En el octavo aniversario de la muerte de Julio García Luis, uno de los teóricos y periodistas más importantes de Cuba en los últimoos 60 años, publicamos sus “Notas para la apertura del Seminario Taller Latinoamericano de Periodismo”, que él presentó en el I Taller Internacional sobre Comunicación e Identidad Cultural, celebrado en La Habana en noviembre de 1990, cuando Cuba iniciaba el llamado “Período Especial” y la URSS se desintegraba. Este texto, que sigue teniendo suma vigencia, fue incluido en su libro póstumo ¿Qué periodismo queremos?, publicado en 2018.
A este encuentro podríamos llamarle de cualquier modo: seminario, taller, simposio, eso importa poco. Lo principal es que necesitamos darnos el espacio y la posibilidad para conversar.
Sobre Cuba se habla mucho hoy en el mundo, quizás más que nunca antes. Pero pocas veces como ahora hemos tenido menos oportunidades de hacer oír nuestra voz.
No sé si habrá llegado ya el momento para una discusión desprejuiciada. Nosotros mismos hemos sido apasionados e intolerantes. Pero tenemos que esforzarnos por oír y por hacernos oír. Como periodistas y comunicadores debemos debatir abiertamente nuestros asuntos.
No es que sea Cuba quien tenga problemas, problemas hay en todo el continente y en el mundo, y muy graves.
En el exterior se discute si Cuba y su Revolución sobrevivirán. Nosotros, en realidad, estamos en un punto posterior a este debate. Lo que nos inquieta es cuál será el contexto en que existiremos en los próximos diez, veinte, treinta años, y cuál el perfil necesario de nuestra sociedad, incluyendo la prensa, para enfrentar esa larga etapa.
Nuestro proceso surgió en el mundo bipolar y está marcado por él; ahora tenemos que encararnos a la realidad del mundo unipolar.
No es el socialismo, como ideal de justicia social y de reordenamiento económico y político, lo que está en crisis. La crisis es de un modelo que se tornó insalvable por sus propias deformaciones. Nosotros, un país pequeño, pobre, con una gran dependencia económica exterior, gravitamos hacia la influencia de ese modelo. Fuimos los primeros, es cierto, en reflexionar críticamente sobre el burocratismo, el privilegio, el divorcio de las masas, la corrupción y otros fenómenos de ese mundo. Pero también incorporamos ideas y prácticas equivocadas. Muchas veces nos faltó la visión crítica. Identificar esas metástasis y erradicarlas es hoy una tarea vital que asumimos.
Meditamos ahora mucho sobre nuestro propio pasado. Queremos tener una idea clara de las diferencias de nuestra Revolución y aquellos procesos. Y también de cuánto hay en nosotros de los métodos, formas y conceptos que allá llevaron a la sociedad a un callejón sin salida.
Esto no se puede separar del diferendo histórico entre Cuba y Estados Unidos que lo preside, matiza y condiciona todo.
Nuestra disyuntiva, a treinta y dos años, y ahora con más fuerza que antes, es revolución o contrarrevolución, socialismo o capitalismo, cubanía o pérdida de la nacionalidad, independencia o semicoloniaje, La Habana o Miami.
Desde la propia independencia de las trece colonias estuvo planteada la aspiración de absorber a Cuba. En la historia de EE.UU. este tema ha estado siempre presente y ha matizado momentos cruciales de la maduración de ese país como la superpotencia que es hoy.
El primer deber de la Revolución es sobrevivir. Se responde por todo. Y lo dijeron los antiguos: «Ay de los vencidos».
¿Tendremos fuerzas, nosotros solos, sin el respaldo exterior como el de los años sesenta, para sobreponernos a las presiones de Estados Unidos y preservar la Revolución, el socialismo y la nacionalidad?
Eso es lo que se está decidiendo en Cuba.
Una ola derechista barre el mundo, cobró presencia con Reagan desde el comienzo de los años ochenta y ahora, a partir de los cambios en Europa del Este y los acontecimientos en el interior de la URSS, ha tomado al viejo continente como baluarte principal. Sus banderas son el neoliberalismo económico, el pluripartidismo, las formas capitalistas de organización de la sociedad. No hay tales reformas: simplemente se privatiza y restablece el capitalismo.
La izquierda y el socialismo volverán a ganar influencia, porque no hay reales soluciones a los grandes problemas. Será un nuevo proyecto en el que el concepto de democracia ocupará un lugar central.
La permanencia de nuestra práctica de prensa la podemos explicar, e incluso defender, a la luz del proceso que hemos vivido, del bloqueo y el asedio de EE.UU., pero sabemos que ese modelo debe dar paso a uno nuevo. Queremos probar que el socialismo puede auspiciar una prensa renovada.
El socialismo tiene que admitir la realidad del revés, del dogmatismo y de la parálisis del pensamiento en el último medio siglo.
Tenemos que hallar un modelo económico que funcione y sea eficiente.
Tenemos que desarrollar nuestro sistema político bajo el criterio del Partido único, patriótico, martiano y marxista.
Tenemos que encontrar también nuestro modelo de información, que ha sido uno de los aspectos en que el socialismo ha marchado siempre con mayor retardo.
Por eso no vemos la actual situación, «el período especial en tiempo de paz», como una tragedia. Vamos a tener, tenemos ya, grandes dificultades. Se van a incrementar los peligros. Pero a la larga esta etapa será provechosa. Vamos a emerger de ella mucho más independientes, eficaces, equilibrados en nuestras relaciones e influencias externas, con un mayor vínculo a nuestro contexto natural latinoamericano, con ideas y conceptos propios. Es un momento muy excitante y creativo.
Qué preclaro Julio!!! Vigencia total, gracias por compartir
Siempre recordaré con mucho cariño y admiración a Julio García Luis, ejemplo de periodista y revolucionario, además de haber sido el oponente de mi tesis de la Especialidad de Periodismo en la Universidad de La Habana, en 1994.