Los medios de comunicación más tradicionales y los nuevos recursos en red, tuvieron un intenso y perjudicial desempeño en la carga contra el gobierno dirigido por Evo Morales, y mantienen su influjo malsano en el curso posterior de los indeseables acontecimientos dentro de Bolivia.
Algo irresponsable pero no extraordinario. La tendencia a una acción concertada contra el anulado gobierno legítimo, venía proyectándose antes de los dramáticos hechos que llevaron a que renunciara el mandatario indígena, el 10 de noviembre.
Una mezcla sórdida de oposición política y manipulaciones religiosas, fueron desplegadas no ya por los opositores tradicionales, sino muy particularmente por astutos que, rechazando toda opción constructiva, llevaron el país hacia la asonada y el caos. En tanto, los medios de comunicación contribuyeron de forma destacada a la polarización de la sociedad.
Esa prensa, ajena a los intereses de la mayoría, cumplió con el objetivo de confundir a muchos o justificar lo muy atrabiliario.
Entre los antecedentes, o a modo de ejemplificar un plan a largo plazo, cabe hacer memoria sobre las denuncias hechas por la Conferencia Episcopal Boliviana, que rechazó de forma pública el empleo de la imagen del papa Francisco, presentada por dirigentes opuestos a Evo y el MAS.
En algunos espacios, incluyendo las redes, se colocaron fotos del Sumo Pontífice con un mensaje interpuesto contra del líder indígena. Gran contradicción pues el jefe de la Iglesia Católica evidenció su enfoque de las cosas en favor de los desposeídos, e hizo amplia declaración de alegría con cuanto en favor de indígenas y gente marginada pudo apreciar en su visita al país.
Esa fue una muestra, no la única, ni quizás la peor, sobre el manejo de la religión como fachada para justificar acciones extremistas por representantes de la oligarquía, nada identificados con los intereses de los demás.
Como necesitaban masa y pretextos para darle base al proyecto desestabilizador, se basaron en una mendaz estrategia (Evo es un dictador, hay que llevar la biblia al palacio de gobierno, ¡como si alguien la hubiera expulsado o prohibido!). El propósito: engañar a segmentos sociales de natural contrarios a sus empeños, para sumarlos a su mala causa.
Al propio tiempo, hicieron fuertes intentos por acallar a la prensa objetiva y su fiel reflejo de logros y contexto. Una vez desatada la ordalía, también hubo formulación sesgada de los hechos, disfrazando el propósito de darle legitimidad a un proceso que carece de ella.
Inevitable ejemplificar con El País, de España, la BBC británica y ¡no faltaba más! La VOA o el Nuevo Herald norteamericano, junto con otras grandes corporaciones mediáticas de ese u otro origen. Las trasnacionales de la (des) información falsificaron los hechos, en parte, o con la mayor amplitud sin el menor recato.
Es insultante cómo se usaron y utilizan las redes sociales para proyectar tergiversación y calumnias, adjudicando a los defensores de la democracia pisoteada, el vandalismo disoluto de la derecha fascistoide y sus pagados o acólitos. Afirmaron que “el pueblo” apoyó el derrocamiento, o que la virgen estaba secuestrada. A falta de fundamentos valederos, emplearon símbolos conocidos para una campaña que tuvo en el empleo de la biblia y otros símbolos cristianos, fáciles instrumentos para la gran estafa.
Al propio tiempo, esas corporaciones mediáticas saturan los portales web correspondientes con fotos y comentarios que continúan satanizando a Evo y divinizando a un oligarca que más temprano que lejos le jugará una mala broma a ese pueblo.
Los periodistas honestos fueron acosados, sometidos a censura. Sufrieron humillaciones o ataques físicos y el robo de sus equipos de trabajo. Por extensión y como consecuencia del mal empleo de la información, también sufrieron represalias los cómplices de quienes van a dejarles sin socaire, creo que bastante rápido, cuando no sean útiles.
Apegados a una modernidad destinada a mejor empleo, junto a las falsedades en espacios habituales, se desplegaron otras en cuentas falsas de Twitter. El hecho sugiere fuerzas mayores y muy turbias, accionando sin duda, desde el exterior.
De la misma forma que procuraron primero hacer invisible, después desnaturalizar el golpe de Estado, denunciado con antelación por Evo Morales, hicieron acopio de ardides diversos para justificar lo incalificable y demonizar al presidente que más hizo por la nación. Al mismo tiempo, divinizan a un oponente que hizo un trabajo de zapa muy extendido y llega hasta a la actualidad calzado con botas imperiales.
El uso de la prensa como propaganda de o para objetivos depravados, no es hecho de estreno. Tampoco lo es dar solo la visión de los ofensores, o el de quien, con malas artes, obtiene ciertas victorias. Pero en los últimos decenios, diría que en particular a partir de la primera guerra del Golfo, en 1990, con la praxis de los “periodistas empotrados” y procedimientos parecidos, se viene dando una imagen tergiversada o muy parcial de distintos hechos, según el resultado o justificaciones a conseguir.
Todo cuanto no se explica por sí mismo con diafanidad, concluye envileciendo y resulta descubierto. La verdad nunca es pequeña y se puede confundir o engañar por un tiempo a muchos, pero no a todos ni por siempre.