Esta entrevista es con un español multifacético. Árbitro Internacional, organizador del torneos, coleccionista de todo lo relacionado con el juego ciencia, y un retratador de ajedrecistas. Se publicó el 17 de marzo de 2002 y esa página de Juventud Rebelde formó parte de su colección, exhibida durante la olimpíada ajedrecística de Calviá (España) 2004.
Los campeones mundiales y demás ajedrecistas de la élite lo saludan como si fuera de la familia, y de hecho lo es, porque Gregorio Hernández lleva nada menos que 40 años tomándoles fotos, torneo tras torneo, como el de Linares, que es la meca entre ellos. Ha estado en cinco olimpíadas, Niza’74 la primera, y en varios matches por la corona a partir del de Karpov-Korchnoi en Merano’81.
Acudió a La Habana al frente de una delegación de ajedrecistas de las Islas Canarias, donde nació y siempre residió.
-¿Cuántas imágenes de ajedrez has logrado?
—Tengo más de 40 000 en negativos.
-¿Has retratado a todos los famosos?
—De los genios contemporáneos solo me falta uno.
-¿Y quién es ese que se te ha escapado?
—Ese es Robert Fischer.
(Ya es momento de revelar algo curioso: Goyo no es fotógrafo. Profesional, quiero decir. Y ya escribí Goyo, sin antes advertirles que así le dicen algunos de sus amigos en el mundillo ajedrecístico. Otros le llaman Yoyo. Lo conocí en la Olimpíada de Dubai 1986, donde oficiaba como juez. Es Árbitro Internacional desde 1983.)
-¿Alguien se ha negado a que lo retrates?
—Zukerman, Gran Maestro norteamericano. Jugaba una partida con el italiano Stéfano Tatai en 1974. Cada vez que intentaba fotografiarlo, se ponía las manos delante del rostro, hasta que me molesté y exclamé ¡qué cochino! Le preguntó a Tatai qué significaba eso. Se lo tradujo y entonces me prestó atención, diría que demasiada: se me acercó y me dijo que escogiera armas para un duelo.
-¿Cuáles escogiste?
—Las de la indiferencia. No le hice caso, pero eso sí, le hice la foto, porque un fotógrafo puede no batirse, pero nunca se puede rendir.
-¿Ahora utilizas cámara digital?
—Nada de eso. Sigo siendo romántico. No me separo de mi Nikón 90X. Y lamentablemente hago las fotos en colores que es la tecnología actual, porque las fotos propias para el ajedrez son las de blanco y negro, como el tablero y sus piezas.
-¿Cuáles son tus fotos favoritas?
—Las de mis amigos.
-¿Es difícil retratar a Kasparov?
—Algo, porque evita sentarse en los primeros cinco minutos, sin embargo, no pone reparos en ser fotografiado. Nunca he tenido ningún percance con él y si bien no es de mis allegados, nos saludamos normalmente.
(Desde 1980 la Federación Internacional de Ajedrez (Fide) estableció regulaciones para los fotógrafos en los torneos: solo pueden retratar dentro del salón con flash en los 15 primeros minutos de la ronda inicial y durante los cinco primeros minutos en las demás rondas, lo que ha virtualmente extinguido las fotos espectaculares y curiosas en la especialidad)
-¿Cómo te las ingenias para obtener imágenes de los momentos cruciales y no las estáticas —casi posadas— del inicio?
—Lanzo el flash desde el público. La fotografía es un testimonio tan importante del ajedrez como la partida misma. Los organizadores deben dar facilidades, porque no es lo mismo tomar una foto cuando hay expresiones, que cuando no las hay. Por eso en los torneos que organizo, mis colegas disponen de mucho más tiempo. Es bueno para el torneo que queden la mayor cantidad de imágenes para la historia.
-¿Dónde has publicado tus fotos?
—En periódicos, en todas las revistas especializadas españolas, también en las de Italia, y entre otras en la famosa New In Chess.
-¿Cuándo empezaste tus trajines con la cámara?
—En mi época de estudiante (Ingeniería técnica, en la rama mecánica), en 1968.
—Además de publicar, ¿has expuesto?
