Llega el 3 de noviembre y un mundo expectante espera «noticias buenas» desde Estados Unidos.
Puede parecer imposible, tratándose del país que es, del gobierno que lo representa y del presidente que aspira a reelegirse —y lo puede lograr—aún cuando los calificativos contra él van desde «el más mentiroso en la historia de Estados Unidos», el «más inepto», que «merece juicio y condena por su irresponsable manera de atender la pandemia de la Covid-19» el «más cruel contra los inmigrantes», «racista número uno», etc, etc, etc.
En fin, este martes 3 de noviembre debía ser un día de esperanzas y de futuro, y ojalá lo sea, sin un Trump ocupando la Casa Blanca.
Veinticuatro horas antes de lo que puede llamarse «la hora cero en el día cero», el diario The New York Times calificó al presidente «Trump, como el mandatario que «puso al revés la política exterior estadounidense». Un agregado a su ya abultado currículo.
Cuando más de 93 millones de norteamericanos habían emitido el voto —por adelantado y por correo— la noticia de mayor impacto este lunes era la que mostraba, según las últimas encuestas, al demócrata Joe Biden, dominando la intención de votos en cuatro estados clave.
En Arizona el aspirante demócrata supera a Trump 49 por 43 puntos; en Florida la diferencia a favor de Biden es de 47 por 44; en Pennsylvania 49 por 43 y en Wisconsin 52 a 41.
Eso dicen las encuestas y reflejan los medios de prensa, pero también aparecen los vaticinios de Trump de que en la noche del martes proclamará su victoria.
De igual forma, los medios dan cuenta de que la Casa Blanca será protegida con una alta y no escalable valla metálica para reforzar la seguridad de Trump ante el temor de que se produzcan protestas violentas luego de conocerse el resultado electoral.
Y así se puede leer en un artículo del citado diario, en el que se desnudan al magnate presidente y a su par brasileño, Jair Bolsonaro, cuando se sostiene que ambos mandatarios «debilitaron las defensas sanitarias de América Latina contra la COVID-19».
Me impacta la afirmación, más si tengo en cuenta que en Estados Unidos a finales de octubre se rompía el récord de 80 662 contagios en un día y que durante toda la pandemia suman 8 millones 930 688 los enfermos con la COVID-19 y 228 830 los muertos.
Y en Brasil, los infestados con el virus superan los 5 millones 470 000 y más de 158 000 los fallecidos.
Luego de actualizar los datos de ambos países, me dispuse entonces a comentar el resto del artículo del Times.
El diario publica verdades que debemos divulgar y el mundo debe conocer.
Los dos personajes involucrados, Donald Trump y Jair Bolsonaro —este último conocido como el Trump del trópico— algún día corresponderán al pasado, no lo dudo. Y sus avales se recordarán por su irracionalidad, falta de ética, egocentrismo y el fundamentalismo, solo comparado con el nacionalismo devenido en fascismo de Hitler.
Vale detenerse en una cena, reunión, confabulación o como se le quiera llamar, sostenida por ambos el pasado 7 de marzo en una de las grandes propiedades de Trump en Florida, el palacio de Mar-a-Lago.
Allí, en pleno auge de la COVID-19 en Estados Unidos y sin que se tomarán medidas sanitarias de distanciamiento, uso de mascarillas, y otras, «cocinaron» parte de la feroz campaña contra la colaboración médica cubana.
El mandatario brasileño hacía gala de haber provocado la salida de más de 8 000 colaboradores de la salud cubanos que en Brasil habían salvado miles de vidas.
Parece que al «Trump del trópico» le gustó la frasecita de «trata de personas» y se unió al coro anticubano ensayado por Mike Pompeo y el propio magnate presidente de Estados Unidos.
Ni una sola referencia a los más de 28 millones de brasileños, de las capas más humildes y los lugares más intrincados de la extensa geografía, que quedaban totalmente desamparados luego de la salida de los galenos cubanos.
Menos aún importó a Jair que la pandemia de la COVID-19 ya era una realidad en su nación y las cifras de enfermos crecían por día. Incluso, muy poco caso hizo a que, luego de la reunión con Trump, 22 miembros de su delegación que asistieron a esa cita, regresaron a Brasil contagiados con el virus.
