La actual pandemia está exponiendo desigualdades endémicas que han sido ignoradas por mucho tiempo. Cuando la jefa de los Derechos Humanos en la Organización de Naciones Unidas (ONU), Michelle Bachelet, expresó lo anterior, se refería a la oleada violenta de protestas por la muerte del afroestadounidense de 46 años, George Floyd, en Minneapolis, Estados Unidos (EE.UU).
Sin embargo, la alta comisionada aseguró que las manifestaciones destacan “no solo la violencia policial contra las personas de color, sino también las desigualdades en salud, educación, empleo y discriminación racial endémica”.
Asimismo, agregó en un comunicado que la pandemia actual tiene un “impacto devastador en las personas de ascendencia africana y minorías étnicas en Brasil, Reino Unido, Francia y EE.UU.” y abogó por un mejor acceso a las pruebas y a la atención médica para las minorías raciales y étnicas.
Previamente, la funcionaria instó a las autoridades estadounidense a tomar medidas contundentes que detuvieran los asesinatos y garantizaran justicia al producirse.
En ese sentido, añadió que es necesario cambiar los procedimientos, establecer sistemas de prevención y, sobre todo, que los agentes de la Policía que recurren al uso excesivo de la fuerza sean procesados y condenados por los delitos cometidos.
Mientras las protestas, toques de queda, ira, agresiones, intentos de asalto a la Casa Blanca se convierten en la realidad de varios Estados de la Unión, Bachelet emplazó a los manifestantes que piden justicia “a expresar sus demandas de manera pacífica y exhortó a las autoridades a tener el máximo cuidado para no inflamar aún más la situación actual con el uso de la fuerza excesiva”.
Contrario a esos anuncios, el presidente Donald Trump orientó esta semana el despliegue masivo de militares y policías para detener los disturbios y subrayó que está tomando “medidas rápidas y decisivas” con el propósito de proteger a Washington del impacto de las protestas.