Este 4 de julio, las celebraciones por el Día de la Independencia en Estados Unidos fueron más un acto de campaña presidencial, protagonizado por el republicano Donald Trump, que un discurso de júbilo dedicado a toda la nación.
“Ahora estamos en proceso de derrotar a la izquierda radical, los marxistas, los anarquistas, los agitadores, los saqueadores y a la gente que, en muchas instancias no sabe, en absoluto, lo que está haciendo”, vociferó el mandatario durante el acto “Salute to America” (Saludo a Estados Unidos).
En su presentación el “Emperador Naranja” comparó la lucha del país norteamericano contra los nazis con sus esfuerzos para “vencer a la extrema izquierda”.
Los héroes estadounidenses-expresó-vencieron a los nazis, destronaron a los fascistas, derribaron a los comunistas, salvaron los valores estadounidenses, defendieron los principios de Estados Unidos y persiguieron a los terroristas hasta los confines de la Tierra.
Trump ha tratado de profundizar las divisiones raciales y culturales de Estados Unidos con un discurso que siguió la misma línea del pronunciado este viernes en Monte Rushmore-precisó EuropaPress- el cual estuvo centrado en recordar el pasado de los Estados de la Unión y proyectarlo bajo un halo de gloria, cuestionando los intentos actuales de quienes pretender demostrar los fallos de un sistema débil y desesperado.
También acusó a los que “fomentan el odio, la discordia y la desconfianza” y avisó: “No permitiremos que nadie divida a nuestros ciudadanos por raza o pasado”, publicó la cadena CNN.
A su oratoria plagada de egocentría no podía faltar la mención a los “logros” que han definido su gestión gubernamental, bien ocultos, por cierto, al tener solo él la capacidad de apreciarlos.
En esta ocasión, el gobernante se presentó como protector de la historia estadounidense al insistir en la importancia del legado de los padres fundadores y de otras figuras históricas.
“Nuestro pasado no es una carga que desechar”, añadió, por eso, “nunca permitiremos que una multitud enojada derribe nuestras estatuas, borre nuestra historia, adoctrine a nuestros hijos o pisotee nuestras libertades”.
El punto supremo de la incongruencia discursiva y del bajo interés del mandatario hacia el complejo panorama del pueblo norteamericano, llegó cuando Trump aseguró que el 99 por ciento de los casos de COVID-19 en el territorio nacional son “totalmente inofensivos”.
Las evidencias científicas volvieron a ser sustituidas por otro de los axiomas de Trump al aducir, “hemos probado a casi 40 millones de personas (…) estos son resultados que ningún otro país puede mostrar porque ningún otro país tiene las pruebas que nosotros tenemos, ni en términos de números, ni en términos de calidad”.
Enhorabuena entonces, pues al parecer las alabadas pruebas no han hecho más que acompañar a un lamentable rebrote de casos, que confirman las cifras con más de 2,8 millones de contagios y al menos 129 mil fallecidos, registrando récords diarios en más de 30 Estados después de la reapertura económica.