Por temor al aburrimiento el autor no quería seguir insistiendo en reprobar el mal uso de favoritismo como sinónimo de ventaja o superioridad, pero una lectora lo llamó para preguntarle por qué lo había obviado en la anterior entrega, dedicada en buena parte a la prensa que trata sobre deportes.
La llamada merece atención, porque el aludido mal uso infesta el periodismo deportivo, que derrocha enunciados como decir que un atleta o varios, o un equipo, gozan de favoritismo. Si fuera cierto, debería investigarse quién o quiénes son responsables de la deshonestidad, porque el favoritismo es privilegio, concesión inmoral a un individuo, a un colectivo o a un país, en perjuicio de otros, en cualquier esfera. Salvo componendas, si un deportista llega a una lid con marcadas probabilidades de ganar ha de ser porque de antemano su preparación le otorga ventaja, superioridad, no favoritismo.
También cabría señalar, ¡una vez más!, y no solo ni fundamentalmente en la prensa aludida, otros usos erróneos, como los de humanitario y plagado como si fueran sinónimos de humano y lleno, respectivamente: humanitario califica a lo que le hace bien a la humanidad, y plagado viene de plaga, por lo cual no está bien decir que una crisis es humanitaria, ni que un espectáculo estuvo plagado de grandes artistas o una competencia plagada de atletas relevantes. La insistencia al respecto pudiera aburrir, pero parece haber quienes no se aburren de cometer pifias. ¿Será que ni se enteran?
Nadie hace por sí solo el idioma, ni hay que suponer que detrás de todos los usos singulares o raros se halla el ansia creativa. Menos aún la de grandes autores que, además de no abundar, no siempre logran que sus preferencias personales entren en la norma general, aunque sigan razonamientos atendibles. No todo el mundo es Juan Ramón Jiménez, que emprendió una campaña por acercar la escritura del español a su fonética y, siendo un poeta extraordinario, no consiguió todo lo que buscaba, aunque les haya complicado la vida, sobre todo, a los editores, lo cual se dice sin desmedro de lo mucho, ¡muchísimo!, que su obra vale y nos alimenta el espíritu y la cultura.
Ni todo el mundo es José Martí, quien, conocedor y respetuoso a fondo del español, usó giros capaces de azorar a rehenes de casticismo excesivo, y acuñó neologismos como homagno y otros. Con su profundo dominio del idioma escribió en uno de sus cuadernos de apuntes: “Sentimentalidad: palabra mía: que en la observación de la naturaleza he creído necesaria y he usado, con esta propia fuerza de invención y sentido propio que su individual inteligencia da—en todas sus operaciones racionales—al individuo”. ¿No es ya ese un vocablo de uso común, no porque aparezca en diccionarios —y aparece—, sino en la lengua viva? Aunque tal vez quienes lo hayan usado no tengan ni noticia del criterio martiano, sentimentalidad aporta un matiz determinado a la familia de sentimiento, sin reducirse a sentimentalismo u otras derivaciones, y ha hecho fortuna incluso en textos especializados sobre cuestiones estéticas.
Si recepcionar cundió a pesar del rechazo que suscitó, fue por los matices de control y registro que no se hallaban en recibir ni en otras voces de esa familia. Pero aperturar, que viene de apertura, palabra derivada a su vez de abrir, nada aporta a este verbo, salvo quizás complicaciones y cacofonías en su conjugación. ¿Se impondrá? ¡Quién sabe! Este artículo se escribe un día en que el Noticiero Nacional de Televisión pudo merecer clausura de tanto que en él se dijo aperturar. Si en la esfera sonora —no necesariamente musical— llevan años campeando los humanos pero nada humanitarios ataques sónicos del reguetón, quizás la palabreja se haga su espacio, auxiliada por ignorancia, inercia y mal gusto.
Hace algunos años el autor se burló de la abreviatura que vio en un paraje argentino referida a una cooperativa de producción tabacalera: COPROTAB. Fijada por alguien que, o tenía un raro sentido del humor o ignoraba que el término copro remite a los excrementos —la coprofagia es la ingestión de heces, lo que en lenguaje más coloquial y drástico se diría comer… comer porquería—, la escatológica abreviatura atribuye a la cooperativa la producción de tabaco destinado a coprófagos, aunque no fuera lo que se quería anunciar.
