Por Lilibeth Alfonso
Somos de los que corremos en dirección opuesta al sentido común, el de la mayoría de los mortales. No lo podemos evitar. Subimos crestas empinadas bajo fuertes lluvias, solo para ver el milagro de una presa que vierte por primera vez, o nos abrimos paso entre escombros y sangre: somos de la prensa.
Lo llevamos en vena. Y así Venceremos ha estado, sentido y contando cada suceso importante de la vida en esta parte del país desde su fundación, el 25 de julio de 1962, cuando los tiempos de los linotipos, las páginas diseñadas a mano y las máquinas de escribir, hasta la agradable sorpresa de las computadoras y la Internet.
En realidad, el soporte no importa. La técnica tampoco. De los talleres químicos donde se procesaba con algo de magia cada foto, a las instantáneas de hoy, listas para imprimir o colgar en los sitios digitales, el alma es la misma.
Hay testigos de ello, los más de 200 trabajadores que han pasado por este medio de prensa en estos casi 60 años -en sus diferentes cambios de formatos, sedes, periodicidad- y los millones de lectores que se han encontrado en nuestras páginas, y nos acompañan hoy, con fuerza renovada en los entornos digitales.
Así que cuando empezó la pandemia de la COVID-19, los “venceremistas” que debían estar en casa no se fueron del todo. La mayoría se quedó en sus puestos. Se adaptó a los cambios. Se creció ante la falta de transporte, los horarios restringidos, las líneas rojas. Puso la otra mejilla, incluso, cuando la sombra de la enfermedad les “picó” cerca.
Trabajamos. Nuestro periódico salió a la calle y contó, desde varias perspectivas como dispersas son las mentes y las artes de cada periodista, editor, fotógrafo…, la inusual batalla frontal que libramos -todavía, aunque ya quisiéramos usar el pasado- contra el SARS CoV-2.
Todo comienzo…
Ya la COVID-19 sonaba cuando, el 20 de marzo, en la edición impresa del Venceremos vino a ocupar la primera página la noticia sobre los aseguramientos del territorio para la fabricación de nasobucos, uno de los medios recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para protegerse de la que ya era considerada pandemia.
Fue el indicio, la clarinada de lo que vendría después, sobre todo, a partir de la aparición de los primeros casos, y hasta ahora, cuando la provincia lleva casi tres meses sin nuevos contagios por coronavirus, y tiene la esperanza de seguir contando.
Llegamos lejos y profundo. Anunciamos la salida de los primeros médicos para la “batalla internacional” contra el virus, y nos adelantamos a “auscultar” nuestras Terapias Intensivas, porque allí, según lo leído y lo visto en las experiencias europeas, se libraban las batallas más arduas entre la vida y la muerte.
Asistimos al acondicionamiento de los primeros 10 centros de aislamiento -en los momentos más difíciles llegaron a 20, según el gobernador de la provincia- y nos acercamos, tecnología mediante, al latir de los nuestros que partieron hacia muchas naciones del mundo, en América, África y Europa: Italia, Santa Lucía, México…
Les pedimos prestadas a los sanitarios sus batas y sus charlas educativas para evitar el contagio, y nos fuimos al barrio para contar de las manos, los pasos, los tiempos de los solidarios.
Nos unimos a los recorridos del segundo secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, José Ramón Machado Ventura, y el Vicepresidente de la República, Salvador Valdés Mesa, por sitios de interés, especialmente, áreas para la producción de alimentos.
En tres meses, el nuevo coronavirus acaparó titulares y espacios. Casi un centenar de trabajos entre crónicas, informaciones, reportajes, comentarios fueron publicados en ese tiempo, la mayoría, relacionados con la enfermedad.
La idea
Es una pieza reducida. Tres metros de ancho y si acaso dos de largo. Tres mesas, un par de ordenadores medianos, una computadora, dos teléfonos y, en un lugar visible, el “mamotreto”, donde, día por día, se controla la entrega de los trabajos que deben “llenar” el semanario impreso.
Ariel Soler Costafreda es el rey de ese pequeño feudo organizado, preciso como lo es el actual jefe de Información del periódico, con sus más de cuatro décadas como periodista, fotorreportero de guerra… a cuestas.
“En estos meses nos apegamos a nuestra función de informar, educar, orientar a la población, principalmente, el espectro anómalo que nos planteó la pandemia, un suceso totalmente nuevo para el país y para la editora”, apunta, a la primera.
