Médicos, paramédicos, especialistas y trabajadores del Hospital Manuel “Piti” Fajardo, de Villa Clara, laboran contra la Covid-19 con la certeza de que, desde el anonimato, se emprenden las grandes obras.
Agradecimiento. No puedo encontrar otra palabra para un reportaje que nace de la entrega y la pasión por el ser humano. Así pienso cuando traspaso la entrada, junto a un grupo de colegas, del Hospital Manuel “Piti” Fajardo, de Santa Clara y somos recibidos por la dirección del centro y jóvenes que nos ofrecen una botella con solución clorada para enjuagar nuestras manos y así protegernos.
Agradecimiento al personal médico y paramédico que allí labora y que hoy tiene los ojos insomnes, pero atento siempre a los pacientes que requieren de sus servicios y de mucho amor.
Agradecimiento de quienes hoy permanecen aislados para ser atendidos y también para salvaguardar la vida de sus familiares y seres queridos y de su pueblo; pero cuidados por integrantes de un equipo médico “que son como mis hijos”, como asegura una paciente de 67 años y que accedió a ofrecer sus testimonios a través de una línea telefónica.
Agradecimiento de la prensa que es recibida en medio de tanta tensión con una sonrisa de fe y con la disposición del Director de la institución y su colectivo de ofrecer toda la información precisa para contar esta historia.
Agradecimiento de médicos, enfermeros, técnicos y el resto de los trabajadores, porque le dieron una gran misión: la lucha por la vida.
Agradecimiento de un pueblo que hoy, en medio de tantas noticias tristes que corren por el mundo, sabe que hoy Cuba nos trae la esperanza.
EL AGRADECIMIENTO LLEVA IMPLÍCITO EL AMOR AL PUEBLO
El Doctor Jorge Eduardo Berrio; director del Hospital Manuel “Piti” Fajardo de Santa Clara habla bajo; con tranquilidad y una serenidad increíbles. Hace días se mantiene insomne desde que a su colectivo le dieron la misión de recibir a pacientes enfermos; sospechosos de contraer la Covid- 19 y sus contactos.
“Para asumir este reto trabajamos en la preparación del personal. Tres especialistas marcharon al Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), donde fueron capacitados por profesionales de alto nivel. Hoy cumplimos todas las normas de bioseguridad para cuidar la salud del personal, contamos con un colectivo de excelentes valores, con arraigo a la Revolución, a la Patria, y sobre todo en un momento como este, dispuestos a cumplir nuestra tarea con la máxima calidad de la terapéutica que aplicamos. Es cierto que es una gran misión; que hay muchos renunciamientos personales; lejanía de la familia, horas robadas al sueño; pero sabemos cuánto honor entraña esta tarea”, afirma el galeno, especialista de primer grado en Neurología Clínica.
Explica que el trabajo se ha organizado de diversas maneras, desde que se recibe a un caso sospechoso, hasta que se decide su aislamiento, para lo cual “ha sido gratificante el trabajo integrado con todas las instituciones de salud del territorio, con una alta cooperación con el Centro Provincial de Higiene y Epidemiología y otros servicios hospitalarios, cuyos trabajadores, en cualquier lugar donde estén, han manifestado su disposición a colaborar con nosotros”.
Ante una pregunta del equipo de prensa el Doctor Berrío, quien se mantiene tranquilo, sereno; pero atento a cualquier situación del Hospital no vacila en su respuesta: “Lo digo con sinceridad, agradezco que me hayan dado esta misión, siempre sirviendo a la Revolución, y ese agradecimiento lleva implícito el amor al pueblo”, manifiesta con orgullo cubano y con una humildad que realmente conmueve.
Casi al cierre de la entrevista, cuando le pedimos una historia vivida por estos días recuerda que lo más impactante es la atención a niños, porque “hasta el médico se lo siente, pero lo más bonito es comunicarle a la mamá que el niño no está enfermo, ver cómo te abraza y no tiene más que decir. Ese gesto lo dice todo”.
¿QUÉ HACE LLORAR A UN MÉDICO JOVEN? ES EL AMOR
El Doctor Jorge Manuel Pérez Milián; especialista en Medicina Interna; es Vicedirector de Urgencia del Hospital Manuel Piti Fajardo de Santa Clara, institución que atiende a pacientes enfermos de la Covid- 19; sus contactos y casos sospechosos, por lo tanto está en el vórtice de la misión asignada al centro. “Estamos en la primera trinchera de este combate”, nos dice.
