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En defensa del Estado

Llevamos mucho tiempo cultivando un patrón ideológico que desprecia y reniega del Estado. Se trata de una pinza entre el sector neoliberal, que lo considera ineficaz y despilfarrador, y un sector ácrata, que lo percibe como sinónimo de represión, liberticida y manipulador, sin duda algunas obras de Orwell ha sido su gran inspiración.

Es curioso que, mientras pedimos al Estado que nos garantice derechos sociales como una vivienda, educación o salud, seguimos desconfiando de él para tantas cosas. La pandemia está descubriendo a una gran parte de la sociedad, mucha de ella que se considera de izquierda, preocupada por la limitación de libertades impuesta por el Estado por motivos sanitarios o por el control del Estado mediante la aplicación que detecta si nos exponemos a infectados por Covid.

No debería ser necesario recordar que, en una democracia, el Estado son las estructuras e instituciones creadas por la comunidad para gestionar nuestra convivencia. Todas ellas sometidas al control y vigilancia ciudadana, y a su renovación o cambio según los criterios de las mayorías. Si no fuese así, entonces no estaríamos en democracia y la discusión sería otra diferente.

Décadas de golpeteo mental contra el valor y la necesidad de un Estado democrático fuerte, han provocado que aceptemos alegremente más injerencias de una aplicación móvil de Mark Zuckerberg (WhatsApp y Facebook) que de la aplicación estatal para el rastreo del Covid. Que aceptemos guardias jurados en el supermercado pero nos moleste la policía vigilando un semáforo. Que nos indigne la pereza de un conserje de instituto tomándose un café en horario laboral, pero no la pensión millonaria de un banquero con el dinero de nuestro rescate. Que nos parezca un sueldazo excesivo los ochenta y cuatro mil euros anuales de un presidente y aceptemos los 8,3 millones al mes de un futbolista. La propia izquierda ve con recelo el gasto en una televisión o una radio pública porque cree que será una vía de propaganda gubernamental mientras acepta el trasvase millonario de dinero público a los medios privados.

Es necesario recordar que donde no hay Estado lo que hay es mercado y jungla. Que el Estado es la garantía del débil y su ausencia la licencia del poderoso para aplastarnos. El Estado es el que, con un semáforo, impide que no te atropellen al cruzar una calle; el Estado es el que garantiza que una constructora no edifique en el parque de enfrente de tu casa; el Estado es el que garantiza que la comida de tu restaurante esté en buenas condiciones; al Estado es al que recurres si tu vecino molesta a las cuatro de la mañana. Y si estas cosas no te las garantiza adecuadamente el Estado es que debemos mejorar o reformar ese Estado y garantizarles los recursos necesarios, pero no desmontarlo.

Una pandemia nos está recordando que solo un Estado fuerte puede elaborar normas destinadas a garantizar la salud y crear las estructuras necesarias para que se cumplan. Durante mucho tiempo nos han presentado el debate entre libertad y seguridad, ahora tenemos el debate entre libertad y salud. Desde los partidarios de Trump hasta los sectores antiEstado están denunciando que para ellos es prioritaria la libertad a la salud. No debería ser necesario recordar que la mayor pérdida de libertad se produce cuando te mueres. Y que, además, la libertad en el capitalismo solo la poseen los que tienen recursos para cubrir sus necesidades. Luchar y reivindicar derechos y justicia es una cosa loable, violar las normas de salud y convivencia en una pandemia o impedir que el Estado las aplique no es rebeldía. Es ser un miserable.

No sé si hay que elegir entre China o España, no debería ser así, pero es bueno recordar que en China (con 1.400 millones de habitantes) hoy contabilizan 4.711 muertos por Covid, un total de 90.000 contagiados y 43 en las últimas 24 horas, y llevan un mes vacunando a sus ciudadanos. Y que España (con 47 millones) contabilizamos 28.924 muertos, 400.000 contagiados y 2.500 en últimas 24 horas, y no hemos conseguido todavía coordinar a las comunidades autónomas para que pongan en marcha la aplicación para rastreo. Nuestros cementerios y nuestras UVIs seguro estarán llenas de personas que echan de menos un Estado fuerte y de familiares que hubieran concedido parte de su libertad por tenerlo

Tomado de mundoobrero.es

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Pascual Serrano
Pascual Serrano es licenciado en Periodismo. Crítico con la prensa tradicional, en 1996 fundó la publicación electrónica Rebelión (www.rebelion.org), proyecto que abandonó hace 13 años. Durante 2006 y 2007 fue director editorial de Telesur. Su denuncia a los métodos de información de los grandes medios tradicionales se ha reflejado en libros como Desinformación (2009), con prólogo de Ignacio Ramonet, o La prensa ha muerto: ¡viva la prensa! (2014). En Foca ha publicado Traficantes de información (2012), Medios democráticos (2016) y Paren las rotativas (2019). En 2019 recibió el Premio de Periodismo de Derechos Humanos que anualmente concede la Asociación ProDerechos Humanos de España (APDHE). En la actualidad dirige en Akal la colección A Fondo y colabora con varios medios.

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