—Se exhibió una muestra personal, titulada 20 años de Karpov y otras han figurado en salones colectivos.
— ¿Tienes preferencia afectiva por algún ajedrecista?
—Por el búlgaro Veselin Topalov. Es como mi hijo adoptivo. Ha vivido en mi casa. Cuando nadie lo conocía lo llevé a España, donde demostró su fuerza y no solo ganó popularidad, sino que ascendió a los primeros planos.
—¿Otros amigos en la élite?
—Casi todos. Luego de Topalov, tal vez Karpov el que más. Ha estado tres veces en mi casa. Anand es estupendo. Cada vez que le pido un autógrafo para alguien, me gasta la misma broma: — ¿Es para negocios? Otro muy allegado es Shirov.
—Entre fotografía y ajedrez, ¿qué escoges?
—Es como elegir entre un hijo y una hija. (Goyo tiene tres hijos, que también gustan del ajedrez. El mayor, Agudín Gregorio Hernández, fue en 1995 el Árbitro Internacional más joven del mundo, con 19 años).
-¿Fuiste ajedrecista?
—Muy malo, pero tanto amo el ajedrez, que por eso me hice directivo. A los ajedrecistas lo que más les gusta es jugar y alguien tiene que organizar.
—Habida cuenta de que eres director técnico de la Federación Canaria -que presidiste entre el 86 y el 94— y que trabajas en el departamento de obras y materiales en un banco, ¿qué es para ti la fotografía?
—Un hobby muy útil que me ayudó en los estudios y hasta a sobrevivir. La fotografía y el coleccionismo son mis hobbies.
—Es famosa tu colección Locura de ajedrez. Háblale de ella a los lectores.
—Es única en el mundo. Como e! marketing y la publicidad se aprovechan del ajedrez para dar a conocer muchos productos, mi colección tiene de todo, además de los elementos que genera la propia actividad. Tengo documentos antiguos como cartas entre Aliojin y Reti, así como sellos, medallas, filmes, vestimenta, piezas, desde luego fotografías… y cuanto se pueda y hasta no se pueda imaginar. Se enriquece con donaciones espontáneas de amigos y hasta desconocidos que entran en contacto con ella. Ha sido expuesta, en parte, en España, Alemania, Suiza y Suecia.
-¿Qué te gusta más: retratar, arbitrar, organizar, jugar…?
—Ahora, mostrar mi colección. Me provoca un gran placer, por las diversas reacciones del público.
—He sabido que tu casa tiene nombre. ¿Cómo se llama?
—Chess House #11. Está decorada toda con ajedrez, ya sean tapices o alfiles. En el jardín hay un tablero de cuatro por cuatro metros. Hasta mis perros son cómplices: se llaman Dama y Chess. Pero tengo amigos que dicen que el mérito es de mi mujer, Marian, porque soporta semejante locura.
—El ajedrez ha evolucionado mucho en los últimos tiempos. ¿Cómo lo vislumbras para el futuro?
—Se ha agilizado, pero debe hacerlo más. Si vas a un teatro, a un cine o al fútbol, el nivel de atención en el espectáculo dura entre dos y media y tres horas. El ajedrez moderno debe ir por ese camino. Yo fijaría las partidas en una hora para cada rival, más 30 segundos adicionales por jugada.
— ¿A mano en el recuerdo alguna anécdota seria?
—Una vez un ministro español al que fui a ver hizo una mofa sobre un muchacho que pasaba distraído y desaliñado, lo que me desagradó y le dije: pues yo le profeso todo respeto y usted también debería hacerlo, de admirar la inteligencia, porque ese que va por ahí es más que un hombre: es un genio. Se trataba de Vasili Ivanchuk.
— ¿Es para ti habitual este juego de respuestas o acaso soy el primero en entrevistarte?
—Me han hecho muchas entrevistas, por varios motivos, principalmente mis exposiciones, pero esta es la primera por ser fotógrafo de ajedrez.
(Lamentablemente Goyo falleció de cáncer el dos de febrero de 2010 a los 66 años. Desde 2012 se juega un torneo con su nombre para rendirle homenaje en Gran Canaria.)