Recientes investigaciones sobre los perros revelan conductas increíbles. De acuerdo con un novedoso estudio, si la cola del animal apunta hacia la derecha significa que siente emociones positivas, pero si el movimiento es hacia la izquierda, las emociones son negativas.
Los perros, al igual que los humanos, tienen sus cerebros dispuestos de manera asimétrica. Así, cada hemisferio desempeña un rol diferente. La cola no pasa inadvertida para los otros perros que captan el movimiento y reaccionan de forma distinta según su orientación.
Un grupo de canes, al que se le mostró videos de sus similares moviendo la cola mientras monitoreaban sus reacciones, cuando veían que la del otro se orientaba hacia la izquierda, experimentaban un aumento del ritmo cardíaco, manifestando ansiedad; por el contrario, al presenciar el movimiento hacia el lado derecho experimentaban relajación.
El movimiento de la cola es un reflejo de la actividad cerebral de los perros porque coincide con su activación hemisférica. Así, el que menea su cola con un sesgo al lado derecho muestra la activación del hemisferio izquierdo, mientras si el movimiento es hacia el lado izquierdo, es detectable la activación del hemisferio derecho.
Un grupo de especialistas observaron con detenimiento, en un período de dos años, los hábitos de defecación de 70 perros pertenecientes a 37 razas, lo cual arrojó evidencias que explican su movimiento en círculos antes de defecar. Estos animales, como las agujas de las brújulas, posicionan su cuerpo de norte a sur utilizando el campo magnético terrestre como guía. Casi 7 000 observaciones hicieron falta para llegar a la conclusión de que los perros buscan el eje norte-sur en el ritual giratorio que precede a sus necesidades.
El análisis de los datos indica que los perros no solo prefieren la dirección norte-sur, sino que, al mismo tiempo, evitan la dirección este-oeste. En cambio, el estudio no aclara el porqué de este comportamiento. Aún es un enigma si lo hacen conscientemente o si se trata de una función vegetativa, como lo son la respiración o la digestión.
Durante un experimento, sonidos emotivos generaron respuestas en los canes. Esto permitió comprobar que el cerebro del perro puede reaccionar a las voces y emociones humanas al mismo nivel que el nuestro.
Igualmente, se monitoreó la actividad cerebral de 22 humanos. Tanto los canes como las personas fueron expuestos a unos 200 sonidos que variaban desde el de un automóvil hasta el emitido por los humanos y otros perros. Las frecuencias sonoras de la risa o el llanto, por ejemplo, generaron en ambos una actividad cerebral similar cerca de la corteza auditiva primaria. Esa área se iluminó en el escáner.
En el desarrollo de otro ensayo fueron instalados altavoces digitales más o menos a metro y medio de cada lado de 22 perros, con el propósito de que al liberar el sonido fuera perceptible, a la vez, por cada oído. Se enviaron diferentes señales, algunas con más énfasis en el contenido verbal y otras en la entonación. Al escuchar órdenes familiares con significado obvio, los perros giraron la cabeza hacia la derecha mostrando actividad en el hemisferio izquierdo del cerebro, pero cuando escucharon órdenes con entonación exacerbada, mostraron más actividad en el hemisferio derecho.
Tales respuestas constituyen una demostración de que los perros procesan los componentes del habla por separado, y sugieren que el hemisferio izquierdo del cerebro es más activo en el procesamiento de la información fonética o verbal y el hemisferio derecho, en el procesamiento de información relacionada con el orador en la señal.
Por primera vez es comprobado que los perros también son capaces de diferenciar y procesar componentes del habla humana de forma similar a como lo hacemos nosotros. La percepción del habla de los seres humanos pudiera haberse desarrollado durante el proceso de domesticación.