COVID-19

Ganar en la apuesta por la vida

La imaginación puede que me juegue una mala pasada si trato de reproducir con exactitud los encontrados y disímiles sentimientos que embargaron a los poco más de mil 400 habitantes del consejo popular El Canal, de la comunidad Camilo Cienfuegos, en Consolación del Sur, que este primero de mayo disfrutaron del levantamiento de las medidas restrictivas de aislamiento por la COVID-19.

De lo que sí estoy segura es que a muchos allí el cielo “se les abrió” el 31 de marzo, cuando conocieron la disposición que, a solicitud del Consejo de Defensa Nacional y con la aprobación del Ministerio de Salud Pública, tuvo que adoptar el Consejo de Defensa Provincial en Pinar del Río, para evitar la propagación de la enfermedad.

Hasta entonces, las noticias de la pandemia que se extendía por el mundo, y también estaba en Cuba, les llegaba por la radio, la televisión, los periódicos. Eran la comidilla en las colas. Lejos estaban de sospechar que se convertirían en el segundo evento de transmisión local decretado en el país.

Prontamente la información fue de conocimiento nacional. En la red social Facebook “llovían” los comentarios. La colega Marisol Ramírez precisaba datos del lugar específico del suceso. A su sentir de cubana sumaba el de consolareña.

Nadie sale de la comunidad. Tampoco se debe salir de las casas. Hubo que asimilar y rápido lo que implicaba tal medida. Ni pensar en el trabajo. En aquel poblado eminentemente ganadero, unos cuantos se pusieron las manos en la cabeza. Otros fuera de allí se encargarían de atender las vaquerías.

Como decimos en buen cubano: todo el mundo, de adentro y fuera de la localidad, se puso para las cosas. De otra manera era imposible controlar desde el punto de vista sanitario y garantizar la atención de necesidades perentorias para la alimentación, suministro de medicamentos y hasta la recogida de desechos sólidos, que en estos casos requieren un tratamiento diferenciado.

Ni qué hablar de las limitaciones en la circulación de personas y de cualquier tipo de transporte, con vistas a ponerle freno al contagio.

El Canal se vistió de verde y azul. Habituales se convirtieron las indumentarias del personal de salud, debidamente protegido, y de las fuerzas del Ministerio del Interior, que según los reportes consultados, durmieron por espacio de 31 días en casas de campaña.

Con sus lógicas diferencias, por el lugar donde están enclavadas y la amplitud del aislamiento, acciones como las descritas se replican en los 38 sitios de 11 provincias donde hoy se reportan eventos de transmisión local, en el ánimo gubernamental de reducir al mínimo las consecuencias del nuevo coronavirus.

Los esfuerzos, las medidas en todos los casos involucran a miles de personas, desde técnicos y profesionales en sus sectores, hasta voluntarios de la propia población. Tan importante como su actuación resultan la disciplina, la solidaridad, y eso sobra por estos días, si bien no faltan los que violan el llamado a quedarse en casa.

Desde este primero de mayo las calles de El Canal están menos desiertas. Aunque habrá que seguirse cuidando. Estoy segura que así piensan los pobladores de esa comunidad, para quienes, hasta hace pocas horas, el mayor bálsamo eran los reportes de cero positivo que se fueron acumulando y el arribo de las nueve de la noche para salir a los balcones a aplaudir, a veces, hasta doler las palmas de las manos.

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