La desnutrición y la hambruna infantil han alcanzado niveles exorbitantes alrededor del mundo a partir de la propagación de la COVID-19, al punto que se estima que 10 mil niños podrían morir de hambre al mes durante el primer año de la pandemia.
Un informe emitido por los secretarios generales del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos, publicado este lunes en The Lancet, sugiere que, sin una acción oportuna, la prevalencia global de emaciación infantil (pérdida involuntaria de más del diez por ciento del peso corporal) podría aumentar en un 14, 3 por ciento.
Con un estimado de 47 millones de niños menores de cinco años afectados por la emaciación antes del virus, el contexto estaría representado ahora por unos 6, 7 millones de niños adicionales con emaciación durante los primeros doce meses de la pandemia, el 80 por ciento de ellos en África Subsahariana y el sur de Asia, y más de 10 mil muertes infantiles adicionales por mes durante igual período.
Ese aumento estimado-precisa el informe-es solo la punta del iceberg, pues también se espera el aumento de otras formas de desnutrición infantil, incluyendo retraso en el crecimiento, deficiencias de micronutrientes y sobrepeso.
Para proteger el derecho de los niños a la nutrición frente a la emergencia sanitaria internacional, los líderes de las cuatro agencias de la Organización de las Naciones Unidas consideran que es fundamental el acceso a dietas nutritivas, seguras y asequibles; inversiones destinadas a mejorar la nutrición materna e infantil; la reactivación de los servicios que detecten y traten la emaciación desde edades tempranas; la provisión de comidas escolares, y la protección social para salvaguardar el acceso a dietas nutritivas y servicios esenciales entre los hogares más pobres.
Nuestros equipos en países de todo el mundo-concluyeron los funcionarios-están listos para apoyar a los Gobiernos y socios en la implementación de esas acciones, pues “debemos avanzar juntos con una acción sostenida e inversiones en nutrición que nieguen un legado intergeneracional de hambre y desnutrición en los niños”.