Introducción al cine, Ediciones ICAIC, La Habana, 2015, de Luis Álvarez Álvarez y Armando Pérez Padrón, es en realidad mucho más de lo que su modesto título sugiere. Se trata de una suerte de pos (¿o pre?)grado en torno a las complejidades y entresijos del arte numerado con el simbólico siete —lo sea o no, le confiere la perfectividad y solidez que el dígito implica— y un texto de obligadas consulta y referencia, lo mismo para iniciados como para neófitos que tengan simplemente en común su preferencia por la pantalla grande.
Sus autores[i], camagüeyanos de pura cepa, demuestran que lo nacional, y más, lo universal, puede seguirse y estudiarse también fuera de la capital: aun cuando la hermosa ciudad de tinajones (y de tanto más) es un foco de intensa vida cultural, tiende a pensarse que solo en La Habana se generan proyectos del alcance que este libro (de)muestra.
La utilidad y nobleza del ensayo se hizo realidad mediante el absoluto agotamiento de su edición príncipe (2010), lo cual hizo emprender a Álvarez-Pérez, con la venia de Ediciones ICAIC, una tarea nada fácil: aumentar y corregir el texto, fruto de lo cual es la versión que en 2015 llegó a manos de nuevos y viejos lectores.
Aunque más amplio y documentado, el libro insiste en ítems que ya se proponían los autores en el acercamiento inicial: desde el vínculo inextricable entre arte e industria hasta los meandros y especificidades de la crítica (tales capítulos, sobre todo el último, muy a tono con los avances tecnológicos y la casi omnipotencia-presencia de lo digital en los años recientes). Introducción… pormenoriza lo técnico y lo artístico, lo estético y lo heurístico, lo axiológico y lo económico, no solo con suficiente conocimiento de causa, sino con vocación didascálica, sin que por ello la lectura se torne demasiado especializada.
Conscientes de su papel como «formadores de público», a sabiendas de que gran parte de los lectores carecen de bagaje o experiencia en tales materias, aunque sin olvidar a los no pocos que sí los tienen, los autores procuraron (y en buena medida consiguieron) moverse entre el lenguaje especializado y el coloquial.
Es cierto que hay acápites y hasta capítulos enteros difíciles, que requerirán de un esfuerzo especial, sobre todo por parte de ese tipo de receptor menos avezado en las terminologías y nomenclaturas propias de la materia, pero sus páginas son iluminadoras y precisas: resultan verdaderas herramientas para accionar desde fuera (o incluso desde dentro, pues para estudiantes de cine y audiovisuales devienen complemento teórico estimable) el apasionante universo de las imágenes en movimiento.
Aunque son abundantes los referentes para ejemplificar y argumentar, un filme sirve de paradigma a la exposición teórica: Blade Runner (1982), ese clásico posmoderno de Ridley Scott. Hay ocasiones en que se preferiría otro texto cinematográfico, quizás más elocuente para determinados aspectos de la técnica o la estética, pero en términos generales, resulta ejemplar esa película que trasciende la ciencia ficción en tanto significante genérico para alcanzar, en su más profunda almendra, cimas filosóficas y ontológicas.
Y hablando de ello, bien es sabido que el cine es síntesis y collage: sus componentes de artes anteriores (literatura, música, teatro, artes plásticas…) y de aspectos relacionados con la ciencia y la técnica en sus avances siempre indetenibles (procedentes por ejemplo de la informática y la computación), además de sus condicionamientos contextuales (historia, política, sociedad…), han obligado a Álvarez-Pérez a manejar y volcar una documentación enjundiosa y extensa.
A lo largo de Introducción… descubrimos diseminada una autorizada y actualizada bibliografía que trasciende con mucho lo específico-fílmico, justamente por esa condición que anotábamos, del cine como disciplina múltiple, por demás relacionada con otros tantos campos y zonas del saber. Material teórico de lo más diverso, procedente de diferentes escuelas de pensamiento, textos de crítica, de técnica, tanto del patio como foráneos, lo mismo recientes que de años y décadas atrás (pero que mantienen una vigencia absoluta) son racionalmente empleados aquí, no siempre como apoyo, a veces hasta como punto discordante sobre el cual polemizan los escritores.
Individualizando un poco en capítulos, «Integración de arte e industria» emprende un recorrido histórico y conceptual desde los inicios del cine hasta hoy: esa dicotomía que ha acompañado el invento de los Lumière a través de sus etapas, movimientos y países, es rastreada con pormenorización.
«Estructuras organizativas, producción, festivales» se detiene en el equipo responsable que comienza con la realización y ¿termina? con la distribución, incluyendo los eventos competitivos más importantes del mundo, que resultan imprescindibles para la vida útil del filme y el prestigio del realizador, los actores y todo el personal implicado.
«Soportes textuales y materiales» prosigue la sumersión en el cine desde adentro: el guion, los lentes, los formatos, la cámara y otros elementos esenciales permiten un aterrizaje bien preparado para el siguiente capítulo, de los más importantes en el libro: «El lenguaje del cine». En este arrecia la energía analítica y teórica, a través de elementos tropológicos y expresivos de suma importancia y que incluyen tanto aspectos de la realización (rodaje, grabación, actuación, planimetría…) como de ambientación (dirección de arte, fotografía, composición…), enfocados lo mismo en las características de lo imaginal-sonoro como de lo dramático o lo narrativo.
