Un Martí que alumbra el final del esfuerzo físico y mental que es escalar el Pico Turquino, la elevación más alta de la Isla, a 1974 metros sobre el nivel del mar. A pocos pasos de la cima se divisa el busto: Martí se avista y renueva esfuerzos para seguir adelante, cuando los músculos del cuerpo no responden, cuando el sonido de la respiración jadeante se adueña del ambiente…
Dos Martí que iluminan e irradian luz; uno que resguarda la sensibilidad del amor en su más frágil estadío; uno que, aún en la oscuridad de la noche, es todo color; otro que es pluralidad, como la sabiduría de todas las vidas que parecieron poseer al hombre que recuerdan; otro que marca el vínculo raigal de los patriotas que siguieron su ideario; una instantánea con la rosa blanca, su bandera sin odios, en el monumento que rememora su caída en Dos Ríos; y, finalmente, dos más que junto a iconos de la identidad cubana refuerzan al Apóstol como parte del horcón que sostiene el espíritu nacional.
Diez instantáneas: nueve fotógrafos (Abel Rojas Barallobre, Ricardo López Hevia, Irene Pérez Pérez, Abel Padrón Padilla, Yoandry Avila Guerra, Calixto Llanes Vila, Ismael Francisco González Arceo, René Pérez Massola y Juvenal Balán Neyra); diez disparos con Martí en el obturador, que demuestran que a 125 años de su caída en combate, y más fuerte que nunca, nuestro Héroe Nacional anida hoy en los imaginarios de la nación.