La llegada del año nuevo es época de sueños y esperanzas: el ser humano aspira, como por arte de magia, a que con el año nuevo los problemas se resuelvan solos —“volver al cielo los ojos de su esperanza”[1] lo definió Martí—. Ahora, se acerca el final del 2019, año en el que las agresiones del imperio contra Cuba se han recrudecido y, como es natural y humano, soñamos con que nos dejen construir en paz ese mundo mejor que sabemos posible; pero el enemigo imperialista no va a dejarnos en paz… y los cubanos, hemos de recordar que el Apóstol afirmó: “Cada hombre se mide con la inmensidad que se le opone” y nosotros nos enfrentamos al más poderoso y feroz imperio de la tierra.
Casi siempre, cuando se habla de la vigencia del pensamiento martiano, se extrapolan sus ideas y mecánicamente se sacan de contexto. Vale aclarar que, aun cuando de toda su obra es fácil extraer sentencias de extraordinaria actualidad, Martí partía, sobre todo en el caso de Cuba, de nuestra realidad colonial. Justo para ese entorno expresó: “¡Para un pueblo esclavo no hay más año nuevo que el que se abra con la fuerza de su brazo por entre las filas de sus enemigos: el primer día de año nuevo será el primer combate por nuestra libertad!” Y si bien, nosotros no somos un pueblo esclavo ni, en las circunstancias actuales, hemos combatir con las armas en la mano por alcanzar una libertad de la que disfrutamos desde 1959, parte de esa frase tiene valor para esos tiempos: somos un país asediado —y el asedio es una táctica de guerra—; pero el combate de hoy es el de las inteligencias y el trabajo creador.
En su artículo “El año nuevo”, se pregunta nuestro Héroe Nacional: “¿Cómo empieza en verdad el año nuevo para los cubanos?” y añade: “En Cuba, en la miseria creciente y en las cárceles; afuera, muriendo de limosna en los hospitales, ocultando bajo el gabán roído las muñecas sin puños o el corazón enjuto, de falta de trabajo […]”. Para nosotros hoy, la situación es muy diferente: nuestra miseria, o mejor, nuestras carencias —no puede hablarse de miseria cuando están cubiertas las necesidades básicas, aunque nuestra vida no sea fácil y nos falten muchas cosas— se deben, sobre todo, a la política de un país que pretende asfixiarnos y doblegarnos —“Hay que poner en práctica rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica […] negándole a Cuba dinero y suministros con el fin de reducir los salarios nominales y reales, con el objetivo de provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno”, expresó en un documento clasificado el subsecretario de Estado, Lester Mallory, del 6 de abril de 1960.[2]
En su artículo, afirmó Martí: “El pan, se gana en todas partes, aunque hay ya muchas partes en su triste destierro donde no pueden los cubanos ganar el pan; pero el decoro de la vida, el respeto en la obra común de nuestros conciudadanos, el reposo y ventura que vienen a la conciencia de ser humano y útil, el descanso de fundar sobre cimientos sólidos la familia que se trae al mundo, ¿dónde se pueden lograr sino en la patria?” Tampoco en lo que se refiere al tema de la emigración la situación es la misma. Los emigrados cubanos del siglo xix huían de la represión y la persecución política del gobierno colonial; mientras que los emigrados de hoy —cubanos y no cubanos, pues el fenómeno es internacional— buscan prosperar económicamente y muchos lo consiguen. Sin embargo, parece ser que en cuanto a esto también tuvo razón, y que la añoranza y necesidad de esta tierra golpean los corazones de quienes, por las razones que sea, han decidido hacer su vida fuera y “ven la […] tristeza de la tierra extraña”.
Continúa hablando Martí de las dificultades que ofrecía la vida tanto a quienes vivían bajo el régimen colonial como a los emigrados y afirmó que esa situación “ha de mover al ansia del remedio a todo hombre honrado” y añadió con palabra dicha para ayer, pero plena de actualidad: “La censura no basta para remediar los males concretos, sino la censura organizada y activa, el remedio que anda y que se ve, el remedio concreto. Quien ve a su pueblo en desorden y agonía, sin puerta visible para el bienestar y el honor, o le busca la puerta, o no es hombre, o no es hombre honrado”.
Entre nosotros hoy muchos critican y sí, hay que criticar, pero no “la paja en el ojo ajeno”, sino en el propio: cada uno de nosotros debe reflexionar en las difíciles situaciones que enfrentamos ¿qué nos toca hacer?, ¿cómo podemos contribuir?, ¿qué hemos de sacrificar por el bien de todos?
Cuando nuestro presidente Miguel Díaz Canel nos convoca “a pensar como nación” hace suyo el pensamiento martiano en la búsqueda de “la censura organizada y activa, el remedio que anda y que se ve, el remedio concreto”. Y en ello estriba la honradez de estos tiempos, en la lucha contra las manifestaciones de desidia, indisciplina, negligencia y corrupción, en el aprovechamiento de la inteligencia cultivada por la Revolución no para beneficio particular sino para el bien de todos: esa es la república soñada por Martí y por Fidel, la que se construye con el aporte de todos —los de afuera y los de adentro— al bienestar de todos. “De hombres de sacrificio necesita la libertad: no de hombres que deshonren o mermen o abandonen a los que están prontos al sacrificio, al sacrificio racional y útil, al sacrificio de los de hoy, para la ventura de los de mañana”.
El pensamiento de José Martí se halla en lo más profundo del alma cubana. Él también nos convoca a “pensar como nación”.
[1] José Martí: “El año nuevo”, en Obras completas, t. 3, Centro de Estudios Martianos, La Habana, pp. 23-26. Todas las citas de Martí proceden de este texto.
[2] “Intervención del canciller cubano en la ONU”, en http://www.granma.cu/mundo/2019-09-28/granma-dara-cobertura-en-vivo-a-la-intervencion-del-canciller-cubano-en-la-onu-28-09-2019-09-09-24