En esta última faceta arranca uno de los momentos más sólidos del texto, por cuanto asimila criterios y conceptos que fungen como préstamos de ciencias afines (tales como la narratología o los estudios culturales), sin olvidar por supuesto las hermenéuticas propiamente cinematográficas que permiten más que un recorrido, una inmersión lo suficientemente profunda para no solo dejar sentadas ciertas pautas, sino para incentivar al lector a completar la investigación y a emprender otras más específicas y especializadas.
Sobresale aquí, por ejemplo, el abordaje en torno a un acápite particularmente polémico y complejo como resulta ser la edición-montaje: desde las posibles sutilezas y diferencias que encierran ambos términos hasta la evolución de la literatura en relación con ellos, afín con los propios avances que con el correr del tiempo (y del cine, claro) va teniendo este elemento vertebral en el mundo fílmico.
Las citas que involucran a cineastas e innovadores de ese rubro (los rusos Eisenstein, Dziga Vértov o el imprescindible Tarkovski, el argentino Danilo Galesse), teóricos expertos (el húngaro Béla Balázs, el francés Marcel Martin), productores avisados (el estadounidense David O. Selznick) o críticos y profesores coterráneos que se han detenido en el tema (José Rojas Bez), ayudan extraordinariamente a tener algo más que ideas o nociones aisladas sobre el mismo.
Los capítulos finales, en torno a un ítem tan difícil como imprescindible (la crítica de cine), también resultan motivadores. No por tratarse de un aspecto metatextual y paratextual respecto al hipotexto que constituye el material de estudio, el análisis por parte de Álvarez-Pérez resulta menos agudo, todo lo contrario.
El carácter dialógico y orientador, más que preceptivo o didáctico de la disciplina; el siempre espinoso y polémico asunto del lenguaje del comentador o la variedad de métodos del acercamiento crítico (dentro del cual resalta la pertinencia del análisis semiótico, sin absolutizar dicha tendencia) son algunos de los costados del tema examinado por los autores:
Se trata, pues, de asumir el cine como un «área semiótica multiintegrada», de mayor pluralidad estructural, y asentada sobre un signo de marcada peculiaridad, constituido por la integración funcional de signos que, en ciertos casos, como se ha visto ya, tienen su origen en sistemas semióticos de carácter menos complejo[ii].
De extraordinaria utilidad, y como necesarios complemento y actualización del anterior, es el capítulo siguiente (y final): «Una tarea del siglo xxi: La alfabetización audiovisual». En este prosigue el análisis de la crítica, pero aplicada a las nuevas tecnologías, al ensanchamiento del concepto otrora restrictivo de cine hacia nuevos registros y soportes, partiendo de las antípodas y llegando a la posmodernidad y sus revolucionarias concepciones del arte, la historia, la vida toda (contra la demonización que sufriera tal sistema de ideas, basada en ciertas tendencias verdaderamente reaccionarias que tendían a la aplicación mecánica por parte de algunos).
También los autores sacan provecho de buceos precedentes. Expertos como Barthes, Foster, Eco, Bourdieu, Tódorov, Altisen, Bryson o nuestro Rufo Caballero brillan con sus sabias consideraciones en este acápite, broche realmente dorado para un libro que, aunque puede leerse de un tirón, de principio a fin, es más bien de reposada y pormenorizada consulta, de lectura sistemática y parcelada sobre las muchas disciplinas que abarca dentro de una sola: el mundo plural, infinito, apasionante del cine y sus contornos.
Puestos a ser exquisitos, hay algunas zonas de la redacción susceptibles de mejorar. Pese a la siempre atenta y profesional edición de Vitalina Alfonso, aún se observan ciertas reiteraciones, cacofonías y sombras estilísticas. Incluso cuando, tal y como señalaba en los inicios, nos enfrentamos a una lectura no solo asequible, sino disfrutable, en determinados acápites se aprecia un aire didáctico que pudiera recibir un tratamiento algo más literario, con todo y que el texto se inserta dentro de la non ficction y como quiera que el lenguaje es uno de los puntos mejor estudiados en el volumen.
Una limitación (supe que impuesta por los propios autores) es la ausencia de material gráfico: tan abarcador y completo «curso intensivo» se hubiera enriquecido notablemente con fotos sobre los aspectos abordados, apoyatura por demás tan afín a un universo donde precisamente lo visual, como tienen a bien demostrar Álvarez-Pérez, es importantísimo.
Sugerencias para una próxima edición, que resultará necesaria a juzgar por la merecida y esperada recepción de Introducción al cine, desde ya un libro imprescindible en las bibliotecas de las escuelas de cine, de arte en general, y en nuestros estantes personales.
Publicado en: http://www.cubacine.cult.cu
Tomado de Cinereverso
[i] Luis Álvarez es doctor en Ciencias y en Filología, miembro de la Academia Cubana de la Lengua y un estudioso de temas humanísticos, sobre todo de índole literaria, aunque desde muy joven es un apasionado del cine, especialidad esta a la que Armando Pérez, máster en Cultura Latinoamericana, ha dedicado buena parte de su vida, tanto en la docencia como en su condición de fundador y coordinador del prestigioso Taller de la Crítica que tiene lugar anualmente en Camagüey.
[ii] Introducción al cine, Segunda edición, Ediciones ICAIC, La Habana, 2015, p. 292.