Cada vez son más recurrentes las evidencias científicas que convergen en la salida de Homo sapiens de África en varias oleadas; aunque no fuimos los primeros. Otras especies precedentes también migraron del continente africano. Lo demuestran diversos estudios de fósiles hallados en dicha región, y en Europa y Asia. Tecnologías como la recuperación y secuenciación del ADN han propiciado un enorme avance en el conocimiento de la compleja prehistoria humana.
Pero África fue siempre la casa. “Está claro que no solo fue un viaje de ida, sino también de vuelta. Los homínidos viajaron de África a Asia y viceversa, y de Asia a Europa. La historia parece ser más complicada de lo que imaginábamos hasta hace algunos años, dijo el Profesor Jordi Agustí, investigador del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), de Tarragona, España.
El porqué de estas migraciones es un tema polémico entre los científicos. Los hallazgos de numerosos restos humanos de 1,8 millones de años (m.a.) en los yacimientos georgianos de Dmanisi y una crisis climática ocurrida en África en esa misma etapa cronológica, son dos de las hipótesis que han tratado de explicarlo.
En el asentamiento euroasiático primero fue descrita la especie Homo georgicus, descubrimiento que testimonió la llegada de los humanos a esa región mucho antes de lo que se pensaba hasta ese momento.
Luego, el hallazgo de un esqueleto postcraneal o del cuerpo proporcionó nuevos e importantes datos sobre la evolución de nuestro género, por su proximidad temporal y física a los fósiles del registro arqueológico africano.
“Se transformaron entonces todas las concepciones que se tenían sobre el momento en que los homínidos llegaron a Eurasia, sus características físicas y desarrollo tecnológico”, explicó el Profesor Agustí.
¿Por qué esos homínidos necesitaron salir de su entorno originario y migrar hacia regiones antes inexploradas por ningún miembro del género Homo, ni de sus antecesores Australopithecus y Parántropos?, es otra de las preguntas a las que pudieron dar respuestas los estudios de los fósiles georgianos.
“Cada vez más se impone la idea de que no solo la primera dispersión fuera de África, sino todas las migraciones humanas hasta tiempos relativamente recientes y durante el largo proceso de la evolución (más de cinco millones de años), son consecuencia de los cambios climáticos”. Los homínidos —agregó el Profesor Agustí—siempre fueron objeto de esas variaciones y solo muy recientemente ocurre lo contrario,
“El Homo sapiens contemporáneo provoca alteraciones en el clima, pero hasta hace muy poco, en términos evolutivos, los seres humanos siempre fuimos una consecuencia del cambio climático”, subrayó.
El investigador expone que, el Cáucaso es una zona de características excepcionales. “Al sur de la gran cadena montañosa que lo caracteriza se concentra uno de los últimos refugios de la vegetación subtropical que durante el Mioceno y el Plioceno cubrió buena parte de Europa. Ello es consecuencia de las particulares condiciones climáticas que se dan en este territorio, bordeado por los mares Caspio y Negro.
“La muralla caucásica constituye una barrera eficaz frente a los fríos y secos vientos del norte. Estas favorables condiciones se encontraban todavía más acentuadas a principios del Pleistoceno, cuando un brazo de aguas someras conectaba a los mencionados mares con el norte del Cáucaso y la región aparecía como una amplia península que comunicaba con la zona del Oriente Medio, a través de la región de Dmanisi.
“Por allí podrían haber dirigido sus pasos, hace 1,8 millones de años, arcaicas poblaciones de homínidos que vivían en el extremo septentrional del gran valle africano de Ritf, para poder perpetuar su modo de vida en los bosques”.
“Estos primeros homínidos que salieron de África, a diferencia de lo que se pensaba, eran muy arcaicos y estaban vinculados a un hábitat de bosques, no de sabanas; dato que puede explicar la presencia de individuos tan antiguos (1,8 millones de años) en el extraordinario yacimiento de Dmanisi.
Según la concepción predominante antes del hallazgo georgiano, la primera migración humana fuera de África había sido relacionada con la aparición de los avanzados Homo ergaster (de entre 1,8 y 1,4 millones de años de antigüedad y una capacidad craneal de 800 y 950 centímetros cúbicos). Las innovaciones anatómicas y tecnológicas de esta especie permitieron que se elaborara un escenario en el que la primera colonización humana en Eurasia apareciera asociada a un significativo aumento de la capacidad craneal y al desarrollo de nuevas facultades locomotoras.
Sin embargo, los hallazgos de Dmanisi refutaron esa hipótesis: los humanos que llegaron a la región caucásica tenían entre 600 y 750 centímetros cúbicos de capacidad cerebral y características anatómicas diferentes a las del Homo ergaster.
Un descubrimiento más reciente que el Dmanisi, el de un cráneo de Homo erectus, de entre 150.000 y 200.000 años encontrado en Sudáfrica, en Drimolen, ha sido identificado como el más antiguo de la especie hasta la fecha, informó Europa Press en abril del año en curso.
Este homínido —añade la nota—, un ancestro directo de los humanos modernos, experimentó un clima cambiante y se mudó de África a otros continentes.
“Recopilamos todas las fechas de cada una de las técnicas utilizadas (datación paleomagnética, resonancia de giro de electrones, datación por plomo de uranio y datación faunística) y juntas demostraron que teníamos una edad muy precisa. Ahora sabemos que la cantera principal de Drimolen y de todos los fósiles que contiene, datan de hace entre 2,04 y 1,95 millones de años”, declaró Stephanie Baker, investigadora del Instituto de Paleo-investigación de la Universidad de Johannesburgo.
