La conjunción sino y la estructura si no —con no, adverbio de negación, precedido por la conjunción si— parecen cargar con un sino trágico, que las envuelve en frecuentes usos incorrectos. El anterior artículo anunció que volvería sobre el tema. La confusión entre sino y si no pudiera deberse, más que al parecido acústico, a que sino expresa disyuntivas que también niegan algo: “Frente al mal uso del idioma ella no es indiferente, sino sufre”, y si no introduce algo similar, una condicionalidad negativa: “Ante el mal uso del idioma ella no duerme bien si no intenta contribuir a revertirlo”.
Pero lo dicho a partir de si no presenta un carácter dinámico, de acción, y después de sino viene algo más bien descriptivo, como un mero saldo, aunque sea el acto de sufrir. “Frente al mal uso del idioma ella no permanece indiferente, sino sufre” plasma una descripción comparable con “Juan no es ingeniero, sino médico”. Podría incluso reducirse a “Frente al mal uso del idioma ella no permanece indiferente, sufre”.
Sin agotar los matices, que dan para mucho más, compárese con la intensidad de “Juan siente que no sería feliz si no fuera médico” o “¿Qué querría ser él si no fuera médico?”, o “¿Qué querría ser él si no médico?”, reductible incluso, si ya se sabe que es médico, a “¿Qué querría ser él si no?”, y también —para arreciar la complejidad del tema y la diversidad de los enunciados posibles— a “No quiere ser sino médico”, donde la sintaxis propicia que campee sino, no si no.
En cuestiones del idioma —que reclama oído— importan el discernimiento y la acumulación cultural: información y pensamiento bien asumidos. La riqueza del español en general, y particularmente en el uso de conjunciones y preposiciones, cede en el inglés, tan pragmático. Resulta natural leer u oír “She told me he comes tomorrow”, mientras en español “Ella me dijo él viene mañana” sabe a lenguaje notarial, de acta, y se prefiere “Ella me dijo que él viene mañana”.
La preposición inglesa but equivale por igual a sino y a pero. ¿No sugiere ese dato que en el pensamiento en inglés actúan menos matices? Se aprecia en malas traducciones al español, cuando —una muestra— “He is not French but Italian” en vez de convertirse en “No es francés sino italiano”, para en “No es francés pero italiano”, con el mismo pero de “He is sick but tries to work well in spite of it all”, que en español potable puede interpretarse como “Está enfermo pero trata de trabajar bien a pesar de todo”.
Ahora el articulista pasa a otros puntos no porque se le ocurra imaginar que agotó el tema, sino porque necesita respirar. Pero ya recuerda otra preposición, y no es la única, que da dolores de cabeza: de. Obviando por ahora lo que parece en camino de borrarse —su uso para que el verbo deber exprese suposición, no compromiso, “Ella debe venir” no es lo mismo que “Ella debe de venir”—, de es el pilar del llamado dequeísmo, apreciable, por ejemplo, en “Me dijo de que viene” y “Pienso de que está mal”.
Además de ser innecesaria, en esos casos infringe uno de los resortes de la evolución de la lengua, la ley del menor esfuerzo. ¿Por qué complicar lo correcto —“Me dijo que viene”, “Pienso que está mal”— y alterarlo con algo que está de más y no mima al oído? Y tampoco está bien que, por temor a emplearlos mal, se renuncie a recursos correctos y válidos para el sentido. Así como hay personas que, ante las dificultades del gerundio, huyen despavoridamente de él —aunque bien empleado es útil y enriquece el lenguaje—, parece haber quienes evaden la preposición de aunque sea necesaria, y dicen: “Me di cuenta que llegaste” o “Me percato que estoy errado”.
En otros lares, como en Centro y Sudamérica, está en desuso dicha preposición en enunciados de ese corte; pero la norma natural del español, la misma que en ese punto predomina en Cuba, le da su justo lugar. No hay por qué favorecer calcos ni dentro de una familia —queden para otro momento los usos de aquí y acá—, ni asumir muletillas del tipo de “¿No es cierto?” o construcciones como “Yo la amo a María” o “No lo he visto a Pedro”, en las cuales la y lo sobran. Pero no sobra en cuando se dice “Insisto en que vengas”, aunque por ahí se oiga “Insisto que vengas”. Para no eludir en, úsese reiterar, no insistir.
La preposición de es innecesaria para introducir complementos directos: en “Me dijo eso” y “Pienso eso”, eso es lo dicho o lo pensado. Los indirectos sí requieren de ella: “Me di cuenta de eso” o “Me percato de eso”. Pueden coincidir un complemento directo y uno indirecto: “Me dijo de eso algo muy serio” o “Pienso de eso muy mal”, oraciones que pueden replantearse así: “De eso me dijo algo muy serio” y “De eso pienso muy mal”, y en las cuales vale remplazar de por acerca de, sobre, en torno a.
En oraciones de predicado con el verbo ser, y de ello va aquí solamente un ejemplo, debe decirse “Lo más grave es que Trump es otro Calígula”, no —aunque es casi una cita de algo dicho por la televisión— “Lo más grave es de que Trump es otro Calígula”. El enunciado puede reducirse correctamente a “Lo más grave es que Trump es eso”. El error no es creatividad, y nadie se ha de sentir con derecho a errar irresponsablemente, menos aún, si del idioma se trata, quienes tengan deberes profesionales con su uso.