Un documental que Netflix estrenó la semana pasada ya se puede conseguir en El Paquete, el servicio de descarga off line que opera de manera informal en Cuba. La otra cara del bloqueo de Estados Unidos a la Isla es la circulación, sin pagos aduanales ni de derecho de autor, de toda suerte de series, películas, juegos de video y programas de computadoras que se producen a 90 millas de nuestro territorio.
No hay intercambio de mercancías entre los dos países, pero tampoco es posible controlar el mercado subterráneo y totalmente desregulado de “productos culturales” que se empaquetan en discos duros externos y memorias flash, o que directamente nos llegan a través de Internet. A veces para bien y otras muchas para mal. Rara vez se repara, cuando se habla del bloqueo estadounidense, en su cara más laxa: lo que te deja tomar casi todo lo que llega por las pistas digitales, gracias a lo que el filósofo francés Eric Sadin ha llamado “la silicolonización del mundo”.
Incluso para Cuba, bajo cerco por demasiado tiempo, las guerras ya no son lo que eran. Nos enfrentamos a adversarios que no tienen ni territorio, ni fronteras, ni diplomáticos, ni asiento en el Consejo de Seguridad, ni ningún interés para negociar. Las redes sociales multiplican por cero las leyes de los estados soberanos a los que asfixia sin sufrir repercusiones. Como una impenetrable capa de látex, ese imperio media entre nosotros y es el responsable de la polarización, el extremismo y muchas otras disfunciones que vive la sociedad contemporánea.
Este es el tema del documental El dilema social, del realizador estadounidense Jeff Orlowski, que ya circula en los entresuelos digitales de la isla. Narrado por desarrolladores principales de Facebook, Twitter, Youtube, Pinterest y otras plataformas, que desertaron de esas empresas por razones éticas, es el análisis más lúcido, sucinto y profundamente aterrador sobre el impacto de los llamados medios sociales que haya visto.
Sorprende, porque son los cerebros de estas plataformas los que hablan hasta por los codos de la capacidad destructiva de estas empresas, pero no porque no tuviéramos ya conciencia de ello. Lo estamos viviendo en carne propia los cubanos por dos vías: la polarización y el escarnio que campea en las redes sociales, permeables al sarampión trumpista de grupos coordinados de cubanos que viven en Miami, y las teorías de la conspiración que inundan las comunidades latinas en Florida. Tanto demócratas como republicanos compiten allí por la medalla al partido más anticomunista y por denigrar los símbolos de la Revolución cubana, en vísperas de unas elecciones en la que las mentiras han alcanzado una dimensión salvaje, según el diario digital Politico.
La desinformación, añade Politico, llega “a un nivel de saturación que amenaza con moldear el resultado en el estado más disputado del país” en la actual contienda electoral. “Nunca había visto este nivel de desinformación, teorías de conspiración y mentiras”, dice Evelyn Pérez-Verdia, estratega digital demócrata, que ha estudiado los grupos de WhatsApp.
La desinformación que se comparte en los chats y en YouTube, Twitter, Instagram y Facebook va más allá de la retórica hiperbólica. Las teorías de la conspiración, especialmente en torno a QAnon, que postula que Trump está luchando contra un poder global de pedófilos satánicos, saltan de las redes a los carteles y camisetas de los partidarios de Trump que cada semana se movilizan en Florida.
El pasado viernes, el principal diario en español de ese estado, El Nuevo Herald, se vio obligado a retirar su suplemento “Libre”, que atacaba al movimiento Black Lives Matter con opiniones racistas y antisemitas. Un venenoso youtuber autoproclamado líder de Partido del Pueblo en Miami y principal vocero de Trump en la comunidad cubanoestadounidense, ha anunciado, entre otras suculentas mentiras, que sobrevendrá una ola migratoria desde la Isla antes del 3 de noviembre. Sus transmisiones en vivo suelen tener a diario miles de entusiastas espectadores.
En un artículo en el que advierte que la campaña Trump 2020 se dispone a invertir mil millones de dólares para anuncios publicitarios en Internet, la revista The Atlantic reconoce que en estas elecciones se ha movilizado una vasta coalición de medios de comunicación partidistas, grupos políticos externos y empresas privadas, dispuestas a “emprender la que podría ser la campaña de desinformación más extensa de la Historia. Tenga éxito o no en la reelección del Presidente, la destrucción que dejará detrás será irreparable, y no solo para Estados Unidos”.
¿Cómo llegamos hasta aquí?¿Cuándo y quién desató a los demonios que ahora andan sueltos? ¿Qué vamos a hacer? Esas son las principales preguntas que se hace El dilema social, en Netflix y en El Paquete cubano. Está por ver si la polvareda que ha levantado el documental ayudará a la des-silicolonización. Ojalá. Tomado de La Jornada).