INTERNACIONAL

Trump vencido por un México digno

Para un presidente guerrerista y en plena campaña electoral no declarada para el 2020 como Donald Trump, el acuerdo adoptado con México sobre la emigración, más que una victoria, como proclaman medios derechistas, es un gancho al mentón, pues ni podrá aplicar aranceles a los productos del vecino y está comprometido a apoyar el progreso de Centroamérica.

Trump ha amenazado a México desde que tomó el poder hace tres años, primero con la imposición de un muro fronterizo que impida la entrada de emigrantes por la frontera sur, y luego, ahora en tiempos del izquierdista Andrés Manuel López Obrador (AMLO), con el castigo de aplicar un 5% de aranceles a los productos llegados desde ese país a Estados Unidos (EE.UU).

Si el gobierno mexicano no detenía el flujo de emigrantes en la zona fronteriza de las dos naciones, la amenaza se convertiría en realidad desde el pasado lunes.

La embestida contra México demoró bajo el mandato de López Obrador, un izquierdista que ganó la presidencia con más del 70% de los votos (algo insólito en una nación donde el poder se repartía, no se ganaba, entre los partidos tradicionalistas). Se esperaba que el republicano sacara mucho antes sus garras contra la nueva administración que prometió cambiar el país y sacarlo de la miseria.

Si se considera la política de odio de Trump contra todo lo que sea progresismo, izquierdismo o socialismo (a este último prometió desterrarlo de América Latina, sin contar con los pueblos donde existe ese proyecto político), no hay que ser inteligente para pensar que el controvertido mandatario, que ha abierto varios frentes de guerra en el mundo, le caería también arriba a México para eliminar los proyectos económicos, políticos y sociales del nuevo presidente.

Acostumbrado a las genuflexiones del antecesor Enrique Peña Nieto, no valoró que se encontraba ante un jefe de gobierno diferente, que hasta ahora enfoca sus políticas a tratar de mejorar la calidad de un pueblo mayoritariamente empobrecido por los términos del Tratado de Libre Comercio firmado con EE.UU. y Canadá, que arruinó a los agricultores y a otros sectores.

La obsesión del obeso mandatario por levantar un muro en el sur de la compartida frontera (y que pretende sea pagado por México, sin resultados hasta el momento) se extiende a los miles de emigrantes que llegan al lugar huyendo del hambre, la pobreza y la violencia en Centroamérica.

Abrir una confrontación con México de manera directa, sancionarlo (como se hizo habitual en esta administración con otros países) y salir airoso, era la idea de Trump, y para ello trabajó en las últimas semanas. O aguantan la emigración (como si la organización de caravanas de emigrantes centroamericanas fuera una responsabilidad mexicana) o le subo los aranceles en un 5% para dañar aún más la economía local. Esa fue la amenaza.

Es conocido que el magnate inmobiliario no sabe negociar. Un día dice una cosa y al siguiente otra sobre el mismo asunto. Aunque no estuvo presente en las negociaciones, escribió un grosero tuit en el que acusa a los mexicanos de “estar hablando durante 25 años. Queremos acción, no platicar”, en un evidente gesto de intromisión en las decisiones de sus interlocutores.

Hubo más. Según un editorial del periódico mexicano La Jornada, una de las voces más influyentes entre los apologistas de Trump, el locutor Tucker Carlson, de Fox News, acaba de declarar que “México es un poder extranjero hostil ante el cual Estados Unidos tiene que defenderse. Varios asesores de la Casa Blanca están de acuerdo ¿Estamos en guerra?”, se pregunta el diario.

Tres días estuvieron conversando en Washington los delegados de los dos gobiernos y el resultado fue un acuerdo que Trump considera un triunfo: México apretaría la tuerca contra los emigrantes y él no aumentaría los aranceles. Una idea que los medios hegemónicos repiten como si se tratara de una verdad.  Otra mentira inventada para contentar a las bases ignorantes que apoyan a Trump.

El presidente estadounidense acusó a México, incluso, de aprovecharse de EE.UU. durante décadas, de permitir una invasión de personas y drogas y dijo que no hay nada de qué hablar con sus contrapartes mexicanas “hasta que cumplan” sus órdenes.

Sus palabras demuestran, una vez más, que su ignorancia sobre la historia de las relaciones de estas dos naciones son de las más complicadas de la diplomacia internacional.

Tampoco consideró que AMLO no está dispuesto a entregarse como una palomita mansa a los intereses políticos de su poderoso vecino, que le robó territorios al antiguo país de los aztecas y que los considera propiedad privada. El acuerdo suscrito entre los dos países es claro y, al menos por la parte mexicana, no se separa de los principios planteados por López Obrador desde su asunción el 1 de diciembre último.

