“Todas las opciones están sobre la mesa”, es el slogan de la Casa Blanca, y que gustan repetir a diario los más cercanos asesores del presidente Donald Trump, incluido el propio mandatario, sobre el tema de Venezuela. El slogan lleva implícito la idea de que Estados Unidos se arroga el derecho de intervenir militarmente en Venezuela y como espada de Damocles, esta amenaza sigue pendiente sobre la cabeza del pueblo bolivariano.
Hasta ahora y por fortuna todo queda en mentiras y fanfarronería de los fascistas Mike Pence, John Bolton, Mike Pompeo y Marco Rubio, los cuatro jinetes de apocalipsis, pero el pueblo con su sabiduría, tiene un dicho “perro que ladra no muerde”.
No se trata de subestimar las capacidades y el poder que tiene el imperio yanqui, tampoco de olvidar sus aventuras genocidas e intervenciones militares en América Latina, y mucho menos no tomar en cuenta lo errático e imprevisible de un inexperto e inescrupuloso jefe de Estado, pero el momento y los tiempos económicos, sociales y geopolíticos son otros.
No es hoy Estados Unidos el poder hegemónico en nuestro planeta, el multilateralismo se está imponiendo y ya no se trata de un enfrentamiento entre dos potencias. Hoy son más de dos las potencias que predominan y cuyas posiciones en cuanto a las relaciones entre los Estados y el respeto al Derechos Internacional difieren de la que Estados Unidos pretende imponer por la fuerza, al estilo del “oeste del siglo XIX” en su política en América Latina y el Caribe, bajo el principio de la vetusta Doctrina Monroe.
La crisis fue artificialmente creada por Estados Unidos en Venezuela, mediante la política de sanciones, guarimbas, acciones de sabotajes, intentos de golpes de estado fracasados y campañas mediáticas internacionales usando “noticias falsas”. El propósito es satanizar al presidente Nicolás Maduro y calificarlo de dictador, desconociendo que es un mandatario elegido democráticamente el 20 de mayo del 2018, cuando se impuso por mayoría a los cuatro candidato a los que se enfrentó, incluido el de un sector de la opositora MDU (Mesa Democrática de Unidad), quien alegó, luego de su derrota, que fue debido a un fraude.
Esa extraña conducta del candidato opositor Henry Falcón solo vino a confirmar que su interés en competir electoralmente formaba parte de un plan de Estados Unidos y su brazo interno la MUD, para sembrar la matriz de opinión del fraude electoral y abrir la campaña desestabilizadora para ilegitimar al gobierno bolivariano presidido por Maduro. El argumento de la ilegitimidad de Nicolás Maduro es el que han venido utilizando Estados Unidos y la OEA para justificar una intervención militar en Venezuela. Una noticia falsa que al estilo gebeliano los medios han convertido en “verdad”.
Todo obedecía a una hábil maniobra política y un plan de la MUD y la embajada gringa en Caracas, jugar a dos puntas: era parte del plan la retirada en República Dominicana del sector fascista sin firmar el acuerdo gobierno-oposición, presidida por Julio Borges en representación de Voluntad Popular y Primero Justicia. Mientras, el sector de COPEI, AD y el MAS jugaba a participar en las elecciones. Las dos opciones fracasaron y ahora, luego del escandaloso y ridículo show golpista del 30 A, apuestan a la intervención militar foránea.
Una ilegal intervención militar en Venezuela es solo contemplada por el presidente y el vicepresidente, Donald Trump y Mike Pence, sus asesores John Bolton y Elliot Abrams y el Secretario de Estado Mike Pompeo, quienes acompañado por el senador Marco Rubio, se han convertido en los señores de la guerra.
Tal es el desespero de la Casa Blanca que, en las últimas horas, pública y abiertamente, tanto Pence, como el jefe del Comando Sur, con absoluta falta de respeto y prepotencia imperial, amenazaron, al Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela y a las Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), de que no apoyen más a Maduro. Ambas amenazas fueron rechazadas de inmediato con firmeza, dignidad y valentía, tanto por el presidente del TSJ de Venezuela Maikel Moreno en nombre y representación de todos los magistrados a Pence, y en un comunicado del Alto Mando Militar Venezolano al jefe del Comando Sur.
Mientras que estos halcones lanzan sus chillidos de guerra, distintos comentarios de fuentes cercanas a los jefes militares en el Pentágono señalan que estos se mantienen alejados de esta campaña y todo parece indicar que no comparten el entusiasmo intervencionista de la Casa Blanca. Ellos saben que una acción militar en Venezuela, conlleva a grandes riesgos para Estados Unidos. Venezuela no es ni Granada ni Panamá y una acción de guerra donde hay tantos intereses económicos rusos, chinos, iraní e incluso de países europeos, se puede complicar.
Teniendo en cuenta este escenario, las distintas gestiones y cabildeo de Abrams, Pompeo y acciones como la de Pence y el jefe del Comando Sur, en buscar apoyo al interior de sectores e instituciones del Gobierno y el Estado bolivariano para la salida de Maduro mediante un Golpe de Estado interno, han fracasado e indican que una intervención militar no ha recibido el apoyo que la administración Trump había estimado.