Fue, reconoce, un cambio brusco. “Pasamos de contar la cotidianidad, a centrarnos en esa enfermedad. Dejamos de realizar secciones como las Instantáneas, redujimos los espacios dedicados a la cultura y el deporte a una sola página, en parte, porque la actividad en esos sectores se minimizó notablemente, y dedicamos tres páginas, en vez de dos, a los artículos de género.
“Designamos al joven periodista Dairon Martínez Tejeda para el seguimiento informativo del enfrentamiento al coronavirus, y por él esperábamos las últimas nuevas sobre la situación epidemiológica de la provincia, para llevar a nuestros públicos la información más actualizada”.
Con la enfermedad “tocándonos” de cerca -con varios casos en la provincia que derivaron en un fallecido-, y una plantilla puertas adentro en la que se acumulan varios factores de riesgo y peculiaridades, también fue necesario cambiar las maneras de trabajar.
“La gran mayoría de los reporteros empezaron a escribir desde sus casas, con medios propios o facilitados por el periódico, como Dairon y Arturo Alberto Machirán, y los fotógrafos Lorenzo Crespo y el veterano Leonel Escalona, y así fueron fluyendo las cosas”, explica.
El tratamiento informativo fue intenso y variado: “Hablamos sobre la transportación de casos sospechosos, de los aseguramientos para que se mantuvieran los servicios de hemodiálisis y los tratamientos contra el cáncer en Santiago de Cuba, la pesquisa activa; dimos seguimiento a los internacionalistas, tanto a los que desde sus misiones se sumaron a la lucha contra la COVID-19, como a los miembros de las brigadas Henry Reeve, nos acercamos a los eventos de transmisión local.
“La producción de alimentos, tanto en las zonas rurales como en las ciudades, fue otra de nuestras grandes prioridades. Se siguió el trabajo de la Fiscalía y el Tribunal en su enfrentamiento a los violadores de las leyes y, desde el punto de vista crítico, pusimos el ojo sobre las indisciplinas sociales, como factor determinante en todo este proceso”, rememora.
Está, y estuvo, consciente de los riesgos a los que se enfrentaban sus equipos de prensa en cada cobertura, en especial, las más cercanas a las líneas rojas de la pandemia, los hospitales, los centros de aislamiento, el trato con sospechosos…
“El peso se siente, porque uno sabe -sobre todo, cuando había varios casos activos en el territorio- que el virus podía estar en cualquier parte, y había que mandar a los periodistas para la calle, a veces sin transporte, solos, porque el periódico no podía pararse. Tenemos una responsabilidad con los lectores, que fue cumplida.
“Nadie se negó a trabajar. Nadie titubeó, ni siquiera ante las coberturas más difíciles, aunque protegimos a los más vulnerables. La gente se creció, respondió, fue más productiva, se entregó. Creo que todos resultamos mejores trabajadores después de esta experiencia”.
No es su primera vez frente al peligro. Su vida periodística, casi tan longeva como el periódico mismo, es un ejemplo de crecimiento ante situaciones difíciles. Lo sabe, y también que, probablemente, esta no sea la última de su carrera.
Visión periodística
“La COVID-19 es, en todo caso, la segunda prueba de fuego -me replica a media sonrisa nasobuco por medio, Dairon, uno de los más mencionados en esta historia- porque la de verdad fue el huracán Matthew, en 2016, justo cuando comencé en Venceremos, recién salido de la Universidad”.
A sus 27 años, sabe que es uno de los profesionales más seguidos en tiempos de COVID-19, y entiende la responsabilidad que significa tener, a su cargo, la actualización diaria de las noticias sobre la enfermedad y otras urgencias epidemiológicas, para la página web, y el cierre de la edición impresa, cada jueves.
“Empecé a trabajar en el tema a partir del segundo caso confirmado con la enfermedad, porque la titular del sector no pudo asistir, y después no pude soltarme, empecé a aportar informaciones, a asistir a coberturas, a subir videos, a hacer infografías, a seguir la evolución de la pandemia…”
Algunos momentos, recuerda, fueron particularmente difíciles. “Con los recursos del país puestos en función de enfrentar la pandemia, muchas veces tenía que irme al telecentro Solvisión a pie, y hacer la nota en el celular, para que estuviera lista y en manos de los editores antes de las dos de la tarde”.
