Quiero ser breve. Cuando Cristóbal Colón llegó a Cuba… Mejor paso unas páginas.
Esta es una ceremonia entre amigos, familiar, un pretexto para evocar y querer a Paco Prats, y para que ustedes como amigos nos acompañen, a su familia y a mí, a recibir este Premio que tanto merecemos… según el jurado.
De modo, querido Paco, que estás aquí con nosotros, emocionado y alegre, con tu nobleza, tu talento y tu ejemplo de trabajador incansable y compañero fiel, y continuándote en todos los muñequitos que seguiremos haciendo.
En cuanto a mí, muy con chaqueta amarilla, recuerdo la primera vez que entré a una sala de cine a los doce años, allá en mi pueblo. La función ya había comenzado y pasé de la luz exterior a las patas de unos caballos que se me venían encima. Eran los indios huyendo de El llanero solitario en el episodio de la semana. A continuación, algo que de tan verdad parece inventado o un programa preparado especialmente para mí por Luciano Catillo o Iván Giroud, vi La quimera del oro como mi primer largometraje. A partir de entonces mis rezos por una vida mejor siempre concluyen: “En el nombre de Chaplin, del hijo y del espíritu santo”. Quien tenga presente Una novia para David, la primera película que escribí, recordará que incluye una cita de este filme, el pasaje de las muchachas cuando visitan a Charlot en la cabaña y olvidan el guante, y que es mi homenaje personal a aquel instante de descubrimiento y asombro.
Ya lo he dicho antes y hoy es buena ocasión para repetirlo: a mí el cine cubano no solo me enseñó a ver películas sino también a ser cubano, a conocer y amar nuestra historia, a entender e incorporar el carácter mestizo de nuestra cultura e identidad, a amar los espacios físicos y espirituales, presentes y pasados, de nuestra patria, y a asimilar su carácter a ratos melodramático, a ratos trágicos y siempre humorístico. Como espectador, me colocó frente a un ejercicio sostenido de la libertad. Sentí la libertad en las creación de Lucía, en Memorias del subdesarrollo, en El hombre de Misinicú, en Madagascar, en Buscando a Chano Pozo, en Alicia en el pueblo de maravillas, en The Ilusion y A media voz, en La obra del siglo y en La profesora de inglés, y, lo más importante, la acabo de ver en el futuro, en los proyectos que participaron en la modalidad de Escritura y Desarrollo de la primera convocatoria de nuestro Fondo de Fomento del Cine Cubano y que serán los próximos títulos de nuestro cine.
Cuando llegué a La Habana a los dieciséis años y circunstancias que encuentran no biografía pero sí equivalencias en Una novia para David, como guajiro ante la gran e inhóspita urbe, me hice dos firmes propósitos: montar alguna vez en una guagua de cada una de las rutas existentes, y entrar a todas y cada una de las salas de cine de la ciudad que aparecían en el listado de la cartelera. Hoy bastaría con recorrer la calle 23, pero entonces no era tarea fácil. Creo que cumplí ambas aspiraciones por encima del noventa por ciento. No transité nunca de pasajero a conductor de guaguas, pero en algún modo pasé del espacio de los espectadores al de los cineastas y aquí me enamoré por segunda vez del cine: esta vez de los cineastas, de los que hacían las películas, y en particular de su sentido de libertad y la disposición permanente de defenderla y construirla cada día en la obra y la vida. Estoy orgulloso, contento, de ser uno más en este gremio. Y agradecido de que, con este Premio, me reconozcan como alguien que ha trabajado junto a ustedes.
Ya voy terminando. Sé que muchos piensan o comentan por lo bajo si me habré vuelto loco o se me habrá subido el Premio a la cabeza al ponerme esta chaqueta amarillla. La explicación la dejo para el final.
Me faltan los agradecimientos y un anuncio, que haré junto a mi colega el escritor y guionista Arturo Arango.*
De la mano de Paco, agradecimiento para todos, los que no están en la sala y a ustedes, tan amables y enmascarados como El llanero solitario y que han retado al Covid para acompañarme; un pensamiento especial para los directores que me han permitido trabajar con ellos, representados esta tarde por Gerardo Chijona; para los demás colaboradores de las películas, algunos tan grandes como ellas como José María Vitier, y para los actores y actrices –a quienes hay que mencionar aparte porque tienen su ego–, y que han representado para mí el imán, la mayor motivación y reto para acercarme al arte cinematográfico.
Sobre el cuadro que he recibido, ¿qué decir? He sentido admiración por la obra de José Omar desde siempre, y por José Omar y Vivian, su compañera. Ellos lo saben muy bien. José es un amigo de siempre en los avatares culturales. Incluso he deseado ganarme el Premio de Cine a ver si tenía la suerte de que me premiaran con una obra de José Omar, y ahora se hace realidad. Le buscaré la mejor pared de mi casa.
Un reconocimiento todavía más especial para Rebeca, mi cineasta inspiradora cotidiana e incansable, y uno final para un hombre latinoamericano y universal que unió como pocos las dos pasiones que también me acompañan, que apostó y trabajo muy duro por nuestro cine latinoamericano: Gabriel García Márquez, de quien en estos instantes me siento simbólicamente arropado porque llevo una chaqueta suya, ahora mía, amarilla como sus mariposas…
Ahora, según el guión, pueden aplaudir si lo desean.
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* Senel Paz y Arturo Arango anunciaron que, junto a la productora Lía Rodríguez, realizarán en el primer trimestre del año entrante la segunda edición del Taller 6g-Guiones Habana, esta vez con proyectos seleccionados entre los ganadores y participantes de las modalidades de Escritura y Desarrollo de la primera convocatoria del Fondo de Desarrollo del Cine Cubano, bajo el lema: “Esa película que vas a hacer en libertad, que tenga un buen guion”.