negociaciones en curso. Raúl ha dejado clarísima en Caracas la posición que Cuba llevará a Panamá:
“Estados Unidos debería entender de una vez que es imposible seducir o comprar a Cuba ni intimidar a Venezuela. Nuestra unidad es indestructible .
“Tampoco cederemos ni un ápice en la defensa de la soberanía e independencia, ni toleraremos ningún tipo de injerencia, ni condicionamiento en nuestros asuntos internos.
“No cejaremos en la defensa de las causas justas en Nuestra América y en el mundo, ni dejaremos nunca solos a nuestros hermanos de lucha. Hemos venido aquí a cerrar filas con Venezuela y con el ALBA y a ratificar que los principios no son negociables.”
“Para defender estas convicciones, asistiremos a la VII Cumbre de las Américas. Expondremos nuestras posiciones, con firmeza, claridad y respeto. Rechazaremos con determinación toda tentativa de aislar y amenazar a Venezuela y reclamaremos el cese definitivo del bloqueo a Cuba.
“La sociedad civil cubana será la voz de los sin voz y desenmascarará a los mercenarios que presentarán allí como sociedad civil de Cuba y a sus patrones.”
Mientras los aliados de Estados Unidos en Europa y Japón se acercan a Cuba de manera creciente -el Vicepresidente Ricardo Cabrisas acaba de ser recibido en Tokyo con todos los honores, cancilleres de varios países europeos visitan la capital cubana y el presidente francés vendrá en Mayo- Washington se aísla en Latinoamérica.
La Casa Blanca necesita, ahora mucho más que antes, cumplir su objetivo declarado de llegar a la Cumbre de las Américas en Panamá con las relaciones diplomáticas restablecidas con La Habana, un regalo que fortalece las posiciones cubanas en las negociaciones. Es comprensible entonces que Roberta Jacobson esté apurada en sus gestiones, porque, gracias a la torpe decisión sobre Venezuela, Barack Obama ya no tendrá allí un tema conflictivo con Latinoamérica, sino dos.
Como cada vez que Washington se ha aliado a los duros de Miami -Bahía de Cochinos, Watergate, Irán-Contras, el caso del niño Elián González, juicio a Los Cinco…- más temprano que tarde termina perjudicado. ¿Cuándo aprenderán?
Fuentes: CubAhora /La pupila insomne