Fue, cuenta, “un reto también para mi familia, porque mi mamá padece de una enfermedad cardíaca, y mantenía un control férreo sobre todas las personas que entraban a la casa. Establecimos una especie de zona donde dejaba la ropa cuando llegaba de la calle, los zapatos, y pasaba al baño sin tocar nada.
“Creo que todo salió bien. No me enfermé. Hice mi trabajo. Mantuve, además, la sección de Cultura con los eventos que se realizaron en las redes sociales, como las Romerías desde casa…, y todo lo que fue necesario”, y vuelve a esbozarme una sonrisa, el entrevistador ahora entrevistado.
Dice, finalmente, que se siente leído -su promedio de trabajos, en estos últimos tiempos, ronda los 30 cada mes-. Que lo llaman en la calle para plantearle problemas, aunque no sea él la persona para resolverlos, y que trata de ayudar cuando es posible.
Y que si bien la pandemia no fue su prueba de fuego, uno de los mayores alivios de su vida fue dar negativo en el test rápido al que tuvo que someterse minutos antes de una cobertura de primer nivel, como parte del protocolo en esos casos: “Puse el brazo, me sacaron sangre y un cuarto de hora después, nada, negativo. ¿Qué pensé en ese momento? Lo obvio: que me salvé”.
Desde el otro lado del Departamento, Julio César Cuba Labaut escucha y asiente. Es “veterano” en estas lides y, en la COVID-19 en particular, fue de los pocos periodistas que accedieron a los centros de aislamiento, junto al fotógrafo Leonel Escalona Furones.
“Sucedió, relata, en el Hospitalito Militar. Nos vistieron completamente de verde, explicaron el protocolo, la importancia de no descuidarnos, porque no sabíamos quiénes estaban enfermos y quiénes no. Fueron momentos muy tensos, pero hicimos el trabajo.
“Entrevistamos al jefe del centro, a dos ingresados, a personal de la Salud, incluso reconocí a una vecina tras su atuendo de licenciada en Enfermería. Desde esa experiencia valoro mucho más el trabajo de las personas que trabajan con sospechosos, confirmados…”
Leonel Escalona o Escalona a secas, como se le conoce en el gremio sin lugar a equívocos, padece de una de las enfermedades consideradas de riesgo y está a muy pocos años de entrar en el grupo de los adultos mayores. Le pregunto por qué entró, por qué estuvo entre quienes traspasaron esa línea roja y solo me dice que no podía perder la oportunidad.
“He tenido muchas experiencias en el periodismo de contingencia, estuve en huracanes, sismos, en la guerra, como corresponsal en 1983…, pero una cobertura como esta es incomparable, por lo humano y lo complejo. En lo personal, seguí el ejemplo de los médicos, de todas aquellas personas que trabajan en los sitios más peligrosos y sale ileso”.
Un detalle importante: “Mi familia se enteró cuando ya todo había pasado. Y sí, cuando vieron mi nombre en el periódico, me “echaron” la bronca y en parte me la merecía, pero soy fotorreportero. ¿Cómo iba a quedarme afuera, si la noticia estaba adentro, la respuesta a tantas preguntas?”.
La forma del todo
Lo primario en todo medio de prensa es la política informativa. Luego, las indicaciones generales del director, las específicas del jefe informativo y los trabajos que surgen de las manos de los periodistas. En ese punto entra la “tropa” del Departamento de Redacción, a cargo de Marelis Iznaga Reyes.
Entre correctores y diseñadores conforman buena parte del “cómo se hace” el Venceremos, tal cual lo vemos en la calle, y lo vimos, en plena pandemia.
“Nos reorganizamos. No podíamos asumir el trabajo a distancia, así que armamos pares de trabajo, de lunes a jueves, que diseñaban, corregían las planas y garantizaban los PDF del Venceremos y el Lomerío que luego se enviaban al poligráfico de Holguín, para ser impresos”, cuenta la jefa.
“Tuvimos, asegura, altibajos con el personal, cosas para contar, sacrificios personales y algunos sustos que, por suerte, no pasaron de ahí. Nos respaldamos cuando alguien faltó y mantuvimos, además, las secciones a nuestro cargo, como la de salud: Por la Vida”, precisa.
El más nuevo de los diseñadores -y el único hombre de un equipo de seis- Jorge Luis Lambert Nolazco, es uno de los que tuvo que “salvar distancias”, literalmente, para cumplir sus obligaciones en medio de la situación anómala, y de los hombros más fuertes que sostuvieron al impreso.