La derrota de Estados Unidos en la OEA al no poder imponer la llamada Carta Democrática, ni en la 47 ni en la 48 Asamblea General del organismo y tampoco en la Cumbre de las Américas, donde no prosperó una condena a Venezuela y mucho menos el apoyo a una intervención militar en dicho país, ilegitíma cualquier acción de fuerza contra la nación andina.
En resumen, el gobierno de Trump ha fracasado en todos los intentos por derrocar al legitimo gobierno de Nicolás Maduro y claramente se inclinan por el uso de la fuerza, pero no quiere comprometer a sus fuerzas armadas y ese puede ser uno de los dilemas que tienen con el Pentágono.
Al parecer se inclinan por presionar a Colombia y a Brasil, para que sea desde estos territorios de donde se ataque a Venezuela, usando fuerzas mercenarias y paramilitares, y con el apoyo logístico de las fuerzas armadas colombianas y brasileñas, pero esto último no está muy claro. Se conoce que hay sectores en los altos mandos militares de ambos países que no están de acuerdo en inmiscuirse en está descabellada aventura.
Por otra parte, es públicamente conocido que el gobierno de Colombia no tiene el apoyo popular para una acción militar en Venezuela y mucho menos consenso en el Senado, que es el único autorizado para dar luz verde a una acción de guerra contra un país vecino. Mientras, también es público que las fuerzas militares brasileñas se oponen a utilizar a su ejército contra Venezuela.
No debe descartarse que puedan utilizar paramilitares colombianos e incluso venezolanos. No hay que olvidar que durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, paramilitares colombianos operaron dentro de territorio venezolano y entrenaron a grupos de venezolanos enemigos del gobierno de Chávez.
Esos paramilitares respondían a las órdenes de los narco-paramilitares Salvatore Mancuso y de Jorge 40, el primero con gran influencia en la zona del Catatumbo y Cúcuta y el segundo en la zona del César y la Guajira, todos esos territorios fronterizos con Venezuela y operaron con el apoyo de sectores de las fuerzas militares colombianas y el beneplácito del gobierno de Uribe Vélez. Era precisamente el periodo en el cual, el gobierno uribista, mantenía los diálogos de “paz” con los narco-paramilitares dirigidos por Mancuso, Jorge 40, Don Berna y Carlos Castaño, en Santa Fe de Ralito, Córdoba. Sobre este tema el entonces senador Gustavo Petro, hizo varias denuncias públicas y en el senado, pero sus señalamientos fueron acallados por la prensa de ese país.
De otra parte, en un despacho de la agencia Reuters el pasado 30 de abril esta da a conocer que la empresa mercenaria Blackwater por boca de su director Erik Prince, “está preparando una fuerza de cuatro o cinco mil mercenarios por encargo de los asesores del presidente Donald Trump, para derrocar al presidente Maduro ya que consideran imposible que el Congreso estadounidense apoye una intervención militar con tropas gringas, por las grandes bajas que podrían tener, más aún, cuando los militares brasileños y colombianos se oponen a una agresión armada en Venezuela”.
Todas estas informaciones de carácter militar contrastan con las diversas operaciones y gestiones que realizan los operadores políticos estadounidenses y canadienses con los principales aliados de Venezuela para buscar la salida de Nicolás Maduro de la presidencia. Rusia y Cuba han sido dos de los países a los cuales han acudido, pero la respuesta ha sido clara y diáfana; el tema venezolano lo deben solucionar los venezolanos. Además, ambas naciones han ratificado que están en contra de una acción militar, y tal como lo expresó el canciller ruso Serguei Lavrov que “cualquier uso de la fuerza que eluda la Carta de las Naciones Unidas y la decisión del Consejo de Seguridad amenaza con consecuencias desastrosas para toda la arquitectura moderna de la seguridad internacional”. Sin dudas una intervención militar provocaría una grave crisis desestabilizadora de incalculables proporciones en la región, por cierto, muy perjudicial para los propios Estados Unidos.
Mientras todo esto acontece, el gobierno de Nicolás Maduro se fortalece más y la derrota sufrida por la oposición con el intento de golpe de Estado el pasado 30 de abril, la ha debilitado seriamente. La cobardía de Juan Guaidó y Leopoldo López ha quedado de manifiesto y para disgusto de sus seguidores, una oposición engañada y usada como carne de cañón. Mientras, el chavismo ha salido fortalecido.
Ante el llamado del presidente Nicolás Maduro de celebrar una Jornada Nacional de Diálogo y Rectificación sin exclusiones el pasado 4 y 5 de mayo se constituyeron en toda Venezuela 16 841 asambleas populares, desarrolladas en 2 500 comunidades, en las cuales se debatieron temas de carácter político, económico, social, las amenazas del imperialismo y las acciones terroristas de la oposición aliadas a los sectores de poder. El debate, según los medios de prensa, fue fructífero y muy enriquecedor. Los acuerdos y propuestas serán elevados al Gobierno a fin de que se incluya en el programa gubernamental y se rectifiquen los errores y se combata la burocracia. Este exitoso debate unifica y fortalece cada día más el poder cívico-militar de la Revolución Bolivariana.
Pero hay que seguir fortaleciéndose y no bajar la guardia y hoy más que ayer hay que estar alerta y no olvidar que el imperialismo yanqui tiene objetivos claro y quiere apoderarse de las riquezas del pueblo venezolano a cualquier precio y por eso ¡todas las opciones están sobre la mesa!