Las razones de la admiración profesada por los periodistas cubanos hacia Eusebio Leal Spengler son muchas; entre otras, por su comprensión del papel de la prensa en la sociedad, como fuente de investigaciones futuras y motor del presente que mueve corazones.
Desde joven, se hizo familiar su visita a las redacciones de la capital, con una nota para publicar o el comentario sobre un acontecimiento inminente en las obras de restauración de La Habana Vieja. Con el tiempo su propia vida se fue haciendo noticia cada vez más, y su Oficina en generadora de contenidos que en la actualidad constituye un dinámico complejo multimedia, de gran impacto cultural y noticioso, que incluye la emisora Habana Radio, las colecciones de la editorial Boloña y la presencia en las más importantes plataformas web.
Comunicador excepcional, contagiaba por su capacidad de trasmitir ideas, de conmovernos con sus imágenes del pasado glorioso de la Patria, con palabras que nos hacían sentir orgullosos de la historia de Cuba y de la América Nuestra. Cada vez que la Unión de Periodistas de Cuba tocó a su puerta nos respondió afirmativamente.
Tres valiosas edificaciones posee la organización en El Vedado ─que al decir de Leal es “uno de los espacios mejor diseñados y más nobles de nuestra ciudad, sin el cual no podría interpretarse esta y su universo”─, entre ellas la Casa de la Prensa, en 23 e I, construida en 1926, en cuyos jardines, como homenaje al 115 aniversario del periódico Patria, se inauguró la escultura de un Chac Mool, de René Negrín.
El artista cubano tomó como referencia un autorretrato del propio José Martí, quien se había dibujado a sí mismo como ese Dios maya identificado con la lluvia y la fertilidad. “Es que Martí se vio en Chac Mool y, sintiéndose Chac Mool, se vio América», señalaría Eusebio al hablar allí ese día. En la ceremonia de inauguración de ese monumento a nuestro Héroe Nacional, recuerdo el simbolismo de la presencia de jóvenes becarios de México y Guatemala, países con esa cultura, y el final emocionante de Omara Portuondo que nos cantó La Era, de Silvio Rodríguez.
A pocas cuadras de allí está el hostal El costillar de Rocinante, donde radicara la oficina urbanizadora del viejo reparto capitalino, que surgió de la parcelación de una finca del Conde de Pozos Dulces; y al frente, calle G de por medio, la casona del Instituto Internacional de Periodismo “José Martí”. En ambas han estado la pasión restauradora de Eusebio Leal en persona, de sus asesores y especialistas.
El diplomado internacional Medios para comunicar el patrimonio, organizado anualmente por el Instituto de Periodismo y el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana, encontró un entusiasta impulsor en el Historiador de la Ciudad, quien solía encabezar las graduaciones y hablarles a los participantes, periodistas de América Latina y de Cuba la mayoría.
Su decisión de rescatar el panteón de la antigua Asociación de Reporters de La Habana, en ejecución en el Cementerio de Colón, podrá dar respuesta a un viejo reclamo de los afiliados de la capital.
Pero hay una obra, sencilla por sus dimensiones, pero profunda por ser expresión del sentimiento independentista cubano, surgida a raíz de habérsele planteado a Eusebio la idea de plasmar en una tarja, a la entrada del canal de la Bahía de La Habana, el poema completo de Bonifacio Byrne Puñales “Mi Bandera”.
El patriota matancero y periodista lo escribió el mismo día de su regreso del exilio a Cuba en 1898, cuando desde el barco vio indignado la bandera de Estados Unidos izada sobre la fortaleza de El Morro.
A las pocas semanas, la propuesta se había concretado, y el 8 de abril de 2002, horas antes de reunirse el V Pleno Nacional de la UPEC, al que asistiría Fidel, un grupo de participantes de todo el país, nos reunimos junto al Castillo de La Punta para develar los vibrantes versos fundidos en bronce.
Al dirigirse a los presentes, Eusebio Leal agradeció a la Presidencia de la UPEC la idea de haber sugerido la realización de este monumento, al autor de la obra, el escultor español Antonio Grediaga, a los trabajadores de la Empresa de Monumentos y a su directora, Perla Rosales, quien escogió la piedra que sostiene la placa.
Ahora cada visitante, tras finalizar la lectura en la tarja solo tiene que levantar un poco la vista hacia donde lo hizo Bonifacio Byrne, solo que esta vez todos miramos con orgullo cómo flota, más independiente que nunca, la bandera de la estrella solitaria, de la estrella escapada, como la calificara Eusebio, del oscuro cielo imperialista.
“Mi Bandera”
Bonifacio Byrne
Al volver de distante ribera,
con el alma enlutada y sombría,
afanoso busqué mi bandera
¡y otra he visto además de la mía!
¿Dónde está mi bandera cubana,
la bandera más bella que existe?
¡Desde el buque la vi esta mañana,
y no he visto una cosa más triste… !
Con la fe de las almas austeras,
hoy sostengo con honda energía,
que no deben flotar dos banderas
donde basta con una: ¡la mía!
En los campos que hoy son un osario
vio a los bravos batiéndose juntos,
y ella ha sido el honroso sudario
de los pobres guerreros difuntos.
Orgullosa lució en la pelea,
sin pueril y romántico alarde;
¡al cubano que en ella no crea
se le debe azotar por cobarde!
En el fondo de obscuras prisiones
no escuchó ni la queja más leve,
y sus huellas en otras regiones
son letreros de luz en la nieve…
¿No la veís? Mi bandera es aquella
que no ha sido jamás mercenaria,
y en la cual resplandece una estrella,
con más luz cuando más solitaria.
Del destierro en el alma la traje
entre tantos recuerdos dispersos,
y he sabido rendirle homenaje
al hacerla flotar en mis versos.
Aunque lánguida y triste tremola,
mi ambición es que el Sol, con su lumbre,
la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!
en el llano, en el mar y en la cumbre.
Si deshecha en menudos pedazos
llega a ser mi bandera algún día…
¡nuestros muertos alzando los brazos
la sabrán defender todavía!…