El profesor español José Luis Martínez Albertos aseguraba un decenio atrás que ante la aparición de las nuevas tecnologías, el periodismo tradicional -con énfasis el impreso- podría morir hacia el año 2020. Otras visiones aseguraban que el último de los impresos estaría viendo la luz en el 2048, al menos en Estados Unidos.
La prensa impresa periódica en los últimos 90 años ha vivido en permanente profecía de holocausto. Uno de los detonantes más dramáticos y cercano, que movilizó a tirios y troyanos empeñados en el oficio de oráculos, se dio el 1 de enero de 2007, cuando el periódico sueco Post Och Inrikes Tidningar –el más viejo del mundo en circulación ininterrumpida desde 1645-, cerró su versión en papel y abrazó, acaso definitivamente, la era hipermedia.
Pero el periodismo impreso, que gozó por más de cuatro siglos de reinado absoluto desde que vio la luz el primigenio Nuremberg Zeitung en 1457, Alemania, desde que la radio en 1922 irrumpió poderosa en su vertiente comercial e inundó con voces y sonidos los espacios del hogar acompañando ya para siempre a los públicos, comenzó el vía crucis de premoniciones de muertes. Pero con la radio, el periodismo impreso negoció estrategias discursivas y reajustó paradigmas tradicionales para emerger nuevamente como medio comunicativo necesario al hombre moderno.
Otro susto le llegó en 1927 con las primeras apariciones públicas de la televisión. Y si la radio atrajo en su vocación permanente de compañía a despecho de casi toda circunstancia, la televisión fue la eclosión de imágenes y sonidos cual si se percibiera la realidad misma y pareciera vivirse los hechos desde el propio protagonismo. Pero la prensa impresa, sabia, veterana columna del periodismo, volvió a replanteos que la llevaron otra vez a ser uno de los medios marcadamente diferentes en la manera de ofrecer sus mensajes.
II
Detrás de cada una de estas apariciones, los agoreros hablaron de su muerte por la supuesta superación del mensaje que propiciaba la naciente plataforma. Y detrás, siempre fantasmales, siempre presentes, el basamento económico y el basamento tecnológico estuvieron como barreras recurrentes y al parecer infranqueables.
Otro desafío ha nacido en las postrimerías del siglo XX y la aparición de Internet en la década de los 90. Internet, que ha barrido paradigmas, pone la información al alcance del destinatario gratuita y casi en tiempo real; y lo que es más, lo convierte no solo en gestor de la información que necesita, sino también, productor de ella desde el espacio personal y libre de ataduras que desde la honestidad profesional rigen el comportamiento de los hombres y mujeres de la prensa.
Entonces, cabe otra vez preguntarse qué reordenamiento intentará la prensa impresa para pervivir en la era de la instantaneidad y la gratuidad, y volver a la vieja convicción de que no se trata de desaparecer, sino de complementarse en las propuestas comunicativas, de buscar otras cotas de protagonismo y pasar de la seducción tecnológica que presume la hipermedia y de la crisis económica que ciertamente avasalla los estrados escritos, a la adecuación de los contenidos porque, perdido el YA y el AHORA de la noticia, es el momento de ofrecer a los públicos desde las páginas impresas la consolidación del mensaje, su valoración, interpretación y reflexión.
Es el escenario donde la propiedad intelectual de los hacedores se tornará imprescindible para replantearse y recodificar sus haceres porque de todos los medios embestidos por Internet, son los periódicos los más perjudicados. Es el momento de un nuevo guion.
III
Vayamos a algunos ejemplos de devastación en los Estados Unidos, donde la premonición habla del 2048 como el año fatal:
—-En el 2007 desaparecieron 2 400 empleos; en el 2008 la cifra ascendió a 5 900, y en el 2009 hubo un comportamiento similar. En el 2012 se hablaba de una suma general que supera los 35 000 puestos de trabajo cancelados.
—-Los diarios perdieron en el 2009 el 10 por ciento de difusión. Se asegura por el Audit Bureau of Circulations que fue la cota más baja desde 1940, cuando se disminuyeron 44 millones de ejemplares cada día.
—-The New York Times enfrentó en el 2008 la más aguda crisis financiera y tuvo que acudir a publicar en sus primeras planas anuncios comerciales inusuales a su línea editorial.
—-En el 2009, el San Francisco Chronicle, el más importante diario del norte de California, cerró la versión en papel a punto de cumplir 150 años de permanencia.
—-Ese mismo año, The Rocky Mountaen News, entre los más leídos de Denver y también con casi 150 años de fundado, clausuró arrastrando pérdidas por más de 16 millones de dólares y sus propietarios decidieron ponerlo en venta; sin embargo, nadie se interesó en comprarlo.
—-Según estadísticas aportadas por Shaping the Future of the Mewspaper y World Association of Newspapers and News Publishers, desde el 2008 a 2012 unos 200 periódicos finiquitaron a causa de la depresión económica.
—-El diario de publicación ininterrumpida más antiguo en Arizona, el Tucson Citizen, salió en el 2009 por última vez en versión impresa. En su edición final anunció que continuaría solo como cibersitio de opinión.
—-No obstante, en Estados Unidos se venden a diario casi 56 millones de periódicos, y seis de cada 10 personas dicen que leen un periódico todos los días, afirman Stanley J. Baran y Jorge Hidalgo en su texto Comunicación masiva en Hispanoamérica.
