Esta mañana del 19 de mayo, la Unión de Periodistas de Cuba rindió homenaje a José Martí, en el 125 aniversario de su caída en combate. En torno a una escultura —inspirada en el autorretrato de Martí-Chac Mol, obra de José Negrín emplazada en los jardines de la Casa de la Prensa—, fue depositada una ofrenda floral.
El escritor Luis Toledo Sande, estudioso de José Martí, miembro de la UPEC y colaborador de nuestra publicación, participó en el homenaje, en el que improvisó un breve discurso acerca del héroe. Apuntó que “su enorme y aleccionadora vigencia tiene raíces en la grandeza y en la desgracia. En la grandeza, porque se fundamenta en la altura del pensamiento del autor de ‘Nuestra América’; en su capacidad para penetrar en la realidad, ver la de su tiempo y anticipar el porvenir; en la calidad artística de su verbo, forjado con una belleza que fue parte de su lucha por la justicia y sigue siendo garantía de la perdurabilidad de su mensaje, y en la consistencia ética con que cimentó con actos su palabra.
Recordó que su legado sigue enseñando “el valor de la ternura, de la fineza, de la espiritualidad y de la civilidad para la lucha revolucionaria”. A propósito de ese valor, contó una anécdota personal. En conversación con Onelio Jorge Cardoso le comentó que había sentido “la presencia de Martí en uno de sus cuentos maravillosos, el que narra el momento en que un abuelo le dice a su nieto que ‘entre los hombres las cosas de la ternura no andan tan bien como debían’”. Y el cuentero mayor le respondió visiblemente emocionado: “¡Caramba!, pensé que me iba a morir sin que nadie se percatara de eso”.
Al mismo tiempo —argumentó el orador— “el peso de la desgracia como raíz de la vigencia martiana se explica porque los males del mundo en que vivimos se deben, en gran medida, a la frustración temporal del proyecto martiano, una frustración que ostensiblemente empezó en 1898, con la intervención de los Estados Unidos en la guerra que Cuba merecía ganarle a España, y terminó el1 de enero de 1959, gracias al triunfo de la Revolución Cubana. El proyecto martiano tenía en su médula el propósito de impedir a tiempo que se consumaran los planes expansionistas de los Estados Unidos, que emergían como potencia imperialista, y eso lo vio Martí tempranamente. El expandirse le permitiría a esa nación seguir dando pasos hacia el desequilibrio mundial conveniente a sus ansias hegemónicas”.
Martí deseaba asimismo que su plan revolucionario incluyese “salvar ‘el honor dudoso y lastimado de la América inglesa’, porque si los Estados Unidos conquistaban la hegemonía que buscaban, sus gobernantes someterían todavía más a su propio pueblo, y lo manejarían —palabras de Martí igualmente— como a ‘una mula mansa y bellaca’. Eso explica lo que está ocurriendo hoy en aquel país, con un gobierno aberrante pero no anómalo, porque representa orgánicamente al imperio, y que sigue arrastrando a numerosos seguidores, mientras continúa sus arremetidas contra el resto del mundo, sin excluir, en medio de una mortífera pandemia, ni a la Organización Mundial de la Salud. De hecho, el mal manejo de la COVID por parte del gobierno de los Estados Unidos, ha ocasionado un gran número de víctimas en ese país con una alarmante suma de personas contagiadas, enfermas y fallecidas, y hace pensar en el maltusianismo de un sistema basado en la inequidad, en la ley del más fuerte, en lo peor y más salvaje del darwinismo social, y que busca desentenderse de lo que debería ser la responsabilidad con su ciudadanía”.
Para Cuba, añadió Toledo Sande, “el mayor desafío consiste no solo en continuar salvando a su pueblo de los males causados por el nuevo coronavirus, ayudar a otros pueblos en el mundo y mantener su firmeza contra las amenazas y maquinaciones del imperio. Consiste, sobre todo, en perfeccionar su propia sociedad, situándola cada vez más a la altura de la república moral que Martí quería para su patria. Enseñanzas y reclamos del Maestro convocan a seguir combatiendo las ilegalidades, la indisciplina, la incivilidad y la corrupción que laceran a la sociedad cubana y requieren una lucha sin tregua para erradicarlas”.
En esa lucha —añadió— “le corresponde a la prensa cumplir crecientemente un papel fundamental, orientada por la máxima martiana de que ‘la palabra se ha hecho para decir la verdad, no para ocultarla’. Decirla —o denunciarla según corresponda— puede acarrear complejidades y peligros, pero nada sería más dañino para el país que la perpetuación de las lacras que urge exterminar. La propia obra periodística de Martí alecciona, incluso en lo tocante a señalar defectos que hubiera en su pueblo. Y alecciona saber que cuando el Apóstol decía que en el periodista había mucho de soldado, no alababa actitudes de acatamiento acrítico, sino la capacidad de asumir riesgos al precio que fuera necesario”.
Frente a todo, apuntó Toledo Sande, “la prensa tiene de su lado el cada vez más claro llamado de la dirección del país a denunciar y combatir —con decisión y sentido de responsabilidad, y sin desmayo—, todo cuando deba ser denunciado y combatido. Esa misión, a la que sería letal renunciar, es un correlato inseparable de la apelación del Comandante en Jefe Fidel Castro a cambiar todo lo que deba cambiarse, sin renunciar a lo que el propio sentido revolucionario demande que sea conservado para bien de la justicia por la que se ha luchado, por la que no se debe dejar de combatir en todos los frentes”.
En el acto, estuvieron presentes Ricardo Ronquillo Bello, presidente de la Unión de Periodistas de Cuba; los vicepresidentes de la organización Jorge Legañoa y Ariel Terrero, y un pequeño grupo de trabajadores de Upec.