Como dice el viejo refrán,”si no llegamos, nos pasamos” al punto de lanzar proyectos que más que absurdos pueden ocasionar burla entre el público. Me refiero concretamente a la pretensión de realizar el “carnaval” a través de las redes sociales.
Muchas son las exitosas iniciativas lanzadas en las redes sociales en tiempos de aislamiento social debido a la presencia de la COVID-19: reuniones nacionales e internacionales, conciertos de diferentes artistas y formatos musicales, exposiciones de las artes visuales, conferencias, promoción de textos de autores del patio y de lo mejor de la literatura universal, proyecciones de filmes…, entre otras muchas loables ideas promovidas por el Ministerio de Cultura durante estos meses de recogimiento en nuestros hogares.
Pero, ante todo, hay que tener en cuenta que el carnaval es una celebración popular que se realiza en distintos lugares alrededor del mundo en la que se combinan algunos elementos como disfraces, desfiles, bailes, carrozas, congas, comparsas y fiestas en la calle. El carnaval insular es gozadera, ron, cerveza, comida en kioscos improvisados, paseo de un lado a otro, unión de familias y grupos de amigos. Es apretujarse entre el gentío que pugna por encontrar un lugar para mirar, bailar o darse unos tragos… Ese es el carnaval que espera y quiere el pueblo.
El carnaval no puede “repensarse” a través de las redes sociales y los medios de comunicación, con fotos, charlas, videos, música…, ante todo porque es un jolgorio único, tradicional e histórico esperado por los nacionales para “desconectarse”, sin atender a otros menesteres que impliquen concentración intelectual.
Según algunos cronistas, esta picaresca social tiene sus orígenes en las antiguas Sumeria —región histórica del Oriente Medio, parte sur de la antigua Mesopotamia—, y Egipto, hace más de 5 mil años, con celebraciones similares en la época del Imperio Romano, desde donde se difundió la costumbre por Europa, desde donde fue traído a América alrededor del Siglo XV por los colonizadores españoles y portugueses.
En Cuba, los carnavales tuvieron sus inicios mucho antes del año 1585 durante las celebraciones del Corpus Christi y la Epifanía. Por esos días los negros esclavos organizaban danzas y marchas colectivas por toda la ciudad Habanera. En ese tiempo que los amos españoles les daban para disfrutar de algunos días de descanso bailaban disfrutaban en comunión.
De tales acontecimientos surgieron las fiestas carnavalescas en todo el territorio nacional, entre las que sobresalen las de Santiago de Cuba, Camagüey y La Habana; sobre todo, el primero, famoso por su alegría y participación colectiva.
Durante esos días el pueblo tomas las principales calles y avenidas de la ciudad, en muchos lugares, como en Camagüey durante el San Juan, los vecinos de cada cuadra sacan enormes calderos a las aceras o al medio de la calle para cocinar el tradicional ajiaco en un momento de alegría colectiva y de fraternidad en el que se aglomeran todos; mientras que los santiagueros se disfrazan, bailaban, suenan campanas y se hacen llevar por el bullicio y apretazón de las congas. Gran festividad con sangre africana, española y criolla.
Pienso que vale “rememorar” el carnaval a través de las redes sociales, pero nunca será posible “reinventarlo” mediante esa vía, la cual considero oportuna para realizar foro debates con el propósito de mostrar cada uno de los momentos tradicionales del San Juan, además de fotos, videos, obras literarias y otros documentos que recuerden las ediciones precedentes de esta fiesta. Pero nunca será la “celebración” del carnaval, decirlo de ese modo es un total desatino.
Se trata de un encuentro que se nutre y existe por el calor popular, como la Fiesta del Caribe o Fiesta del Fuego en Santiago de Cuba, que se decidió posponerla (no “reinventarla”) para el año que viene, debido a las afectaciones provocadas por la COVID-19 en toda el área del Caribe y el mundo, aunque a través de las redes sociales se promuevan ideas que rememoren esa gran cita. Una cosa es “repensar” estas festividades a través del internet y otra es “recordarlas” mediante esa vía, lo más lógico.
En el afán por resaltar iniciativas, deben de tenerse en cuenta que todos los eventos no son susceptibles de “cambios” en su concepción, a veces milenaria como los carnavales y con varios cientos de años latiendo entre los cubanos que esperan este momento para recrearse con sus familiares y amigos en las calles engalanadas con música y colores.