¡Qué ironía! Mientras el doctor Francisco Durán concluía este miércoles 6 de mayo su conferencia de buenas noticias, diciéndonos que estaba en nuestras manos evitar la fase epidémica y seguir descendiendo en nuestra curva de contagios, cientos de personas se aglomeraban en Cuatro Caminos. A esa misma hora, 9.00 de la mañana, fechaba el fotógrafo Ismael Francisco su instantánea. Tomada, según Google, a nueve minutos de la Avenida 23, locación matutina de Francisco Durán, director nacional de Epidemiología, del Ministerio de Salud Pública (MINSAP). La distancia entre Durán y la cola era de unos cuatro kilómetros, pero hubiera podido ser más e igual sería “irrelevante”. Seguía siendo La Habana, 6 de mayo, 809 confirmados.
Los guajiros, que suelen hablar clarito hasta cuando usan metáforas, dicen que algunos desbaratan con los pies lo que otros hacen con las manos. Literalmente retratan el escenario capitalino o el de otras urbes donde la gente sigue amontonada, como si arremolinarse fuera la necesidad, y no comprar alimentos.
Coexisten autoridades que se desvelan y dictan medidas y chequean constantemente una situación que ha ido mejorando en todos los sentidos…y quienes ignoran que como mismo se baja una curva, se sube; probablemente a mayor velocidad.
https://www.facebook.com/IsmaelFrancisco/posts/3800648436643659
Hoy, por ejemplo, por quinto día consecutivo las altas acumuladas superaron los casos activos; y por tercera ocasión, consecutiva, volvimos a descender de 20 casos en un día; y por cuarta vez, consecutiva, tuvimos más altas que confirmados…y todo se nos presenta según la primera acepción del adjetivo. Dice el diccionario: consecutiva, “que va en orden, se produce inmediatamente después o está situado a continuación”.
He ahí el riesgo o la posible explicación. Muchos han dado por imparable o inmediata la caída de la epidemia, creyendo entonces que “no hay nada mejor que un día detrás el otro”. Y los datos que hasta ahora están dándole la razón podrían quitársela, pero no están pensando en el futuro. Obvio.
Algunos, ni siquiera, en el presente y hace dos días el diario de la capital, Tribuna de La Habana, lo sugería en una línea: “el antecedente para el incremento de los casos en el mencionado lugar es una fiesta religiosa”. Así se inauguraba el evento de trasmisión en un Consejo Popular de San Miguel del Padrón, que entonces informaba 10 confirmados y entre ayer y hoy añadía cuatro más. No mencionaremos la cantidad de contactos que podría extrapolar la celebración hasta el municipio de Arroyo Naranjo.
No obstante, a estas alturas poco importa el motivo o el apellido de una fiesta o el surtido de una tienda. Da igual si es por pollo o comino, si celebran a Santa Bárbara o el estar vivos, si es un almuerzo familiar o el abrazo a tres emigrados. La COVID-19 no discrimina y solo los análisis de uno u otro evento parecen, en su momento, instaurar las diferencias. Los efectos son idénticos.
Sin embargo, gana fuerzas el hecho de que ciertas personas sean más proclives a contraer la enfermedad. Ayer la revista Juventud Técnica anunciaba una investigación para el estudio de la seroprevalencia (presencia de anticuerpos) y prevalencia de la COVID-19 en Cuba. Para ello, refería, “4 000 ciudadanos, procedentes de más de 1300 viviendas ubicadas en 260 áreas de salud del país, han sido seleccionados aleatoriamente”.
La indagación de aspectos demográficos y clínicos, así como de medición de variables biológicas relevantes abarcará a profesionales de 70 municipios, si bien la epidemia alcanza ya a 106 en todo el país y nos ha demostrado que uno de nuestros factores de riesgo es la alta esperanza de vida —tristemente validado en que el 39 por ciento de las muertos tenían más de 80 años. Una vez más la felicidad de un hecho se nos vuelve amarga con otro, amén de que la comorbilidad ha ilustrado también que ciertas enfermedades “oportunistas” han acelerado la gravedad y los decesos.
Aun así, nuevas variables podrían salir a relucir en la investigación que tiene el objetivo de “analizar mejor el método de control e inmunización”. Nótese que todavía no lo tenemos. Y nótese, además, que el 48 por ciento de los confirmados en la Isla no presentó síntomas en el momento de su detección y que quedan 78 casos, cuya fuente de infección se desconoce. Tenemos eslabones sueltos que, en vez de romper cadenas, las multiplican.
Quedarse en casa es, hasta hoy, el único remedio para no destruir con los pies (al salir) lo que según el doctor Durán, está en nuestras manos. Y eso sí no fue una metáfora.
(Tomado del periódico Invasor)