El último episodio de Trump contra Cuba es casi divertido. Después de más de 140 sanciones desde 2017, sin casi nada más que arrebatar a los cubanos e incumplida la promesa de disciplinar a la Isla comunista, se despide de la Casa Blanca con el acto ridículo de meter en su lista negra a la empresa que comercializa el café Cubita.
¿Ha habido alguna vez en la historia algún líder en el que la discrepancia entre el alcance global de su poder y la ridiculez de su persona haya sido más patética? Quizá algún emperador romano. Nerón, por ejemplo, quien, además de déspota, machista y pirómano, mandó asesinar a su madre, Agripina, parece que envenenó a su hermanastro, Británico, ejecutó a su primera esposa, Claudia, y mató de un puntapié a la segunda, Popea, en pleno embarazo. Pero tocaba la lira, y en el gusto por la música aventajó a Trump, aparte de que no se le habría ocurrido decretar el incendio de Roma y, a la vez, prohibir la circulación del vinagre, una bebida que mezclada con miel era tan popular en el Siglo I como el café ahora.
Los cubanos estamos tan hartos de Trump que el eco de lo que hace en estas últimas semanas de su presidencia nos llega amortiguado, rondando ya la ladera de la indiferencia. Después de haber cortado las remesas, los viajes de los norteamericanos y de los barcos petroleros, después de la persecución a empresas de terceros países y de las multas mil millonarias a los bancos que operaban con Cuba, casi nadie le ha dado importancia a esta ocurrencia contra la distribuidora de café. Y los que se enteraron, pusieron la anécdota al final de la larga cola de fracasos del Nerón gringo.
Acá la vida cotidiana convive con otros sones. El próximo 1 de enero sale de circulación el peso convertible (CUC) y Cuba iniciará su proceso de unificación monetaria, que ha tardado siete años en concretarse. Quedará una única moneda oficial, el peso cubano (CUP), con una tasa de conversión de 24 pesos por dólar, lo que han dejado mal parados los pronósticos de una severa devaluación de la moneda nacional. La llamada “Tarea Ordenamiento” viene acompañada a su vez por una reforma de salarios, pensiones y subsidios para las personas más vulnerables.
El presidente Miguel Díaz-Canel reconoció que el fin de la doble moneda no será “la solución mágica a todos los problemas” de la economía, pero “permitirá avanzar de manera más sólida”, en un contexto marcado por la crisis económica internacional, la Covid-19 y los efectos del bloqueo de Estados Unidos.
En este punto, los que se esfuerzan en ignorar las sanciones unilaterales del poderoso vecino contra la isla y sus operaciones abiertas y encubiertas, le dan la exclusiva del drama económico cubano a la burocracia y a la ineficiencia gubernamental, mientras que un capitalista de tomo y lomo como Patrick Chovanec, profesor de la Universidad de Columbia, ha recordado este martes que “no se niega la ayuda médica y humanitaria a una población debido a desacuerdos políticos, aun en la guerra”. (Por cierto, el ex Secretario de Comercio de la administración Bush, Carlos Gutiérrez, reaccionó instantáneamente al tuit de Chovanec: “¡Esto es lo que le hemos hecho a Cuba durante 60 años! Es hora de un cambio de política.”)