IV
Estamos, sin duda, ante un nuevo iceberg impuesto a la prensa impresa por el océano de la recesión financiera que galopa mundialmente y la aparición de una tecnología que desplaza fronteras y globaliza el conocimiento a una velocidad de espasmo y con una asequibilidad en su uso cada vez más expedita.
Sin embargo, ¿es este el problema en toda su dimensionalidad? ¿Es solo el modelo económico y el modelo tecnológico el monstruo de dos cabezas que amenaza a la prensa impresa? ¿O es que también a esa corriente perversa de muerte no se arriman los propios medios, aferrados a un trascendido modelo de hacer periodismo?
John Nichols y Robert Mc Chesney, en su libro Vida y muerte del periodismo estadounidense: la revolución de los medios que hará que el mundo vuelva a empezar, aseguran que antes que la irrupción de Internet o la recesión global, la principal causa de la crisis de los medios impresos está en la pérdida de la calidad periodística, motivada por la concentración empresarial iniciada en la década de los años 70 del pasado siglo
.
A su vez, el periodista, politólogo y ensayista peruano Álvaro Vargas Llosa escribió en El Economista que el gran error que han cometido los diarios de Estados Unidos, Europa y América Latina en respuesta al nuevo contexto es haber encarado esta tendencia como un desafío financiero y tecnológico, en vez de un fenómeno cultural, y que lo que ocurre es que la información, que acostumbraba a fluir de arriba hacia abajo, comienza ahora a fluir de abajo hacia arriba.
Es decir, asistimos a un nuevo-viejo dilema de la prensa impresa: desafíos financieros y desafíos de soportes tecnológicos, lo que lleva a replanteos en la organización del proceso periodístico en la concepción de cómo ahora ofrecer los mensajes desde sus atributos profundos y no desde los andamiajes formarles de una narratología distante e hierática, y la responsabilidad de continuar como referentes de credibilidad para los públicos.
V
Aún cuando no compartamos sus tendencias políticas, es válida la declaración realizada en 2006 por el controvertido presidente de News International, Rupert Murdoch: “La prensa tiene mucha vida por delante, pero debe saber que será solo uno de los canales para llegar al público. El reto para los medios tradicionales es cómo atraer a la nueva audiencia”.
Los que nos dedicamos a la prensa impresa somos una especie que va de transmutación en transmutación, de transfiguración en transfiguración de acuerdo con los retos que trae cada tiempo en su propuesta superior y trasgresora, tiempo en el espacio histórico de las sociedades como seres vivos y, por tanto, demandantes de satisfacción ante sus crecientes necesidades.
Quedar desfasados y poner resistencia a cada cambio que signifique un peldaño cualitativamente superior, es poner retrancas al mismo proceso de desarrollo de la profesión, específicamente del periodismo impreso. Ya lo dijo Fernando del Paso en su novela José Trigo: “Es el tren. El tren que viene, que pasa, que fue”.
El periodismo impreso hoy necesita crecer cualitativa y cuantitativamente, poner brida al fárrago de notas que por defecto produce insuficiencia informativa, desgajarse de la tendencia a escribir registros fríos de la vida que solo producen visiones desobjetivizantes y de escasa densidad sustantiva.
Requiere interpretar la realidad desde posturas más estratégicas, que evalúen a los géneros en sus propias esencias y tengan en cuenta la finalidad y función de cada uno.
VI
Si la radio es la compañía, la televisión el entretenimiento, Internet la gratuidad y la instantaneidad, la prensa impresa –sin desestimar de sus páginas aquellos acontecimientos de trascendencia que requieren de un tratamiento informativo e inmediato-, debe abrazar prioritariamente y como nunca antes, el análisis, la reflexión, la interpretación y la opinión, todo ello tributando a colaborar con el lector para encauzarle el discurso fragmentado que suele recibir por otras vías y entregarle un corpus en el que sienta reflejado un contenido con el que pueda coincidir o disentir, pero que, incuestionablemente, lo hace meditar y sentir un actor participante en tanto se le valora como ser pensante y crítico.
Se impone abandonar los límites del reduccionismo que da cuenta de lo blanco y de lo negro, para sumergirse en la policromía de los acontecimientos. Posesionarnos definitivamente de los cómo y por qué y presentarlos en su tridimensionalidad experencial. Asumo, entonces, que el periodismo impreso no puede estar condenado a la errancia del limbo alighiérico.
Desde el muy lejano 490 antes de Jesucristo, el periodista-génesis ha sido la vanguardia en el peregrinar del tiempo. Habrá que imaginar aquel regocijo a punto de muerte por fatiga del soldado griego Filípides, el cronista-atleta que venció el maratón de 42 kilómetros para anunciar el triunfo de Melcíades contra los persas en la batalla sostenida en la llanura de Maratón. Habrá que revisar el examen histórico que nos legaron cientos de hombres aferrados a la responsabilidad individual y colectiva de contar el transcurrir de su época, como monumental tributo del devenir social. Todos ellos, ahí permanecen en la perpetuidad del registrador de su tiempo.
Y si los dinosaurios desaparecieron porque como especies aclimatadas a un hábitat no tuvieron capacidad de readaptarse a los cambios de la naturaleza y los ciclos de la vida, aquellos de sus similares más dados a la metamorfosis devinieron hoy feroces cocodrilos y diminutos lagartos. Ahora apenas son un referente de su mayestático pasado. Pero están ahí, firmes e inconmovibles, renovados, readaptados, formando parte del presente y siendo imprescindibles en la vital diversidad biológica. De ellos, que pudieron mutar y sobrevivir para seguir siendo útiles y referenciales, aprendamos la lección.