“Vivo en Cayamo, un asentamiento de Caimanera y fue difícil cuando se paralizó el transporte. Por suerte, gracias a una gestión con Servicios Comunales, podía venir a las seis de la mañana y regresar a mi casa a las tres de la tarde, los martes y miércoles, cuando me tocaba”, detalla.
El mayor orgullo, dice, “es que el trabajo interno y sus sacrificios permitió que nuestros lectores no percibieron la diferencia, tuvieron el periódico cada viernes en las manos, con información útil, que orientaba, desmentía rumores, informaba”.
No cree que la suya sea una historia extraordinaria: “Si algo me queda claro es que todos hicieron lo necesario durante esta pandemia, no importa si fue desde sus casas, la calle; si entraron a los centros de aislamiento o se quedaron en la oficina”.
Cuando el clic se multiplica
Adriel Bosch Cascaret, subdirector del periódico que atienden directamente el trabajo en las plataformas digitales, se para en sus trece y asegura que el ritmo que impuso la COVID-19 cambió “muy poco” los rigores que hacen posible la actualización del diario digital Venceremos.
A la versión digital, sumémosle además las redes sociales –Instagram, Ivoox, Youtube, Twitter, Facebook– que gestiona con un reducido grupo de profesionales que se vino a fortalecer justo después de los peores tiempos de la pandemia.
No quiere decir, me aclara, que fuera un momento de puras rosas. “Tuvimos que lidiar con una realidad diferente, alejados de los periodistas que en tiempos normales tenemos al lado y estaban lejos, y con una reducción drástica del equipo web, por las mismas medidas que impuso el enfrentamiento al virus”.
Hubo que planificarse mejor. “Cumplir con todo a la vez”, y cuando dice eso, los que conocemos la situación desde adentro entendemos que el verbo que quiere sonar impersonal es todo suyo.
“Nuestra rutina, nuestros horarios, los definían las conferencias de prensa del doctor Francisco Durán, que además compartíamos en vivo por Facebook y las comparecencias del epidemiólogo local, Luis Armando Venereo, con que completábamos las informaciones del día, por medio de Dairon. Los fines de semana, se hace, además, un video resumen”.
Con antelación, se preparaba lo posible. “Se seleccionaban las imágenes, las caricaturas para no ser repetitivos, el propio Dairon aportaba infografías a partir de la información que recopilaba. Y así logramos posicionarnos, ganar en seguidores, en todas las redes sociales, sobre todo, en la página de Facebook”.
Es una tendencia más allá de nuestras fronteras. En medio de la infodemia -término que acuñó la OMS para designar a la sobreabundancia de información, ya sea falsa o confiable, que genera confusión y desconfianza entre las personas-, los medios oficiales y locales cubanos vieron crecer de forma notable sus audiencias.
Actualmente, el perfil de Facebook de Venceremos tiene más de 11 mil seguidores -un millar más que al inicio de la pandemia-, las visualizaciones en algunos trabajos rebasaron las 80 mil, y con el mismo ritmo ascendente se comportaron los likes y los comentarios.
“Lo vimos, mayormente, en los primeros casos que se reportaron en la provincia. Teníamos, por medio de la periodista Annaliet Sourt Álvarez, un sistema de comunicación directa con la Dirección provincial de Salud Pública que nos permitió adelantarnos a la información nacional, por lo menos, en los dos primeros casos: Manuel Tames y El Salvador”.
En esos momentos, “la página web, en la dirección www.venceremos.cu llegó a tener un promedio de cinco mil visitas diarias”.
Fue, reconoce el subdirector, una experiencia tan compleja como interesante. “Cada información era revisada exhaustivamente. A veces, Salud nos confirmaba un positivo, nos pedía esperar a la confirmación de la conferencia de prensa, y lo hacíamos, pero la búsqueda previa nos daba una ventaja que nos hizo ganar en seguidores, y cuestionadores, por supuesto”.
Luego, el sistema cambió, “se decidió por parte de Salud unificar la información provincial y nacional, por lo menos, en el número de los casos confirmados, y perdimos la calidad de la primicia -que se le concedió a la revista del mediodía en Solvisión-, pero nos mantuvimos activos en las redes sociales, en contacto con los colaboradores de la Salud, las personas que viven en otros países y nos pedían resúmenes de la situación local, canalizando problemas, aclarando dudas”.
