El Movimiento Poético Mundial recientemente realizó una reunión virtual con la participación de reconocidos exponentes de este género literario en Asia, Europa, África, América Latina y América del Norte, con el fin de proponer a la directiva del Comité del Premio Nobel de la Paz la propuesta de que se inscribiera entre los candidatos y se le concediera este importante lauro al Contingente Henry Reeve, haciendo extensivo el reconocimiento a todos los trabajadores de la salud del mundo, héroes de la lucha contra la Covid-19.
La misiva, firmada en Medellín y dirigida al señor Señor Berit Reis-Andersen, del Comité Noruego del Premio Nobel, asegura que “enaltecer la entrega generosa de los médicos que, poniendo en peligro sus propias vidas, han estado en la primera línea del enfrentamiento a la terrible enfermedad, es un acto de justicia y reconocimiento que la humanidad debe rendirle”.
Bardos de India, China, Nepal, Rusia, Turquía, Francia, Nigeria, Colombia, Venezuela, Cuba, Chile y los Estados Unidos de Norteamérica se unieron a la propuesta hecha con anterioidad por distinguidas personalidades y pueblos de diferentes regiones del planeta, muchas de ellas asistidas por los galenos cubanos ante la pandemia del nuevo coronavirus.
“Grandes son los esfuerzos de la comunidad internacional en su lucha contra la pandemia provocada por el virus Sar Cov 2. Mientras los científicos trabajan para encontrar una cura para la enfermedad, los profesionales de la salud se han convertido en verdaderos héroes de esta guerra contra el mal”, expresa el documento.
“En esta contienda épica —añade— por salvar vidas humanas es significativa la labor de la Brigada Henry Reeve, que desde que se declaró la epidemia ha trabajado en más de sesenta naciones, en una clara expresión de su vocación por la vida”.
Los médicos, enfermeras y otros especialistas y técnicos de la salud pertenecientes a este contingente han llevado a sus misiones “una luz de esperanza, una luz de afecto”, como expresó el presidente cubano Miguel Díaz Canel. “Por ello —requieren los poetas— le solicitamos la inscripción ante el Comité del Premio Nobel de la propuesta de que estos médicos sean reconocidos con el Premio Nobel de la Paz, incluyendo en ese ejército de batas blancas a todos los trabajadores de la salud del mundo.
“Pocas veces —añaden en sus argumentos— un esfuerzo colectivo, pleno de generosidad en su humildad y singular grandeza, ha tenido tanta trascendencia en la lucha del hombre por preservar la vida humana y enaltecer una vocación tan altruista como la que han desarrollado esos médicos y los trabajadores de la salud en las condiciones más difíciles de la lucha contra la muerte alrededor del planeta”.
En la nota hecha pública a través de las redes sociales se enfatiza: “Los poetas salvan el alma. Los médicos salvan el cuerpo. Juntos trabajamos para preservar el cuerpo, el alma y la mente, esa triada que sostiene el espíritu humano en su trascendencia, al rendirle un culto a la vida y la belleza como valores máximos de nuestra civilización”.
Finalmente, el Movimiento Poético Mundial expresa: “Las brigadas (del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Epidemias Graves) Henry Reeve y sus colegas de todo el mundo merecen ese respeto y ese reconocimiento.
Hery Reeve fue un joven norteamericano que a los diecinueve años dejó Brooklyn, Estados Unidos, para unirse a la causa emancipadora cubana y convertirse en general de brigada del Ejército Libertador. Era conocido en Camagüey por el sobrenombre de Enrique el americano, pero en el resto de Cuba, tanto cubanos como españoles, lo conocían como El inglesito. Participó en unas 400 acciones combativas, de las que en 10 resultó herido y se le reconoce haber participado en el rescate del General de Brigada Julio Sanguily.
Cuando desplegaba una importante campaña entre los territorios de Colón y Cienfuegos, en agosto de 1876, supo que en las cercanías del poblado de Yaguaramas estaba el enemigo. Con la impetuosidad que distinguía al brigadier salió a su encuentro y cargó al frente de su tropa.
Era el 4 de agosto y en desigual combate, ordenó la retirada, y mientras cubría a su tropa recibió primero una herida en el pecho y después otra en la ingle. Derribado del caballo, recibió otra en el hombro y cuando el enemigo mató su caballo sin el cual no podía valerse, su ayudante le ofreció otra bestia pero la rechazó ordenándole que se retirara porque lo iban a matar, y siguió defendiéndose con un machete en la mano y en la otra un revólver hasta que, agotadas las fuerzas y las municiones, se dio un tiro en la sien para no caer vivo en manos del enemigo. Al morir contaba con 26 años de edad de los que dedicó siete de su juventud a la causa de la libertad de Cuba.
Tras su caída en combate, un grupo de patriotas cubanos escribirían a la madre de El Inglesito: “Movido de sus generosos impulsos, pisó estas playas, joven y fogoso legionario de la libertad, sin más títulos que su ardoroso entusiasmo y su firmísima resolución de luchar por la independencia de Cuba, a la que desde entonces adoptó y amó como su patria”.
Sobre la forma en que se produjo su muerte, el historiador de La Habana, Eusebio Leal Spengler, afirmó: “Impresionaba el disparo en la sien, como símbolo del valor y el decoro militar, los tiros de la ejecución fallida en la caja torácica, y la marca de otras tantas magulladuras. Pero sobre todo la pierna, la pierna deshecha, atada con cueros y varillas de metal, que sostenía a aquel nuevo batallador de la antigüedad en su concepto”.
“Nosotros ofrecemos formar profesionales dispuestos a luchar contra la muerte. Nosotros demostraremos que hay respuesta a muchas de las tragedias del planeta. Nosotros demostramos que el ser humano puede y debe ser mejor. Nosotros demostramos el valor de la conciencia y de la ética. Nosotros ofrecemos vidas”, dijo el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el acto de constitución del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias Henry Reeve (2005).