El 4 de julio de 1990, en el hotel Danubio del barrio Bella Vista de Sao Paulo, se reunieron decenas de partidos y movimientos políticos progresistas y de izquierda de toda América Latina y el Caribe para debatir durante tres días sobre la crisis del llamado “socialismo real” y plantear estrategias frente al avance del neoliberalismo.
La convocatoria la hizo el Partido de los Trabajadores (PT), pero la idea venía de antes, fruto de una reunión en Cuba entre Luiz Inácio Lula da Silva, dirigente del PT y futuro presidente brasileño, y el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro.
Los medios cantaban el entierro del socialismo y el fin de la historia, y en un timonazo genial inspirado por Fidel aparecía este Foro que acogió sin sectarismos ni exclusiones a todos los que se seguían oponiendo al capitalismo con plena conciencia de la imposibilidad de que este pueda ofrecer alternativas a la humanidad.
Treinta años después el Foro vive otro momento complejo. Ahora la derecha no habla del fin de la historia sino del final del ciclo progresista con una ofensiva abrumadora en el orden mediático, judicial, tecnológica e incluso militar. Se ha visto de todo: judicialización de la política, prisión para los revolucionarios, golpe de Estado, intentos de sicariato político, despojos y traiciones. Los aires neofacistas que vienen del Norte cuentan con la potencia de fuego mediática, con el avance de la derecha evangélica entre los sectores populares y las herramientas del lawfare y el fakenews, especialmente contra los líderes de la izquierda.
A esto se suma que el gobierno de Estados Unidos ha reeditado la Doctrina Monroe, dirigida a controlar férreamente los gobiernos y recursos naturales de América Latina y el Caribe. Continúa su implacable ejecutoria de sanciones y exclusiones contra la hermana República Bolivariana de Venezuela y la Nicaragua sandinista, y arrecia el bloqueo económico, comercial y financiero contra la Cuba solidaria y la cooperación médica que ante los ojos del mundo salva vida. Sin embargo, el gobierno de Donald Trump ha demostrado a la par una incapacidad patética para controlar la pandemia que ha convertido a ese país en líder de casos y muertes por el nuevo coronavirus.
Todos coinciden que el Foro de Sao Paulo asiste a un nuevo aniversario en una situación similar a la de cuando fue creado. Pero, también, que es más necesario que nunca y tiene muchas razones para celebrar, con un camino recurrido en la integración de las fuerzas políticas y los movimientos sociales, y en la lucha contra el sistema neoliberal dominante y la construcción de poderes alternativos.
A pesar de la ofensiva imperialista, este foro abierto a cientos de organizaciones y partidos sigue demostrando sus enormes potencialidades no solo para transformar la realidad, sino para construcción de la unidad, la que proclamaba el primer secretario del Partido Comunista de Cuba Fidel Castro en su discurso durante la clausura del cuarto Foro de Sao Paulo celebrado en La Habana el 24 de julio de 1993: “Vean cómo a pesar de la diversidad de organizaciones tenemos un gran número de puntos en común y luchas en común, y esa declaración, que puede tener una coma más y una coma menos, una palabra más y una menos, una que nos satisfaga más y otra que nos satisfaga menos, es prácticamente un programa de lucha.”
“El Foro está aquí y estará y tiene mucho que hacer porque es otra vez ‘la hora de los hornos, en que no se ha de ver más que la luz’. Esta luz es la unidad, el gran legado que nos dejaron nuestros próceres, de Bolívar a Martí, Fidel y Chávez”, expresó el presidente de la República de Cuba Miguel Díaz-Canel Bermúdez hace un año en la clausura del XXV Encuentro del Foro de Sao Paulo.