COVID-19

Una pelea espirituana contra la COVID-19

Ha transcurrido poco más de mes y medio desde que el nuevo brote del SARS-CoV-2 nos viniera a poner la soga al cuello y ha parecido, en cambio, que ha pasado un siglo. Sobre todo, porque ha bastado ese lapso para confirmar, hasta este viernes, 343 personas positivas a la COVID-19 —de ellas más de 300 solo del 25 de septiembre a la fecha— y para propagar los contagios por todos los municipios de la geografía espirituana.

Ha sido como una explosión. Para una provincia por donde se “estrenó” el nuevo coronavirus en Cuba, que solo llegó a reportar entonces 75 personas infectadas —71 espirituanos y cuatro extranjeros—, que logró librarse por más de 100 días de la COVID-19, este rebrote ha detonado como la pólvora.

Y ha venido a ser igual de volátil, tanto que durante esta nueva temporada se han abierto seis eventos de transmisión local y solo se han cerrado dos: el de la comunidad de Bernal, en Jatibonico, y el del hotel Village Costasur, en Trinidad; en tanto han existido más de una quincena de controles de foco activos y solo se ha cerrado, hasta ahora, el del Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos.

Sancti Spíritus sigue siendo un campo de batalla minado por todos los flancos. Hay más de 1 000 personas aisladas en los 37 centros que se han habilitado para ello y que se distribuyen por todos los municipios, hay cadenas que se siguen alargando; hay más de 23 300 muestras de PCR en tiempo real analizadas y una cifra superior a un millar, según han informado autoridades de Salud, hoy resta por procesarse en los laboratorios de referencia; hay una tasa de incidencia de casos confirmados que supera a todas las del país; hay un retroceso a la fase de transmisión autóctona limitada de la enfermedad que, a su vez, ha tensado todas las cuerdas.

Los saldos hasta ahora no siempre son favorables. Para advertirlo solo habría que repasar cuánto este rebrote ha disparado las estadísticas: si en el brote de la enfermedad aquí el municipio cabecera solo acumuló 13 contagiados, ahora ya suma 219; igual sucede, por ejemplo, con Yaguajay, antes con cero y ahora con 25; o Trinidad, primero con cuatro y en estos momentos con 49.

Un antes y un después, podría decirse, pero en ese contrapunteo la realidad es que después del 8 de septiembre las estadísticas han venido a ser como proyectiles: más de 40 menores de 18 años de edad contagiados —con anterioridad no superó la quincena—, dos embarazadas positivas a la COVID-19 y en la primera etapa ninguna.

Y en medio de tanto fuego cruzado, la capital provincial viene a ser una dinamita. Ahora mismo es el terreno más vulnerable: tres de los cuatro eventos de transmisión local permanecen abiertos aquí —el del área Norte; el de la Centro, asociado a la Dirección Municipal de Salud, y de la Sur, el que más casos sigue generando, hasta ahora más de 40— y 13 controles de focos, de los 18 existentes en la provincia, al abrirse en la jornada —de acuerdo con autoridades sanitarias— un suceso de este tipo en el Centro Porcinador de alimentos. ¿Qué genera tanta combustión?

Para el doctor Manuel Rivero Abella, director provincial de Salud, se ha debido al riesgo que implica que el virus se propague de persona a persona, que la transmisibilidad sea ahora mucho mayor, que existan tantos pacientes asintomáticos, que se hayan violado, en ocasiones, los protocolos establecidos.

Ha sucedido, por ejemplo, en los centros laborales donde hoy se han diagnosticado casos positivos y permanecen activos controles de focos. No existen distinciones algunas —aunque difieran en objeto social, número de contagiados o ubicación geográfica—; en casi todos los lugares el resquebrajamiento de la salud de unos ha puesto en riesgo la salud de todos.

Y en esa lista se inscriben la Dirección Municipal de Salud, el Poder Popular Municipal, la tienda La Perla, el Policlínico Norte, el Centro Psicopedagógico, la Refinería Sergio Soto, la Dirección Provincial de Salud, la Empresa de Comunicaciones…, en todos, los contagios, por lo general, han tenido una fuente común: la baja percepción de riesgos.

“Fundamentalmente se ha debido —aclara Rivero Abella— a personas que han acudido a trabajar con síntomas y que los han ocultado”.

Si se han habilitado consultas para tratar las Infecciones Respiratorias Agudas desde los policlínicos hasta los hospitales; si todos los días, al menos en las áreas con mayores riesgos, tocan a la puerta de la casa para indagar si alguien ha tenido tos o fiebre; si se tiene la prerrogativa que quien tenga algún síntoma no vaya a trabajar; si se ha repetido que una de las primerísimas medidas de contención es acudir ante la más mínima de las sospechas al médico… ¿por qué tantos oídos sordos?

Irresponsabilidad. No tiene otra epidemiología. La misma que padecen quienes todavía hoy llevan el nasobuco al cuello en modo collar, los que sin pretexto alguno intentan entrar a la ciudad espirituana pese a las medidas restrictivas que están vigentes, los que se amontonan en una cola, los que no declaran a todas las personas con las que tuvieron contacto, los que plantan un bafle en casa y celebran porque sí, los que siguen bebiendo en medio de las calles…

Y tantos desatinos vienen a ser más dañinos que una granada. Por suerte, algunas de estas conductas han sido contenidas a tiempo. Lo explicaba a la prensa local en días recientes el mayor Yéster Reyes, de la Policía Nacional Revolucionaria, quien revelaba cifras para nada despreciables: 3 338 adultos mayores detectados en la vía pública; 534 padres con niños en lugares vulnerables, o sea, en colas, en aglomeración de personas, sin el nasobuco; 558 embarazadas detectadas en la vía sin protección; más de 6 000 jóvenes practicando deportes o bebiendo a altas horas de la noche…

El jueves pasado en la Revisa Especial de Centrovisión apuntaba la mencionada fuente: “En la provincia se han aplicado 6 546 decretos, de ellos el 42 por ciento —2 736— son a personas que no portan el nasobuco, que están ingiriendo bebidas alcohólicas en la vía. Esto nos da el índice de desorden, de que en la población todavía hay un grupo de personas que no quieren acatar lo que está establecido y que realmente estamos enfrentando”. Y no pocos procesos, por su gravedad, se han llevado también hasta los tribunales.

Inadmisible. En este campo de batalla Sancti Spíritus sigue siendo uno de los talones de Aquiles en el país y tal realidad no cambiará en días, mucho menos si la seguimos complicando con la propagación de todo tipo de irracionalidades.

Con el número de contagios que crece y decrece sin tender, por ahora, a la estabilidad, con los eventos de transmisión que siguen irradiando casos —solo el de la Agencia de Taxis Cuba no genera pacientes desde hace cuatro días—, con los focos que se activan como por ensalmo, con las sospechas que se acrecientan, imperdonable resulta perder, aunque sea, una sola bala.

Estamos luchando, se sabe, contra un enemigo tan desleal como lo son todos los adversarios y ninguno de los dos bandos, hasta la fecha, ha depuesto las armas. En esta pelea espirituana contra la COVID-19 lo que no podemos perder de mira es que todos, sin excepción, estamos tirando del gatillo.

Imagen destacada: Vicente Brito.

(Tomado de Escambray)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *