Los archivos de numerosas publicaciones cubanas, como el periódico Victoria y la revista Mangle Rojo, de Isla de la Juventud, recogen la impronta de la crítica artístico literaria de Ada Elba Pérez Rodríguez (Yaguajay, 20 de septiembre de 1961-La Habana14 de julio de 1992), una extraordinaria y versátil intelectual quien partió en plena efervescencia creadora y que igualmente colaboró con otros medios de la prensa nacional, entre ellos las revistas Somos Jóvenes, Letras Cubanas, Son y Sol y El Caimán Barbudo; en tanto escribió, condujo y dirigió tres importantes programas de Radio Metropolitana: Mirarse por dentro, Vivir para crear y 6+1.
Su infancia tuvo como escenario el apacible y humilde entorno rural de la localidad de Jarahueca, al sur del municipio de Yaguajay, en Sancti Spíritus, donde fecundó una singular espiritualidad enriquecida por el contacto con la naturaleza. La verde vegetación, el roce cotidiano con la flora y la fauna, así como la dinámica de sus juegos al aire libre, en los que esos entes muchas veces eran sus más cercanas compañías en imaginarios y aventuras, fueron consolidando una vocación para el arte —alentada por sus padres Pepe y Nena—, que prontamente comenzó a expresar a través de la música, la actuación y la pintura.
La presencia de Ada Elba era frecuentemente solicitada, guitarra en mano, en los actos culturales de la escuela primaria Mariana Grajales —donde estudió— y en los que en aquella zona organizaban la Asociación Nacional de Pequeños Agricultores, los Comités de Defensa de la Revolución y la Federación de Mujeres Cubanas. Muchas veces recitaba poemas de José Martí o algunos escritos por ella. Ada Elba era la niña prodigio.
A pesar de su breve tránsito por este mundo, dejó sólidas huellas en la literatura —poesía, cuento, novela, testimonio y crítica literaria— la música —compositora, guitarrista, pianista y vocalista—, y las artes visuales —pintura y escultura—, en tanto fue una de las más destacadas instructoras de arte y promotoras del Movimiento de Artistas Aficionados.
Su hermana mayor, Olga Lidia — también destacada poetisa, narradora, traductora y periodista —, ha dicho que son muchas las anécdotas que guarda en sus recuerdos sobre la intrépida muchacha, portadora de un singular genio artístico y de un férreo carácter. “No fue una niña contemplativa —dijo—, soñadora, sino tremendamente vital, muy, pero muy traviesa y alegre, valiente y fiel. Y así fue también de adolescente y adulta.
“Nunca le gustó perder el tiempo —agregó—, y esa característica unida a su inteligencia y a una memoria descomunal, capaz de aprenderse con una sola lectura, capítulos completos de un libro que le llamara la atención, provocaban situaciones como esta: cuando comenzó en el primer grado de la escuela primaria a los cinco años (no existía todavía el pre-escolar), ya Ada sabía leer y escribir, y dominaba las ´tablas´ matemáticas a las mil maravillas, entonces sentía que estaba de más sentada en aquella aula, y al no poder salir, optó por comenzar a cantar a toda voz La Guantanamera, y no había manera de hacerla desistir. La maestra, desesperada, tuvo que acudir al profesor de sexto grado que era muy amigo de la familia y él decidió llevársela para su aula y ponerle a hacer trabajos escolares de mayor nivel durante varios días, y… remedio santo, Ada hizo silencio y retornó a la disciplina de todos.”
Ada Elba pudo encausar esa vocación cuando matriculó en la Escuela Provincial de Arte Olga Alonso, de Santa Clara, y posteriormente en la Escuela Nacional de Arte, donde en 1980 se graduó en la especialidad de escultura e inmediatamente después se trasladó hacia la Isla de la Juventud donde cumplió su servicio social como profesora de la Escuela de Arte, en tanto era una de las más fecundas colaborados del periódico Victoria y de la revista Mangle Rojo, y su voz era respetada en el taller literario municipal. En el año 1982, reconocida entre la intelectualidad pinera, ingresó a la Brigada Hermanos Saíz, a la vez que dirigía la Brigada Raúl Gómez García.
Era ya figura imprescindible dentro del panorama cultural de la Isla de la Juventud, donde también fundó el taller de Cine Debate y esculpió el primer busto —en Cuba y América— de Alejo Carpentier, excelsa figura de las letras iberoamericanas en cuyo honor organizó un Círculo cultural que funcionó, con notable concurrencia —sobre todo de jóvenes— en la Galería de Arte Universal. Asimismo, formó parte del Coro Municipal y de un grupo musical que cultivaba la música cubana y latinoamericana.
Luego de cumplir con sus deberes durante la etapa del servicio social, en 1884, retornó a La Habana, precedida por un amplio currículo artístico que le abrió las puertas en la Casa de la Cultura de Plaza donde se desempeñó como instructora de arte de pintura, a la vez que comienza a estudiar el idioma inglés en la Escuela Abraham Lincoln, donde se graduó en 1986.
A partir de entonces, con apenas 25 años de edad, la versátil intelectual comienza a engrosar su carrera artística y literaria. Se destaca como promotora cultural en la Asociación Hermanos Saíz y empieza a cosechar infinidad de lauros en concursos municipales, provinciales y nacionales, entre ellos el Luis Rogelio Nogueras de Poesía, en 1989, y el Premio Abril, en Música, en 1990. Asimismo, su prestigio le demanda otras responsabilidades, como la de jurado en el Festival Nacional de la Radio y otros eventos; además de escribir, conducir y dirigir tres importantes programas para Radio Metropolitana: Mirarse por dentro, Vivir para crear y 6+1, así como se convierte en recurrente colaboradora de las revistas Somos Jóvenes, Letras Cubanas, Son y Sol y El Caimán Barbudo.
Por esa época fue reconocida por su destacada participación en el Movimiento Artístico y Literario (1986), y obtuvo Diploma de Honor por su contribución al Movimiento de Artistas Aficionados (1988). Ese mismo año fue invitada por el Ateneo de Caracas y el Museo de Arte Maracaibo para exponer su obra. Luego, en 1991, su obra fue difundida en Francia y México, país este último donde asistió como invitada para impartir una conferencia durante las jornadas de homenaje a Sor Juana Inés de la Cruz y ofreció disertaciones en diferentes instituciones, a la vez que actuó para los niños en la VIII Fiesta Nacional de Teatro de la Comunidad.
En los primeros años de la década de los años 90 del pasado siglo, la obra literaria de Ada Elba comienza a publicarse. Sus cuadernos de poesía Identidad, Apremios, Cuatro muchachas violadas por los ángeles, llaman la atención de los especialistas, críticos y poetas, fértil etapa en la que igualmente realiza numerosos trabajos de cerámica, ofrece recitales y conferencias sobre música, poesía y artes plásticas en diferentes instituciones…
La antología poética Fin del pájaro sur, para adultos, fue publicada por la Editorial Letras Cubanas, mientras que sus poemas para niños se recogen en tres libros, uno publicado por la editorial Extramuros, el otro por Ediciones Sed de Belleza, de Santa Clara, y el último por la Editora Abril. Su obra también se perpetúa en otros volúmenes y plaquettes como Apremios e Identidad (Extramuros, 1986 y 1989), Acecho en el ritual (Edición impresa en la Dirección de Gobernación del Estado Bolívar, sin año), A dos voces (Colección la Rosa Náutica n. 35, Casa Naútica de la Poesía, Tenerife 1991) y La cara en el cristal, Colección Pinos Nuevos (Editorial Unión, 1994). Su presencia es constante en conciertos, discos, casetes y CD en los que se divulgan y mantienen viva su canción infantil.
