Por José Gilberto Valdés
Cuando este 8 de septiembre las naciones del mundo promovían el Día Internacional de la Alfabetización, aun centenares de millones de personas, sin distinción de edad, sexo o color de la piel, no conocen una letra de sus respectivos idiomas. Tal razón condujo a una “visita de trabajo” a la periodista ya jubilada Sara Ramos Riverón, quien formó parte de la brigada experimental de alfabetizadores organizada en Camagüey, iniciativa de los entusiastas pedagogos Marcelo García y Raúl Ferrer, quien los denominó “Los Coquitos”.
«A las doce de la noche del 31 de diciembre de 1960, en la víspera del Año de la Educación, estábamos listos en Punta Alegre, en la costa norte de Morón, para partir hacia Cayo Coco» Sara Ramos recuerda que eran nueve muchachos y tres hembras, entre 13 y 17 años de edad que procedían de cuatro centros de la enseñanza media seleccionados por la Asociación de Jóvenes Rebeldes, entre ellos la secundaria donde ella estudiaba, la “Esteban Borrero”, que radicaba en uno de los edificios del antiguo cuartel Agramonte.
Tres meses antes, el 26 de septiembre de 1960, el Comandante en Jefe Fidel Castro anunció en la ONU la cercana campaña de alfabetización: “Cuba será el primer país de América que, a la vuelta de algunos meses, puede decir que no tiene ni un solo analfabeto”.
Cayo Coco era un lugar inhóspito, rodeado de monte, con muy pocas comunidades, la mayoría de ellos eran de carboneros. Muchas fueron las experiencias de estos alfabetizadores, relacionadas con la adaptación a las condiciones del campo, ahuyentando todo tipo de molestos insectos, convencidos de la necesidad de estudiar y enseñar, armados con el manual ”Alfabeticemos” y la cartilla “Venceremos” y otros aspectos como la apreciación de los familiares de los jóvenes movilizados a esta tarea.
Un mes después se reunieron en La Habana con Raúl Ferrer y otros dirigentes de la educación en Cuba. «En el intercambio de experiencias –apunta Sara—fue muy importante el planteamiento de que como los alfabetizadores iban a vivir en casa de los campesinos tenían que participar en las tareas productivas, en los hornos de carbón, los cultivos…ser ejemplos y así por la noche junto al farol iban a tener alumnos»
Los integrantes de la brigada, a solicitud propia, participaron en la Campaña de Alfabetización en la Ciénaga de Zapata, a pocos días de la derrota de la invasión mercenaria.
En el año 1961 quedaron alfabetizadas más de 700 mil personas, por lo cual Cuba se situó entre las naciones de más bajo índice de analfabetismo en el mundo. En la actualidad, este concepto enseñar a leer y escribir adquiere un matiz internacional, a través del método “Yo sí puedo” elaborado por la camagüeyana Doctora en Ciencias Pedagógicas Leonela Relys Díaz y reconocido por la Unesco. Más de diez millones 500 mil personas se han beneficiado en 32 países, según cifras divulgadas en el pasado mes de junio por Juventud Rebelde.
Al término de la masiva campaña, Sara Ramos fue beneficiada con una beca para realizar estudios de economía política en la antigua Unión Soviética. A su regreso, en La Habana realiza funciones de traductora e intérprete de ruso con especialistas procedentes de la URSS.
Sin embargo, una nueva perspectiva en su vida como mujer revolucionaria de los nuevos tiempos constituyó su ingreso al primer curso de periodismo organizado por la Escuela Nacional del Partido “Ñico López”.
«Allí realicé estudios durante año y medio –apunta Sara—y posteriormente me enviaron a la Universidad de La Habana, por los requerimientos de reforzar el trabajo y acción política en ese centro de enseñanza superior» Realmente, no concluyó los estudios de periodismo, por un compromiso familiar de regresar a la provincia.
«Fue Lázara Rodríguez Alemán, de la dirección de la Unión de Periodistas de Cuba, la que me recomienda en mi ingreso en el periódico provincial “Adelante”» Muchos colegas recuerdan como compartía sus conocimientos entre los que llegaron con variado nivel cultural a la redacción y se superaron empíricamente en esta encomienda profesional, en la que era válido, sobre todas las cosas, el amor por la Revolución.
¿Por qué no rememorar a esta jubilada intranquila, impetuosa en búsqueda de la noticia diaria, en un yipi, a pie y hasta de pasajera sobre una motocicleta?
Su principal fuente informativa fue la construcción, en pleno vigor en las décadas de los setenta y ochenta, por lo que prestaba un seguimiento especial desde los planes de edificios de vivienda y fábricas, hasta la construcción del central azucarero “Batalla de las Guásimas”, en el municipio de Vertientes, al sur de la provincia.
Poco después trabaja en la radio camagüeyana, en una entidad de atención a los constructores y finalmente se jubila como trabajadora civil de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Hoy, prosigue con pasión la enseñanza, como repasadora de niños de primaria. «¡Porque el español está maltratado, pocos lo respetan!»
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