Introducción
En muy pocas regiones del mundo han ocurrido tantos acontecimientos de importancia universal como en las Antillas. En las Antillas se redujo el Descubrimiento, y de ella: partieron las naves españolas hacia la conquista del continente. El comercio mundial estuvo en su órbita durante más de dos siglos. En las Antillas —volcánicas, ciclónicas—se fraguó el sistema colonial del capitalismo. Fueron fuente fundamental de la acumulación originaria de capital de Europa y de los Estados Unidos. El azúcar y las mieles constituyeron las primeras materias primas explotadas en nuestra América por los capitalistas europeos y norteamericanos. En las Antillas se libró la primera guerra imperialista de la historia. El neocolonialismo file engendrado en ellas.
Uno de los propósitos de esta obra es escarbar en la mugre de esos acontecimientos y en la roña que generaron en el proceso de su desarrollo. Es una historia de bandidos -si se quiere- que mancharon de lodo y sangre la vida de las Antillas, las colmaron de violencia y se disputaron cada isla -como lobos hambrientos una presa- en la, época mercantilista, en la era de la libre competencia y en la etapa imperialista. Detrás de cada pirata hay un emperador o una reina; detrás de cada traficante de esclavos hay un aristócrata; detrás de cada comerciante, un burgués. Ni los movió la curiosidad, ni estaban penetrados del sentido de ciudadanía humana quese les atribuye en un tiempo. No bubo contenido «civilizador», ni caminos de equidad y justicia, ni senderos celestiales, sino explotación pura, espíritu de rapiña y de codicia.
La piedra angular fue el exterminio de los aborígenes bajoel peso del trabajo y de látigos furiosos y el sometimientoa la esclavitud de millones de africanos arrancados violentamente de su tierra y transportados a las Antillas en el fondo oscuro y nauseabundo de sus cárceles flotantes.
En la etiología de la explotación colonial de las Antillas, el tráfico de esclavos, el azúcar y las mieles, los recursos naturales y las zonas de influencia, son factores concurrentes en la conducta de los conquistadores y colonizadores antiguos y de los neocolonialistas contemporáneos.
Algo se ha dichoacerca del papel representado porespañoles, ingleses, franceses y holandeses en la historia de lasAntillas. La historiografía burguesa, sin embargo, está llenade deformaciones y omisiones en ese sentido. La justificación histórica prepondera. Los hechos no son expuestos en su evoluciónhistérica, no tienen en cuenta las fuerzas productivas y las relaciones de producción. «Allí donde comienza esta historia -dice Engels- debe comenzar el proceso discursivo, y el desarrollo ulterior de éste no serámás que laimagen refleja, en forma abstracta y teóricamente consecuente, de la trayectoria histórica…»
En el caso del papel representado por los norteamericanos,la situaciónva mucho más allá de lo que se han atrevido- suscolegas europeos. Aquí existe el propósito consciente y deliberado de tergiversar los hechos, de atribuir a las relacionesde los Estados Unidos con las Antillas una misión altruista 31paternal. En nombre de esa misión intervinieron militarmenteen Cuba, en Haití y en Santo Domingo, se apoderaron dePuerto Rico en 1898, y desde entonces van empleado susbases militares en las Antillas para realizar más de veinteintervenciones similares en países latinoamericanos del Caribe.
Las compañías, monopolios y empresas transnacionales norteamericanas que operan actualmente en las Antillas –incluidas las colonias inglesas y holandesas que aún perduran-suman varios centenares. El sudor de los trabajadores antillanos las nutre. La región es zona estratégica, zona de influencia y zona de explotación del imperialismo yanqui. Entre el sofisma del paternalismo y las operaciones de los monopolios y las empresas transnacionales hay una íntima relación de propósitosy toda una serie de procesos vitales coordinados.
La explotación norteamericana de las Antillas, no obstante, es muy anterior a este siglo. En realidad comenzó mucho antes de su independencia de Inglaterra. Los comerciantes de las Trece Colonias realizaron un intenso comercio con la región desde principios del siglo XVII, y entre las mieles y el azúcar que adquirían y los esclavos, la harina yque vendían, fueron llevando a cabo su acumulación originaria de capital. Comprar barato y vender caro fue la divisa.
