Se llama acortamiento al término que procede de la reducción de una palabra o frase más larga, con la que comparte el significado.
Resultan de uso común, entre otros muchos, abu de abuelo, -a, auto de automóvil, bici de bicicleta, boli de bolígrafo, bus de autobús, cine de cinematógrafo, electro de electrocardiograma, fax de telefax, foto de fotografía, mega de megabyte, peque de pequeño, poli de policía, profe de profesor, hetero de heterosexual, moto de motocicleta, nica de nicaragüense, porfi o porfa de por favor, taxi de taxímetro y muchas otras que usamos habitualmente.
Quizás menos conocido resulte que el término lumpen es acortamiento de lumpemproletariado, palabra procedente del alemán Lumpenproletariat, “capa social más baja y sin conciencia de clase”, “persona que forma parte de este grupo social”, “perteneciente o relativo al lumpen”.
Uno muy nuevecito es el acortamiento de robot: bot, que se está imponiendo en el ámbito de la informática; aunque aún no ha sido incluido en el Diccionario de la lengua española (DLE, 2014). Sin embargo, sí aparece recogido en el Glosario básico inglés-español para usuarios de internet, de Rafael Fernández Calvo, como “programa que recorre la red llevando a cabo tareas concretas, sobre todo creando índices de los contenidos de los sitios”.
Vale recordar que robot procede del checo robot, de robota, “trabajo” y que, en esa última edición del lexicón académico, se incluyó una nueva acepción, relacionada con la informática, que nos cambia la idea de lo que hasta ahora hemos conocido como tal. En el DLE aparece: “programa que explora automáticamente la red para encontrar información”.
Y no es cuestión de bonito o feo. En estos tiempos en que la vida es mucho más rápida y dinámica, la abreviación en el lenguaje es un recurso útil y válido del que disponen los hablantes, que lo emplean de un modo instintivo y automático: no siempre somos conscientes de que hacemos uso de un procedimiento especial.