“Otorgar un premio es como apuntar directamente un dardo dirigido al corazón de las emociones; recibirlo es como hacer vibrar el espíritu alimentado por esas mismas emociones”.
Cuando Eduardo Heras León pronunció aquellas palabras, después de recibir el Premio a la Dignidad, otorgado por la Unión de periodistas de Cuba, no sería la primera vez que su espíritu vibrara.
Hoy que cumple 80 años, quizás vuelva a vibrar su traslúcido espíritu, porque hay premios no materiales que impactan contra cualquier alma y la vuelven convaleciente de felicidad, y así es el premio que recibe vestido de cariño, admiración y gratitud por sus alumnos, por sus amigos, por sus lectores.
No hay manera de detentar y renunciar a esos otros reconocimientos también espirituales si la mayor virtud es la generosidad, porque el Chino-escribió Silvio Rodríguez-es de esa gente que no entrega el corazón a plazos, sino completo, y “esa inefable calidad está en la visión del mundo de su literatura, en lo que se compromete a mostrar como editor, en lo que enseña a sus apasionados estudiantes”.
Aunque narrador, escritor, crítico literario y de danza, licenciado en Periodismo y en Filología por la Universidad de La Habana, Heras señala como vocación primaria el magisterio, y así lo dijo en una entrevista, al declarar que su preferencia viene desde los cinco años, cuando “agarraba una sillita en el patio” de su antigua casa y enseñaba a los demás a hacer las letras y a dibujar.
Ese gusto por educar se tradujo en la creación del Taller de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, hoy Centro de Formación Literaria, que transformó el mapa de la literatura cubana, al descentralizar la producción literaria y formar narradores en todos las provincias del país, pero que a la vez, como reconoció en otra ocasión, “enseña la solidaridad, la aceptación consciente de las opiniones diversas y opta por eliminar la envidia y las rencillas a veces personales que tanto perjudican las relaciones entre escritores”.
Rimas, fue el primer texto que idolatró como lector. Amaba a la poesía y sus dos grandes ídolos eran Rubén Darío y Gustavo Adolfo Bécquer; sin embargo, siempre creyó que hacía poemas vergonzosos, por eso al entrar a la escuela de periodismo y encontrar un grupo de “gente afín intelectualmente”, entre ellos Germán Piniella, Renato Recio, Rogerio Moya, comenzó a narrar, así llegó su primer cuento, al menos el que considera digno de mencionar, el mismo que aparece en su primer libro La guerra tuvo seis nombres, reconocido con el premio David, en 1968.
Heras también pensó como Dante a las puertas del infierno: “Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate. Abandonar toda esperanza, quienes aquí entráis”. Era 1971, el quinquenio gris o el decenio negro considerado por muchos y era Los pasos en la hierba, su segundo libro, que recibió Mención única del Premio Casa de las Américas en 1970, y le otorgó a su autor el sello demonizante de “emprender una carrera contra el heroísmo” y la condición de no poder publicar hasta varios años después.
Pero Heras resistió con la idea martiana de ser un hombre de su tiempo para ser un hombre de todos los tiempos y ahora continúa creyendo que la literatura es una actividad de libre pensamiento que las “instituciones culturales deben estimular, pero no dirigir”.
Ahora tiene 80 años y muchos premios. Ahora escribe sus Memorias, estoico y alejado de rencores, que lo hacen merecedor-como dijo Piniella-del premio de la vida, por enfrentar las adversidades con la persistencia de un boxeador que se niega a ser derrotado.
Mucha salud , amor y prosperidad , para una PERSONA EXCEPCIONAL , ademas de un escritor e intelectual comprometido con su pueblo y con la historia. Felicidades en los 80 de Eduardo Heras Leon