Comenzó el jueves pasado, con la presentación de la Resolución cubana contra el bloqueo de EEUU que, desde hace 27 años, se vota en ONU. La jornada estuvo entre las más peleadas que se recuerde, con la troika de Estados Unidos, Israel y Brasil totalmente aislada. Bolsonaro, que arrastró a su país por primera vez en la comparsa, en vez de agregar fuerzas, vergonzosamente, restó. Ciento ochenta y siete países se alinearon con la Isla, a pesar de las presiones del gobierno gringo, que amenazó a varias naciones con suspenderles la ayuda económica.
Tras la votación, la gente se felicitó en las calles, la etiqueta #VictoriaDeCuba se convirtió en tendencia mundial en Twitter y todavía andábamos en esa estela el viernes, cuando llegó la noticia de la liberación de Lula. Que sacaran de prisión al ex Presidente de Brasil, a pesar de las condiciones a las que todavía lo someten con la pérdida de sus derechos políticos y con procesos judiciales diferidos temporalmente, era un regalo después de estos años de desayunarnos cada mañanita de Dios con alguna canallada de Donald Trump, Marco Rubio, Pompeo y otros personajes de la nueva opereta imperial.
El bloqueo sigue ahí y el chantaje judicial contra Lula, también, pero nadie podía quitarnos esta sensación de superioridad moral que solo pueden exhibir los no doblegados, los insumisos, frente a sus perseguidores; esa sensación que hizo exclamar a Giordano Bruno, condenado a la hoguera: “Estoy más tranquilo en este banquillo que ustedes”.
Pero el sábado se vino abajo la emoción de la víspera. Los acontecimientos en Bolivia se desencadenaron y vimos en vivo y en directo un golpe de Estado de manual, con la usurpación preconcebida y repentina del poder por parte de un grupo liderado por los militares y compuesto por las fuerzas armadas y sectores sociales de apoyo. En el hemiciclo de un Parlamento semidesierto, una señora que parece salida de Madison Avenue se autoproclamó la Presidenta de un país de mayoritaria población indígena.
Si se filtra la palabra “Bolivia” en Google Trends, una herramienta que muestra el interés de los usuarios por las búsquedas de un término en Internet, se verá que la curva de tráfico en Cuba asociada al nombre del país andino creció abruptamente un 92 por ciento el sábado y no ha dejado de subir desde entonces. Las conversaciones, los medios locales y las redes se activaron, a la expectativa del golpe que transcurrió frente a las cámaras de la televisión y en los ríos revueltos de WhatsApp, Facebook y Twitter, donde miles de robots falseaban la verdad –se han documentado unas 4 000 cuentas automáticas– y del otro lado personas reales braceaban desesperadamente para entender qué estaba pasando y para denunciar la maniobra conjunta de Estados Unidos, la OEA y la derecha racista que quería muerto al mejor presidente que ha tenido Bolivia.
La otra palabra que creció en el interés de los cubanos es México, el lindo y querido, el que dijo “no” a Estados Unidos y a los demás países de la OEA cuando bloquearon a la Isla en los primeros años de la Revolución. Al conceder asilo político a Evo, acto que le salva la vida, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador recordó los años de gloria de este país. Hace ochenta años, durante el sexenio presidencial de Lázaro Cárdenas, México acogió a miles de refugiados y consagró desde entonces el derecho de asilo para los “inquilinos de la soledad”, en particular para “los argenguayos, urulenos, chilentinos, paraguayos de la larga noche sudamericana”, como recuerdan unos versos del poeta del exilio, el argentino Juan Gelman.
En el programa matutino de este miércoles en Radio Rebelde, una periodista hablaba de la participación oficial y oficiosa de los Estados Unidos en todos los golpes de Estado conocidos en el continente -Guatemala, Chile, Venezuela, Honduras…-, que ha sido documentalmente probada y confesada por sus principales actores, como seguramente ocurrirá con el ahora en curso. “En vez de votos, botas”, ilustró un oyente a través de una llamada telefónica a la emisora fundada hace más de 60 años en la Sierra Maestra.
En Bolivia, Estados Unidos ha proclamado que América Latina solo está para ser la fruta madura que cae en sus manos, para patio o para felpudo. Pero como escribió hace unas horas el periodista venezolano Earle Herrera, “más que una alfombra, América Latina es un cuero seco, que la pisan por un lado y se levanta por otro”. Desde Simón Bolívar hasta hoy, la Historia de liberación de este hemisferio siempre está recomenzando, porque “para nosotros el mundo empieza siempre después del límite”, diría otro poeta orgullosamente mestizo, el guatemalteco Luis Cardoza y Aragón.
(Publicado originalmente en La Jornada, de México)