Basado en más de 12.000 páginas de documentos pertenecientes al Gobierno de EE.UU., la obra narra la historia de los soldados, sus familias y los residentes que han estado expuestos a las sustancias venenosas.
En un caso en concreto, que se remonta a 1968, a Leroy Foster, un sargento mayor de la Fuerza Aérea de EE.UU. que fue asignado a la base de la Fuerza Aérea de Anderson, en Guam —una isla estadounidense localizada en el Pacífico—, se le ordenó mezclar “combustible diésel con el agente naranja [uno de los herbicidas y defoliantes utilizados también entre los años 1962 y 1971 por los militares estadounidenses como parte de su programa de guerra química durante la guerra de Vietnam]” y rociarlo “en un camión por toda la base para matar la maleza de la jungla”.
Al poco tiempo de llevar a cabo tal labor, Foster empezó a experimentar graves molestias en la piel, para finalmente enfermar de párkinson y sufrir una cardiopatía isquémica. Más tarde, su hija adolescente tuvo cáncer y su nieto nació con 12 dedos en cada mano, 12 dedos en cada pie y un soplo cardíaco. Foster murió en 2018.
“Mis informes han ayudado a estos hombres y mujeres enfermos a recibir una compensación del Gobierno de EE.UU. El periodismo de investigación es, en última instancia, un trabajo que debería ayudar a las personas que sufren maltrato a recibir la justicia que merecen”, dice Mitchell en su libro.
Sin embargo, las voces de los grupos indígenas que sufren en la región del Pacífico no se escuchan muy a menudo, dijo Mitchell, quien en 2015 recibió el Premio a la Trayectoria de la Libertad de Prensa de Japón por su trabajo sobre el impacto ambiental y el daño causado por la presencia militar estadounidense en la isla japonesa de Okinawa.
Los investigadores informan que las aldeas donde se creía que EE.UU. había rociado herbicidas sufrieron tasas más altas de muertes infantiles por defectos de nacimiento.
En este sentido, el Gobierno estadounidense se dividió sobre las afirmaciones acerca del uso de herbicidas en Guam tras la realización de una investigación en 2017. El Departamento de Defensa de EE.UU. (el Pentágono) informó que las muestras tomadas del suelo no contenían herbicidas, pero la Agencia de Protección Ambiental del país indicó todo lo contrario.
Los impactos en la salud y el medioambiente en Guam reflejan lo que les ha ocurrido a los residentes locales y a los soldados estadounidenses radicados en Okinawa, donde EE.UU. ha mantenido una base a lo largo de varias décadas.
La documentación referente a estos sucesos se obtuvo mediante la Ley por la Libertad de Información (FOIA, por sus siglas en inglés) de EE.UU. y a través de entrevistas realizadas a residentes locales, veteranos militares e investigadores.
No obstante, el Gobierno de EE.UU. ha encubierto el alcance de los daños y se ha negado a ayudar a las víctimas.
Tomado de HispanTv/