Faltan pocos segundos para iniciar la actuación y los nervios se acentúan en los artistas. La obra que interpretarán en breve no es nueva para ellos, la han cantado muchas veces, incluso en igual fecha y lugar; no obstante, el corazón late más fuerte, la piel delata la emoción contenida en el cuerpo y, desde el primer verso, la garganta deviene instrumento liberador de tanta efervescencia: ¡Al combate corred, bayameses!…
Así sucede cada 20 de octubre en la plaza aledaña a la Iglesia Catedral del Santísimo Salvador de Bayamo, ubicada en la ciudad homónima, cuando en ocasión de la Fiesta de la Cubanía el Coro Profesional de la urbe obsequia al público la letra original de la marcha guerrera La Bayamesa, devenida Himno Nacional de Cuba.
Una de esas voces pertenece a Fernando Arturo Estrada Zaldívar, quien integra la prestigiosa agrupación desde hace 27 años y siente que en el sitio aún gravita la exaltación derivada de los acontecimientos de aquel glorioso día de 1868, cuando el pueblo entonó por vez primera el canto patrio.
Quizás por ello, y aunque técnicamente no resulta una pieza difícil de cantar, el Himno implica una connotación más profunda para los hijos de la segunda villa cubana, hoy capital de la provincia de Granma. Aquí se canta con mayor brío e involucra cuerpo, pensamiento y alma, afirmó el intérprete.
La historia ha traído hasta nuestros días imágenes de una plaza repleta, donde se escuchaban consignas de ¡Viva la Revolución!, ¡Viva la Independencia!, ¡Muera España!, ¡Viva Carlos Manuel de Céspedes!, ¡Viva Perucho Figueredo!…
Abrazada de energía patriótica, la muchedumbre exigía a Perucho la letra de la marcha que desde hacía meses circulaba por la localidad. Sobre su caballo, el ilustre abogado la reproduce y seguidamente es testigo de una explosión de voces que cantan al unísono, con el acompañamiento de la banda de música del maestro Manuel Muñoz Cedeño.
Evocar un espectáculo tan trascendente implica alto grado de compromiso y responsabilidad, no sólo entre los cantores sino para los miembros de la Banda de Conciertos de Bayamo, heredera de aquel conjunto dirigido por Muñoz Cedeño, afirmó Estrada Zaldívar.
Mercedes Gómez Paumier, directora del Coro Profesional de Bayamo, destacó que es un orgullo participar en cada gala e interpretar el ardiente texto en su versión original, con seis estrofas plagadas de ansias de libertad.
Habitualmente los cubanos no cantamos la composición primigenia, por lo que días antes de las ceremonias conmemorativas, en ocasión de la efeméride del 20 de octubre, ensayamos la interpretación para evitar posibles confusiones.
Aprender el texto íntegro de La Bayamesa es la primera y más importante tarea de quienes entran a la agrupación, además de comprenderlo y comprometerse con cada palabra escrita por su autor Pedro Figueredo Cisneros, resaltó.
Esa es la mejor manera de cantar el Himno: con el corazón, sintiendo las emociones heredadas de uno de los momentos más sublimes de la historia de Cuba. Cuando se está lejos, acercarse a la Patria a través de su melodía electrizante provoca incluso el llanto, como tantas veces le sucedió a ella misma mientras cumplía misión internacionalista en la República Bolivariana de Venezuela, recordó Mercedes.
Sensaciones muy parecidas embargan a Fernando Arturo, quien cierra los ojos antes de entregar el alma en versos. La energía que desprende el propio canto insurrecto, en igual fecha y lugar exacto del estreno, pero fundida en la actualidad con las voces de un pueblo bayamés tan rebelde como su predecesor, lo hacen revivir aquel 20 de octubre de 1868, suceso capaz de remover infinitas emociones aún 152 años después.
Se trata, sencillamente, de esencias que día tras día reivindican los sentimientos de un pueblo recogidos en ley desde el 22 de agosto de 1980, cuando el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros de Cuba acordó en su Decreto No. 74 instituir el 20 de octubre como Día de la Cultura Cubana.
Tal designación reconoce en La Bayamesa el “canto pleno a la insurrección libertadora y la abolición de la esclavitud y manifestación artística de ese profundo e irreversible acto configurador de la conciencia cubana, expresión y símbolo más alto y genuino de nuestra cultura nacional.
(Tomado de Cubasí)