También el mundo debe conocer que con la ayuda del mandatario estadounidense, Bolsonaro convirtió a la hidroxicloroquina en la pieza central de la respuesta pandémica de Brasil, a pesar del consenso médico de que el fármaco es ineficaz e incluso peligroso, comenta el The New York Times.
Un mes después, Trump anunció una llamada telefónica con Bolsonaro, en la que Estados Unidos se comprometió a enviar dos millones de dosis de ese peligroso medicamento a Brasil.
Pero la coincidencia entre ambos gobernantes, además de formar parte del vulgar show anticubano en relación con la atención médica solidaria de la Isla con más de 100 países del mundo, tuvo su expresión financiera contra la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Recuerda el citado diario que «Trump, con la ayuda de Bolsonaro, casi lleva a la bancarrota a la OPS al retener los fondos prometidos en el momento más álgido del brote», en una medida que no había sido revelada anteriormente.
Recordemos que el presidente estadounidense, también sacó a su país de la Organización Mundial de la Salud (OMS), le retiró sus fondos y orquestó una campaña difamatoria contra esa institución de la ONU, tildándola de «pro China».
En relación con la ruptura de los convenios de salud de países como Brasil, Ecuador y Bolivia, que llevó a la salida de miles de médicos cubanos, que durante años garantizaron la atención a millones de enfermos, se advierte en el artículo que «los precarios sistemas de salud y las ciudades superpobladas hicieron que América Latina fuera muy vulnerable. Pero al expulsar a los médicos, bloquear la asistencia e impulsar curas falsas, Trump y Bolsonaro empeoraron la mala situación al desmantelar los mecanismos de defensa».
Esa verdad también debe conocerla y condenarla la comunidad internacional, que ha visto hasta dónde estos dos personajes de la «barbarie política», han contribuido a destrozar las frágiles estructuras de salud en la región.
«En su afán por deshacerse de los médicos cubanos, el gobierno de Trump ha castigado a todos los países del hemisferio y, sin duda, eso ha significado más casos de la COVID y más muertes por el virus», ha señalado Mark L. Schneider, exjefe de planificación estratégica en la OPS y quien también fue funcionario del Departamento de Estado durante el gobierno de Bill Clinton. «Es indignante», enfatizó.
Vale recordar, y el The New York Time lo hace, que: «En octubre de 2018, Jair Bolsonaro llegó al poder en Brasil calificándose como un populista trumpista, hablando favorablemente de la «dictadura» y acusando a la izquierda tradicional de su país de aprender lecciones de la Cuba comunista. Además, prometió expulsar a más de 8000 trabajadores médicos cubanos».
Cinco años antes, durante el gobierno de Dilma Rousseff, se desarrollaba el programa Más Médicos, con la colaboración cubana, con el objetivo de ayudar a la atención sanitaria de más de 60 millones de personas, principalmente en pequeñas comunidades de la cuenca del Amazonas, muchas de las cuales nunca antes habían visto a un médico.
Los estudios académicos reportaron altos niveles de satisfacción de los pacientes y la reducción en las tasas de mortalidad infantil. La OPS supervisó a los profesionales cubanos en Brasil y promovió su trabajo como un modelo, señala el artículo del Times.
Estas inobjetables verdades desnudan la catadura moral de Donald Trump y Jair Bolsonaro. No solo por sus acciones infames contra la colaboración médica cubana hacia otros países, sino por el daño —cruel e inhumano— que han hecho y hacen contra los propios ciudadanos de sus naciones.
Son los que recomiendan la hidroxicloroquina para curar la COVID-19 cuando la OPS ha advertido puede tener efectos adversos, entre ellos una enfermedad grave y la muerte. Se ufanan de haber dejado sin médicos a millones de ciudadanos, ahora desprotegidos totalmente, luego de la salida de los galenos cubanos de Brasil, Ecuador y Bolivia.
Ambos mandatarios baten palmas cuando dejan sin fondos a la OPS en el más álgido pico de la pandemia; o sacan a su país y detienen el financiamiento a la Organización Mundial de la Salud, cuando su labor es más perentoria a nivel internacional.
No cabría otra sugerencia que, ante tanta barbarie, tanto Trump como Bolsonaro, debían de, además de recibir el rechazo de sus pueblos, ser sometidos a la más ejemplarizante acción de las leyes nacionales e internacionales.
Son verdades y acciones que el mundo debe conocer y juzgar ejemplarmente.