Se reforzó, también, el carácter multimedial de la versión online. “Llegaron algunos celulares, y fue posible crear sets, grabar videos y subirlos a nuestras redes.
“En general, apunta, ganamos en el oficio de integrar las redes en las que tenemos espacio, durante la pandemia, principalmente, Facebook, Twitter e Instagram; hemos cambiado prácticas, mejorado en aspectos del posicionamiento en la web, y sumamos a un webmaster y una correctora para los contenidos digitales”.
La voz de “arriba”
Jorge Luis Merencio Cautín, director del Venceremos desde septiembre de 2017, es un jefe orgulloso: se le nota en las palabras con que describe,
minuciosamente, la estrategia para adaptarse ante las imposiciones del distanciamiento social, el déficit de recursos y todo cuanto impuso el peligro de la COVID-19.“En este punto, creo que el periódico se llenó de experiencia y cumplió su función, y las orientaciones del Consejo de Defensa Provincial desde el punto de vista de la comunicación, a pesar de las carencias tecnológicas, la reducción drástica de las asignaciones de combustible, las urgencias del momento…”
Se partió, rememora, “de un cambio en las rutinas de trabajo en todas las áreas para proteger a nuestros trabajadores; los periodistas –ocho de nueve- se acogieron al teletrabajo; los diseñadores y las correctoras se turnaban debido a lo reducido de su departamento, al igual que los de Servicio”.
En esas condiciones, reconoce, “la mayoría respondió con disciplina, con dedicación, y eso se ve en el incremento de la productividad y la rapidez con que se entregaban los materiales, esencialmente, entre los reporteros. Tengo que destacar a los más jóvenes, Dairon, Machirán…
“Fue un trabajo fuerte también para las personas que se dedican a editar la publicación que tenían que proyectar, revisar, diseñar el periódico, y puedo decirte que en la etapa no hubo errores importantes de contenido ni de otra naturaleza, gracias a ese equipo de personas sumamente comprometidas, talentosas y preocupadas”.
De ahí el resultado: “Considero que nos acercamos más a la agenda pública, en temas como la alimentación, el transporte -cuyas tensiones se exacerbaron en la etapa- y, por supuesto, todo lo relacionado con la epidemia, las despedidas y recibimientos a los internacionalistas, la concreción de las medidas para cada fase…”
En lo personal, asegura, “me tomé muy en serio la atención a los enfermos, y la salvaguarda de los más susceptibles”.
Algo que no cumplió en primera persona, le riposto a sus muchas décadas de trabajo, a su enfermedad hipertensiva. Tiene el gatillo rápido: “Cierto, pero no soy el único. El equipo de dirección -con sus edades y achaques- se quedó al frente del periódico. La máxima, no obstante, era no enfermarse y nadie lo hizo. Creamos condiciones internas y conciencia, y lo logramos”.
¿Qué queda por delante?, le pregunto. “Más trabajo. Ahora, la prioridad es la producción de alimentos, tenemos que ir profundo en ese tema, acercarnos a la realidad, contar las buenas experiencias sin crear falsas expectativas, y también los malos ejemplos. Para acercarnos a lo que piensa el pueblo, a lo que necesita, es urgente adentrarnos en la cadena producción-comercialización, sus actores, sus trabas.
“Es lo que toca, y lo que haremos”, me dice y deja zanjado el tema, el director del medio de comunicación que se identifica con una de las consignas más elevadas y consecuentes de la Revolución cubana.
(Tomado de Venceremos. Fotos: Lorenzo Crespo y Leonel Escalona).
Buenas tardes, saludos solidarios desde Maracaibo, Venezuela. Gusto en Saludarles, el motivo de mi comentario, es que en Octubre de 1980, ese periódico hizo un reportaje en primera plana sobre el Nela Altomare, que hizo arriba forzosa en Cuba por el paso del Huracán Allen, el capitán y comandante de ese buque, era mi papá, el Capitán de Altura de la Marina Mercante Venezolana, José Fernández, el ofreció declaraciones a ese periódico, yo tengo una copia mal lograda por el tiempo de esa primera plana, y me gustaría conseguir una copia en mejor estado. Mi padre, falleció el 12 de febrero de 2022, a los 83 años de edad. Si me pueden contactar, les deseo mi correo en el campo correspondiente.
Muchas Gracias.
Fernando Fernández