El proceso continuó después de la independencia norteamericana con mayores bríos, y contribuyó en forma notabilísima al desarrollo económico de los Estados Unidos. En las Antillastuvo la nueva nación su gran orgia económica. Cada guerra europea, desde el siglo XVIII hasta al siglo xx, le dio a los oportunistas Estados Unidos nuevas ventajas, y reforzó el interés progresivo de sus ambiciones hacia el Archipiélago y hacia el continente vecino.
El surgimiento, en la turbulencia del siglo pasado, delyanqui -codicioso, agresivo, inescrupuloso-el Caribe en un Mare Nostrum; en el lago privado de los monopolios desenfrenados, para extraer de las tierras ubérrimas de América Latina, con la sangre y el esfuerzo de sus trabajadores, los recursos con que levantar su poderío y alimentar su opulencia. A la sombra del neocolonialismo se marchitó la independencia de los pueblos del continente. La
voz de alarma fue dada por Martí hace casi un siglo.
Otro de los propósitos de este libro –el fundamental-es hurgar en el fondo suelo y turbio de las intenciones norteamericanas en las Antillas. Es un tema poco discutido y,por supuesto, ni remotamente agotado en esta obra.
En una recopilación de pequeños ensayos sobre el Caribe,publicada recientemente, aparece uno del ex subsecretariode Estado norteamericano, Lincoln Gordon, titulado «LosEstados Unidos y el Caribe», en el que plantea que se escucha con frecuenciahablar del Caribe como «una región en buscade su personalidad o unidad». Se declara escéptico y afirma que «la más notable característica es, de hecho, el fraccionalismo», que «las tendencias centrifugas son en estos momentos más fuertes que las centrífugas», y pone como ejemplos«la tradicionalfricción entre Haití y la República Dominicana; la posición de aislamiento de Jamaica con respectoal Caribe oriental; y así sucesivamente hasta la tensión entre St. Kitts y Anguilla».
El imperialismo norteamericano -y míster Gordon esuno de sus agentes- ha querido que así sea siempre. Supolítica tradicional ha consistido en fomentar rivalidades y fricciones entre los países del Caribe, en mantener aisladasa sus islas, en impedir el acercamiento y la unidad de pueblo: que tienen un origen, una historia y unas aspiraciones comunes. La amistad, la solidaridad, la colaboración y el respeto mutuo entre los pueblos antillanos -y entre los pueblosde nuestra América en general- es al imperialismo lo que la luz del sol a los murciélagos.
Una última aclaración:
En las Antillas han ocurrido otros dos acontecimientosde capital importancia: la rebelión de esclavos más grande de la historia, en Haití, en 1791, que trastorné los proyectosdel imperio francés en el Nuevo Mundo; y la primera revolución socialista del hemisferio accidental, triunfante en Cuba, 1ro de enero de 1959, que trastornó los planes del imperialismo yanqui en nuestra América.
Y un primer reconocimiento:
Al interés del canciller cubano, Raúl Roa, por el desarrollo de esta obra, que para mi constituyó un fecundo acuciamiento. A la ayuda en la localización de una valiosa serie de documentos en los archivos coloniales de Inglaterra, que recibí del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba y en particular de la compañera Geisa Borroto, de la embajada de Cuba en Londres; documentos que considero fundamentalespara la tesis sustentada. A las palabras de aliento y las observaciones que be hallado siempre en el riguroso investigador e historiador cubano, ]osé Luciano Franco. A la colaboración recibida de los compañeros de la Biblioteca del Ministerio de Comercio Exterior de Cuba. A las facilidades halladas en el Archivo Nacional de Cuba, en el Archivo Provincial de Matanzas y en la Biblioteca Nacional de La Habana.
A la inapreciable colaboración del periodista cubano Roberto González en la traducción de documentos en idioma inglés. A la ayuda de mi compañera desde hace 27 años, Athala Robles, en la traducción de documentos y notas bibliográficas y en la transcripción de mis borradores. Al estímulo de mis compañeros de trabajo en el periódico Granma. Y a nuestra Revolución socialista, que abrió las puertas altas y de la creación a los intelectuales cubanos.
La Habana, 31 de diciembre de 1975