En el texto, México comprometió a su contraparte a priorizar planes para desarrollar las naciones centroamericanas, lo cual evitaría la emigración forzosa de sus ciudadanos.

La desesperada situación existente en esa región salió a relucir cuando el pasado año millares de personas salieron a pie desde Honduras, atravesaron Guatemala, se le unieron centenares en El Salvador y llegaron a México para tratar de asilarse en Estados Unidos, un proceso lento y agotador.

Tal como hizo el gobierno de López Obrador, y se ratificó en el convenio, México tiene la disposición de atender a los emigrantes que lleguen a su territorio, les ofrecerá trabajo si desean quedarse, alimentación, y las condiciones mínimas mientras esperan respuestas de Washington sobre la concesión de asilo. Y reforzará, con la Guardia Nacional no represora, la frontera con Guatemala para descongestionar el tránsito de centenares de personas cada día en busca de la frontera sur mexicana.

Ese desplazamiento de la nueva fuerza militar creada por el gobierno izquierdista tras una limpieza a fondo de las filas castrenses, traerá también mejoras para los caravanistas o quien de manera individual intente atravesar la zona, pues López Obrador prometió que serán atendidos e invitados a unirse al pueblo mexicano en la participación de los nuevos proyectos económicos en marcha.

Si Trump tensó la cuerda con sus provocaciones, el ejecutivo mexicano, por su parte, insistió en el diálogo y en trazar una estrategia conjunta de desarrollo para Centroamérica, lo que quizás no esperaban sus asesores. Los dislates presidenciales no surtieron efecto. México no hará mucho más allá de las buenas prácticas emprendidas por AMLO respecto a los emigrantes, y eliminó el peligro de la subida de los aranceles.

El secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, quien encabezó las negociaciones, afirmó ante la prensa que el acuerdo “es equilibrado” y refirió que su país “adopta acciones decisivas para desmantelar las organizaciones de tráfico y trata de personas, así como sus redes de financiamiento y transportes ilegales.

“Aquellos, precisó, que crucen la frontera sur de Estados Unidos para solicitar asilo serán retornados sin demora a México, donde podrían esperar la resolución de sus solicitudes de asilo”, se detalla en el texto oficial.

Los migrantes y sus familias, durante el tiempo que permanezcan en territorio mexicano, tendrán oportunidades laborales, acceso a la salud y a la educación, y respeto a sus derechos humanos, según los compromisos asumidos por el Gobierno izquierdista.

Los representantes de Estados Unidos se comprometieron a “acelerar la resolución de solicitudes de asilo” y agilizar “los procedimientos de remoción lo más expedito posible”, además, dijo el Canciller: “Creemos que la única solución al flujo migratorio es que las personas no tengan que migrar forzosamente por la pobreza¨, y añadió que “es muy difícil lograr que EE,UU. reconozca esto”.

Explicó que EE.UU. se comprometió a respetar los derechos humanos y a apoyar el plan de desarrollo integral que presentó el presidente López Obrador para que los centroamericanos tengan alternativas en sus lugares de origen.

AMLO logró lo que propuso a EE.UU. una vez que asumió la presidencia y es que trabajaran con “socios nacionales e internacionales para construir una Centroamérica próspera y segura”, lo que hasta ahora había tenido el silencio como respuesta.

De esta manera se contrarrestarán las causas subyacentes de la migración, “con el objetivo de que los ciudadanos puedan construir mejores vidas para ellos y sus familias en casa”.

Para los mexicanos, el acuerdo de Washington es, por el momento, una rotunda victoria de la capacidad de diálogo de López Obrador y su ejecutivo, aunque conociendo a Trump, el dignatario le avisó que “espero que los compromisos se cumplan” y le envió un mensaje claro: “Soy pacifista (…). Sin embargo, como Jefe de Estado no puedo permitir que nadie atente contra la economía de mi país”.

Miles de mexicanos se dieron cita luego de conocerse el pacto en la ciudad fronteriza de Tijuana para celebrar juntos un acto de unidad en defensa de la dignidad de México (para lo que se había convocado en primera instancia) y luego ampliado a favor de la amistad con la población norteamericana.

El elefante, símbolo del partido republicano de Trump, no pudo aplastar, como hubiese querido, los principios de un pueblo.

Tags: México, ee.uu.. acuerdo sobre migración centroamericana, AMLO, Trump

 

 

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Lidice Valenzuela
Redactora reportera

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