Permeada de su condición de mujer nacida y criada en la campiña cubana, la producción literaria y musical de Ada vuelve, una y otra vez, al tema de la tierra, del campesino, de los animales domésticos entre los que creció, además de cantarle, a través de su lírica al internacionalismo, el optimismo y el amor a la vida.
En tal sentido, sus composiciones musicales destinadas a los niños son valioso referente de este género, con el que contribuyó a la formación educacional y cultural de los infantes, con infinidad de temas, entre los que se recuerdan Abuela canaria, Amanecer de la flor, El cangrejo Alejo, El despertar, El sitio de los ángeles, El tonto de papel, El trencito y la hormiga, El vendedor de asombros, La Luna vanidosa, Señor Arcoíris, Siembra sembrador, Tonada para amanecer y Tonadas para el camino. Junto con María Liuba Hevia también hizo trascendentales creaciones como la popularísima Estela, granito de canela, La guayabita madura y Travesía Mágica.
Fue una creadora de su tiempo. Consciente de las limitaciones y las carencias, enfrentó los primeros años del llamado período especial llegado a Cuba tras el desmerengamiento del campo socialista, con extraordinaria fe e imaginación artística, fiel a los principios de la Revolución, cuyos programas en la educación y la cultura le permitieron crecer y convertirse en emblema. Los cubanos y la cubanidad que defendió hasta su último aliento fueron sus principales inspiraciones.
Amaba todas las expresiones artísticas a las que se dedicaba. Sobre la poesía, uno de los géneros en el que más trascendió, dijo: “La poesía es el cañón de la ternura. En sus rincones anidan las estrellas y los actos cotidianos. Pero el poeta debe serlo, en primer lugar, en la vida misma. Creo poeta a todo ser que reconoce el privilegio de vivir y siente, por tanto, la deuda de pagar el aire que respira. El poeta es un medio más y para mí es el modo de entrar por otras puertas al ser humano, o al menos tocar en ellas. …La poesía viola, transgrede, desnuda, y a los infractores no se les recibe con aplausos. Lo importante es que en esas alas viaje la verdad.”
Dentro de las artes plásticas realizó varias muestras colectivas en cerámica, entre ellas la permanente en el Comité Municipal de la UJC, Nueva Gerona, ciudad en la que también participó en la II Feria Nacional de Cerámica, y en una exhibición, junto con otros destacados cultivadores de este género pertenecientes a la Brigada Hermanos Saíz, en la Casa de Amistad con los Pueblos,. En la capital expuso, en la Casa del Joven Creador y en el Museo de Artes Decorativas (Cerámicas de la Isla).
En recordación de esta extraordinaria joven intelectual cubana, en cada mes de septiembre alterno, se realiza simultáneamente en La Habana, Isla de la Juventud y Jarahueca, la Bienal Identidad, encuentro artístico-literario en homenaje a la poetisa, compositora y artista de la plástica, con el objetivo de promover, divulgar y analizar su obra. En ese importante evento, era recurrente la presencia de otra connotada cantautora de temas infantiles, Teresita Fernández (Santa Clara, 20 de diciembre de 1930 – La Habana, 11 de noviembre de 2013), también trovadora, narradora y pedagoga, quien la calificaba como una “mariposa blanca”, que en algunas ocasiones se posaba en su mano y a la que ella saludaba: “Hola Ada, Adita.
En los momentos en que falleció, Ada asistía a Teresita en la redacción de sus memorias.
Víctima de un fatídico accidente de tránsito, el 14 de julio de 1992 partió hacia la eternidad esta alegre muchacha cuando aún no había cumplido los 31 años de edad. La cultura insular se enluteció. Fue llorada por las almas sensibles de todos los rincones de la nación y más allá de sus fronteras. Infinidad de proyectos e ideas creadoras dejó sin concluir en tiempos en que su fértil e inagotable caudal intelectual ya hacía historia. Post-morten recibió el Premio Especial Abril por el conjunto de su obra artística y la Orden Raúl Gómez García.