Un día después de celebrar el ámbito gráfico latinoamericano el 56 aniversario de la aparición de Mafalda, el 29 de septiembre de 1964, el mundo conoció del fallecimiento de su autor, el humorista y caricaturista Joaquín Salvador Lavado, internacionalmente conocido con el seudónimo profesional de Quino. El gran artista gráfico contaba al morir ochenta y ocho años. Nacido en Mendoza, Argentina, de padre andaluz ―tenía que ser― y republicano, Quino estudió Bellas Artes, carrera que abandonó para dedicarse por entero al humor gráfico. Su obra maestra, la niña Mafalda, en un principio fue concebida para promocionar un producto comercial. Y como no hay mal que por bien no venga, al no ser aprobado el personajillo, devino el personaje infantil más notorio de los sesenta y setenta en Latinoamérica y el mundo. De hecho, la celebridad de Mafalda, a nuestro entender, responde a dos hechos esenciales: el contexto sociopolítico de una América Latina que se ponía de pie frente a la injusticia social y las tiranías nacionales apañadas por el imperialismo, y ser un personaje infantil para un público adulto, por más señas, inteligente y progresista.
Con su enorme frente poblada por un cerquillo igual de enorme, la muy “petisa” se convirtió pronto en la conciencia crítica de su pueblo. Nada le fue ajeno, excepto el desinterés. A los globos de su decir, el lector iba de inmediato en busca de la respuesta precisa e inesperada, a veces, entre irónica y contestaría, que le hiciera airear su espíritu e inteligencia con una sonrisa o carcajada. Ella fue la voz de la clase media de nuestros pueblos, así como de su estudiantado y juventud más radical. Con su gordito rostro de “yo no fui”, no se le escapaba una. Su manera de reflexionar y responder a las complejas situaciones que el diario acontecer de su pueblo y el mundo le imponían a su cuasi condición de “vocera” de las mayorías, finalmente, le granjearon la simpatía internacional. Esto explica que Mafalda se llegara a publicar en más de treinta idiomas. No es casual, que Umberto Eco, al prologar su publicación en Italia, confesara “amarla muchísimo”. A fin de cuentas, quién con más razón que ella, para meterse su dedito índice en la boca, en claro gesto de preocupación ante una esfera del globo terráqueo, en cuya cartela aún se lee: “¡Cuidado! ¡Irresponsables trabajando!”.
Quino, “Morir es seguir viaje”, escribió nuestro José Martí. ¡Mafalda vive! ¡Se queda con nosotros!