PERIODISMO CIENTÍFICO

Buscando al animal X: ¿los perros salvajes?

“El análisis del ARN, material genético, del SARS-CoV-2, que también podría ayudar a desarrollar vacunas, apunta a que un ancestro del virus evolucionó en el intestino de algún mamífero que vivía aislado o del que quedan pocos ejemplares, pues tenía escaso contacto con nuestra especie. Por eso pudo mutar allí durante años. Y cuando, finalmente, se produjo el salto, ya estaba listo para los humanos”.

La cita, publicada en elmundo.es, refiere a un artículo dado a conocer este 14 de abril en la revista Molecular Biology and Evolution[i], e informa sobre los resultados de una investigación, cuyo autor principal es Xuhua Xia, catedrático de Biología en la Universidad de Otawa, quien sustenta que es baja la probabilidad de que el virus infectara a las personas directamente desde el murciélago o el pangolín, sino que lo más probable es que haya un animal X que sirvió de intermediario.

Sustentado en este conocimiento: “la lucha entre el sistema inmune de los animales y el propio virus deja su huella en el genoma del segundo, dado que el patógeno se adapta al entorno que ha invadido”, Xia plantea que el SARS-CoV-2 presenta su propia cicatriz de guerra, que es también la que le hace tan sigiloso y peligroso. Y añade, “en su ARN hay muy poca cantidad de nucleótidos CpG, lo que le permite escapar de una proteína antiviral llamada ZAP. Nuestro sistema inmune no está preparado para esta propiedad, que es muy rara entre los coronavirus”.

Para llegar a esa conclusión, los científicos, encabezados por Xia, estudiaron varias clases de virus y su desarrollo en distintos tejidos y especies. Así comprobaron que lo más probable es que la evolución se produjera en el intestino de una especie con abundancia de proteínas ZAP. “Allí mutó y aprendió a sobrevivir a las defensas de los huéspedes, que podrían haber sido, por ejemplo, cánidos o humanos que ingirieran murciélagos“.

Como candidatos el estudio propone a los perros salvajes —“porque ya se ha visto cómo otros virus se adaptan a sus intestinos, reduciendo la cantidad de CpG y volviéndose invulnerables al ZAP”. Asimismo, indica la importancia de monitorizar virus en estos animales; aunque, según  Xia, esta conclusión es especulativa: “puede haber más mamíferos con similares características sin identificar y, además, no existen pruebas de que los perros contagien o puedan contagiarse”.

De cualquier manera, la clave está en hallar al animal X, para poder obtener nuevos tratamientos, resuelve la nota. “De momento, el nuevo estudio presenta dos pistas para desarrollar posibles vacunas. La primera es que el virus logra esquivar al sistema inmune gracias a la reducida cantidad de CpG en su genoma. La segunda es que, pese a esta adaptación, aún conserva algo de CpG, lo que sugiere que es funcionalmente importante para el patógeno. “Por ello, tanto aumentar la cantidad de CpG presente en el SARS-CoV-2 como modificar el CpG restante podría resultar en un virus atenuado que pueda usarse como vacuna”.

Por otra parte, agrega la nota, el análisis de las leves mutaciones en las distintas cepas de la actual pandemia de coronavirus, desde sus inicios en diciembre de 2019 hasta mediados de marzo, ha permitido a los investigadores calcular cuál es su variación media por día.

“Con ese dato, los investigadores han estimado que tanto los virus detectados en el pangolín como los observados en murciélagos son familiares demasiado lejanos del que ataca a las personas, por lo que la transmisión directa desde estos animales parece improbable”.

Apunta Xia que, como todas las cepas estudiadas en humanos provienen de las identificadas en Wuhan, también es poco probable que el virus lleve tiempo circulando entre personas. “No es descartable, sin embargo, que un progenitor del SARS-CoV-2 infectara hace tiempo a los humanos sin causar mayores daños y después “se transmitiera a otros animales y adquiriera su forma actual”.

Y concluye que para entender la enfermedad, lo fundamental en encontrar al animal X. “Sobre todo porque no parece que a esta especie le afecte demasiado. Si lo hiciera, se habría identificado rápidamente y el riesgo de contagio habría sido menor. “Pero aún no lo hemos encontrado, lo que sugiere que sus mecanismos antivirales son eficaces. En ellos quizá se escondan respuestas inmunes a la infección del virus. Es decir, lo que todo el mundo espera”.

(Publicado en Cuba en Resumen)

(Imagen: Cachorros de perro salvaje africano, Botswana).

[i] El título del artículo científico es Deficiencia extrema de CpG genómica en el SARS-CoV-2 y evasión de la defensa antiviral del huésped.

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Flor de Paz
Periodista y Editora.

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