Recientemente apareció en el mercado habanero un producto nacional —de Labiofam quizás— llamado Ambienticida, lo cual significa, ni más ni menos, que mata el ambiente, como un suicida se mata a sí mismo, un homicida mata a otros seres humanos y un genocidio arrasa con una gran cifra de ellos. Interrogada la vendedora sobre dicho producto, ella —que terminó sonriendo ante un despropósito que no había detectado— respondió que es un líquido para limpieza formado por un ambientador y un insecticida. Pero la contracción nominal empleada le da cabida solamente al ambienticidio.
Aquí no se trata sobre intenciones de genios, sino sobre lo que —si no se prueba lo contrario— son deformaciones introducidas en el idioma por ignorancia o descuido. Y de poco valdrán todos los intentos que se hagan por contribuir a erradicarlas, si no funcionan el ahínco personal de aprendizaje y superación, y la preparación y el sentido de responsabilidad de quienes deben ejercer como editores o jefes de redacción. Son tareas que difícilmente realice bien quien no sienta respeto y amor por el idioma.
Si la anterior entrega empezó recordando los Juegos Panamericanos de Lima, la de hoy expresa satisfacción por un hecho: la creciente presencia de mujeres en el periodismo deportivo. Mientras ganaban creciente espacio en la práctica del deporte, con una ejecutoria en ascendente diálogo de tú a tú con la de los varones, parecía predominar en muchas cabezas la idea de que estaba bien que brillaran en lo físico, pero no en lo intelectual del deporte, y mucho trabajo que parece haberles costado que se les vaya aceptando también como cronistas, comentaristas y críticas de asuntos deportivos. ¿Se les estará propiciando todo lo que merecen en el terreno de la dirección y el arbitraje, y no solo para el practicado por mujeres?
Ahora que también en esos terrenos se bracea por la equidad, y cuando ya esta haya alcanzado la justa cima, vale aspirar a que ellas no vengan a reproducir las torpezas expresivas con que han llegado hasta aquí los varones de similar responsabilidad profesional, sino a erradicarlas. Y vale asimismo aspirar a que, en la búsqueda de creatividad, y de eludir repeticiones indeseables, no se piense que para hablar de la mujer hay palabra más feliz que mujer, ni se machaque el idioma con la antigualla de fémina, a menos que también se acuda a másculo para hablar del varón, lo que sería algo así como equidad en el horror expresivo. Pero ¿será eso lo apetecible?
Cómo me ha gustado tu comentario… cuántas experesiones similares te faltarán por apuntar, realmente aquellas “inventadas” por redactores o comentaristas, confiemos que vaya cambiando para bien.
Pero aperturar, que viene de apertura, palabra derivada a su vez de abrir, nada aporta a este verbo, salvo quizás complicaciones y cacofonías en su conjugación. ¿Se impondrá? ¡Quién sabe! Este artículo se escribe un día en que el Noticiero Nacional de Televisión pudo merecer clausura de tanto que en él se dijo aperturar. Si en la esfera sonora —no necesariamente musical— llevan años campeando los humanos pero nada humanitarios ataques sónicos del reguetón, quizás la palabreja se haga su espacio, auxiliada por ignorancia, inercia y mal gusto. Profesor, peor que eso, este comentario es un día después(13/11/2019) de escuchar en la Mesa Redonda REAPERTURANDO, al referirse ( ) a un parque en la Habana,Capital de todos los cubanos por su aniversario 500. Seguiré sus artículos, disculpe el haber llegado tarde.
Me ha encantado,lo he disfrutado,lo voy a compartir con mi hija que siempre se percata y crítica esos errores,es muy ameno su estilo,y quería compartir con usted el sitio “lavadora de textos”,”lo sonetos lingüísticos”,son muy simpáticos, gracias por la buena lectura en estos tiempos