—Eso significa que este Homo erectus es mucho más antiguo que el próximo Homo erectus más antiguo de África y de Georgia.
Sapiens, denisovanos y neandertales
Una datación reciente confirma la primera presencia de humanos modernos en Europa. Los restos del representante más antiguo de Homo sapiens en esta región, de 45 mil años, fue encontrado en la cueva Bacho Kiro, a los pies de los Balcanes en Bulgaria.
“Esta antigüedad bate la de otros especímenes como los dos dientes y la industria Uluzziense de Grotta del Cavallo (Italia, 43-45 miles de años), la mandíbula Kent’s Cavern 4 (Reino Unido, 41-44 miles de años) y la mandíbula Oase-1 (Rumanía, 38-42 miles de años)”, publica Roberto Sáez (@robertosaezm) en su blog Nutcracker Man. Divulgando la investigación sobre evolución humana.
Sáez explica que, los restos humanos de Bacho Kiro se componen tan solo de un diente (un segundo molar inferior) y 6 fragmentos de hueso, “a priori difíciles de asignar a una especie, pero gracias a que se han podido recuperar proteínas de colágeno, se identificaron como humanos dentro de un conjunto de 1271 fragmentos de hueso de fauna estudiados. Mediante datación por radiocarbono y análisis del ADN mitocondrial se determinó la edad de 4 de los fósiles humanos entre 43-46 miles de años”.
Otra especie humana, los denisovanos, fue descubierta a través de un resto óseo semejante, en tamaño, a un grano de café. Se trata de un fragmento de una falange de un dedo hallado en 2008 en la cueva de Denisova, en las montañas Altai, al sureste de Siberia, Rusia.
Gracias a la paleogenómica o estudio de los genomas extinguidos, fue posible el análisis del ADN mitocondrial (ADNmt) y nuclear del diminuto huesecillo de 38 mil años. La investigación fue liderada por el Doctor Svante Pääbo, creador del ADN antiguo y director del Departamento de Genética del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Leipzig, Alemania.
En diciembre de 2010 el acontecimiento mereció una portada de la revista Nature. Entonces, ya habían sido localizados otros fósiles denisovanos: dos molares que confirmaron la existencia de esta población. Sus ADNs nucleares fueron similares al de la falange, pero de individuos diferentes. Los datos genómicos del estudio fueron publicados a fines de 2015 en Proceedings of the National Academy of Sciences, (PNAS).
En su blog Reflexiones de un primate, José María Bermúdez de Castro, codirector del Proyecto Atapuerca, explica que estos fósiles de los denisovanos tienen una morfología poco común y un gran tamaño en comparación con el de otros molares de diferentes especies del género Homo, “lo cual nos habla de una población muy particular, que pudo vivir durante miles y miles de años en una región relativamente aislada de Eurasia, muy posiblemente con un microclima específico, que permitió la existencia de muchas especies aún durante las fases más frías del Pleistoceno”.
Los denisovanos vivieron entre hace un millón y 40 mil años en espacios en los que también habitaron neandertales y Homo sapiens, aunque su origen se halla en una migración (salida de África) diferente a las relacionadas con estos dos últimos.
Según las deducciones hechas por Pääbo y su equipo, hace más de 500 mil años, los ancestros de los humanos modernos se escindieron del linaje que daría lugar a los neandertales y a los denisovanos, afirma nationalgeographic.com. Y mientras los antecesores de Homo sapiens se quedaron en África, el antepasado común de esas dos especies emigró de dicho continente. Más adelante, los neandertales se desplazaron hacia el oeste y penetraron en Europa, y los denisovanos se extendieron hacia el este e irrumpieron en Asia. Se piensa, además, que el progenitor de los tres tipos de humanos fue Homo heidelbergensis.
Posteriormente, añade la propia revista, cuando los humanos modernos partieron de África, se encontraron con los neandertales en el Medio Oriente y Asia Central y se produjo entonces un modesto cruce reproductivo. Pruebas científicas apuntan a que esta mezcla ocurrió probablemente entre 67 mil y 46 mil años atrás. La continuación de su periplo hasta el Sudeste Asiático hizo posible el cruzamiento entre denisovanos y cromañones (los Homo sapiens de la época), hace unos 40 mil años. A continuación, estos últimos llegaron a Australasia, como portadores de ADN denisovano.
Pero durante el Pleistoceno tardío, dice ABC Ciencia, Eurasia estaba habitada por al menos cuatro especies humanas: sapiens, neandertales, denisovanos y una cuarta población, aún por determinar. Las excavaciones y los análisis de ADN han revelado que estas no solo habitaron en los mismos lugares, sino que incluso llegaron a tener descendencia común, mezclando sus genes y embrollando así la comprensión que tenemos de nuestros orígenes. Ese último grupo —especulan algunos— pudo ser Homo erectus.
En suma, los denisovanos existieron, y lo hicieron durante mucho tiempo, añade labrujulaverde.com. Estos homínidos, llevaban las variantes genéticas asociadas con piel y pelo oscuros y ojos marrones. Los tres únicos individuos conocidos hasta ahora proceden de la misma cueva siberiana, pero el hecho de que tuvieran sexo con los asiáticos modernos, y de que su mayor legado genético esté presente en las poblaciones de Oceanía, augura una extensión geográfica más ambiciosa que la de esos fríos parajes esteparios. (Publicado en Cuba en Resumen).