Tiene 36 años y una responsabilidad asombrosa. Explica detalladamente cómo son los protocolos del Hospital, desde que la persona llega al Cuerpo de Guardia y una enfermera comienza a solicitarle los datos, con estricto cumplimiento de las medidas de bioseguridad; posteriormente el médico los atiende hasta la decisión del aislamiento si existen sospechas de que contrae el virus.
El Doctor Pérez Milián habla con toda la seriedad que requiere el tema, y con el orgullo de una generación que “siempre damos el paso al frente por la Patria”.
Asevera que como seres humanos sí han sentido temor en determinado instante, “eso es inevitable; pero estamos bien preparados, nos protegemos, centrados en la tarea que nos asignaron, porque, sin dudas, ante el lógico temor, es mayor el sentido de pertenencia a nuestra profesión, el orgullo de ser cubanos y solidarios, y el cariño el pueblo”.
Ante la pregunta que se impone sobre la familia, habla del ejemplo de sus padres, que lo convirtieron en la persona que es, de su esposa que siempre lo apoya, y del niño de once meses de edad al que no puede besar hace más de 15 días porque llega muy tarde a la casa y también como medida de protección.
De pronto, salen las emociones a flote, esas que ha contenido quizás durante mucho tiempo, y rompe a llorar. Pero ¿qué hace llorar a un médico joven que hoy lucha por la vida de otros seres humanos? Es el amor. Hace muchos días que no puede abrazar a su bebé; porque el deber con la humanidad y su profesión lo llaman. Este joven no fue a Angola; ni estuvo en Girón ni en la lucha contra bandidos. Es un cubano de estos tiempos que libra otras batallas; las que le corresponden a su generación. Hace días que apenas duerme. Y de jóvenes como el estamos hoy muy; muy orgullosos, y también muy agradecidos.
PACIENTE DEL NUEVO CORONAVIRUS: YO A TODOS LES AGRADEZCO
A ella no pudimos entrevistarla frente a frente. No conocemos su rostro, pero sabemos que es cubana, villaclareña por demás, o mejor, habitante del mundo. Y eso basta para entregarle amor.
Tiene 67 años y a pesar de extremos cuidados, como ella misma confiesa, contrajo el Nuevo Coronavirus Covid 19, enfermedad que se le detectó de inmediato, por el Sistema de Salud Pública de nuestro país, luego de un viaje de paseo a New Jersey, Estados Unidos. Hoy permanece con todas las atenciones requeridas en el Hospital “Manuel Piti Fajardo”. A través de una línea telefónica, desde una de las salas de la institución donde está ingresada, accede a contarnos su historia, expresar agradecimientos, y ofrecer sus consejos.
“Tuve el coronavirus, fui de paseo a Estados Unidos, pero gracias a las atenciones recibidas después de ingresar el 11 de marzo, estoy mejor, la atención ha sido muy buena, ya no tengo casi fiebre ni tos, pero me hace falta apetito porque es mucha la comida que me dan, pero casi no tengo ni hambre. Yo a todos les agradezco, porque estoy aislada, separada de mi esposo, mi hija, mis nietos, ellos son mis hijos, mis padres. Aquí no tengo a nadie más, ellos son todo para mí”, confiesa emocionada.
“A quienes me escuchan, que tomen todas las medidas necesarias, yo me cuidé, llevaba pomos de antisépticos que utilizaba constantemente, y cuando menos lo pensé, lo contraje, hay que extremar las precauciones y la limpieza”.
En sus agradecimientos , en primer lugar a sus médicos y “al gobierno cubano, que sigan trabajando así, no se puede descansar, las medidas que se toman siempre serán pocas, todos los días hay que trabajar más, para que todo sea mejor y podamos salir de esta Pandemia con la ayuda de todos”.
Así laboran los médicos, paramédicos, especialistas y trabajadores del Hospital Manuel Piti Fajardo de Villa Clara, con la certeza de que, desde el anonimato, se emprenden las grandes obras.
Concluye la jornada de emociones, los periodistas nos retiramos del Hospital, donde, al despedirnos, dos jóvenes nos vuelven a ofrecer agua clorada para enjuagar nuestras manos y una sonrisa en sus rostros con el signo de la esperanza en una institución donde resplandece hoy una palabra: Agradecimiento.
(Tomado de CMHW)